En el número 5 del paseo de Juan XXIII se levanta el edificio de la Escuela Diplomática, el lugar en el que desde 1942 se forman los futuros representantes de España en el exterior. Un edificio en el que cada año en torno a 30 estudiantes realizan el curso selectivo que les convertirá en diplomáticos. Un lugar donde además otros 70 alumnos realizan un máster de Diplomacia y Relaciones Internacionales. Una institución pública que también está sometida a la forma de entender el Ministerio de José Manuel Albares. Aunque a nivel de organigrama depende de la Subsecretaría de Asuntos Exteriores y de Cooperación, hace tiempo que se exigió que muchas de las actividades públicas de la escuela se enviaran al gabinete del ministro para su visado. «No se respeta la libertad de cátedra», resume en una frase uno de los miembros de la escuela, que ya no está dentro, consultado por EL MUNDO. Algo que fuentes oficiales del ministerio niegan, pero este diario ha podido constatar en varias de sus manifestaciones.
El directorio de la Escuela está formado por ocho miembros que pertenecen a la Carrera Diplomática. Una estructura cuya composición cambió el pasado junio, al terminar el último curso. Fueron estos quienes sufrieron el «afán de controlar las actividades» por parte de Albares.
«Pedían que todo se planteara previamente para ser aprobado, cosa que es prácticamente imposible porque hay días que se imparten hasta 20 clases entre todos los cursos», rememora esta persona, que ha pedido no ser identificada, aunque sí enumera órdenes que fueron cambiando la organización de las cosas. Todas, según el gabinete del ministro consultado por este medio, son «falsas» aunque este medio ha tenido acceso a documentación que prueba cómo el día a día de la escuela pasa por el gabinete político del ministro.
El 7 de junio de 2024, 15 diplomáticos jubilados firmaron la Declaración sobre algunos aspectos de la Política Exterior Española. Un documento que publicó EL MUNDO en el que expusieron que «la política exterior debe ser llevada a cabo con el mayor consenso posible entre el Gobierno y los partidos de la oposición» y subrayaron que «debe buscar el interés general de España y no el particular de un partido o de una persona». Después de este texto, «se dio orden para prohibir que esos funcionarios jubilados dieran clase en la Escuela«, recuerda la fuente. Este extremo es negado por Exteriores, aunque el veterano diplomático Inocencio Arias confirma las consecuencias que la misiva tuvo para los firmantes. «Yo iba dos veces al año a la escuela y ya no me llaman», asegura en conversación con EL MUNDO.
También intentaron llevar a Alfonso Dastis a impartir una lección, pero no se lo permitieron, aduciendo que «sólo diplomáticos activos que en ese momento trabajaran el área a tratar podían dar clase». Desde el gabinete del ministro pasan del desmentido a matizar que «es la escuela la que decide sus intervinientes«.
Pero estas prácticas no afectan sólo a ex ministros del PP. Según rememora la fuente: «Borrell expresó su deseo de acudir a la Escuela en abril del 23 para dar una conferencia y presentar un libro. Lo hizo a través de su amigo y entonces director de la Fundación Carolina Antonio Sanahuja«. De acuerdo a su testimonio, cuando el alto comisionado le comentó su idea a Albares, el ministro «se puso muy nervioso» pues en esa fecha «él no podía acudir a la charla». En esa ocasión, «Borrell finalmente tuvo que irse a otro sitio». «No pudo volver a la Escuela hasta meses después, con Albares presente», concluye.
Durante la presidencia de turno del Consejo de la Unión Europea, España acogió una reunión de escuelas diplomáticas de los 27 en la que el experto en Oriente Medio Haizam Amirah Fernández, investigador del Real Instituto Elcano, ofreció una charla. Fue en noviembre de 2023. Año y medio antes, Amirah había tuiteado: «Tres días después del anuncio hecho por #Marruecos del cambio de posición del Gobierno de #España sobre el conflicto del #Sáhara, sigo teniendo muchas más preguntas que respuestas. Demasiadas teorías, pero escasa claridad». Al conocer la charla de Amirah, se pidieron explicaciones de su presencia.
También se vetó una charla del analista argentino Marcelo Gullo, autor de varias obras que desmontan la leyenda negra sobre el pasado colonial de España, porque «era rancio» aunque el escritor tenía los billetes comprados. María Elvira Roca Barea, referencia también en ese ámbito, sí que ofreció una conferencia, que se filmó, pero luego no la colgaron en su página web.
Estos son algunos de los ejemplos que las fuentes consultadas ofrecen a este diario para mostrar que desde la cúpula del ministerio «desconfían de todo lo que les rodea». Denuncias que hacen pidiendo anonimato, pues son conscientes de que exponerse puede afectar a su carrera. De hecho, ningún miembro de la anterior directiva de la Escuela está al frente de una misión diplomática, cuando era tradición que sucediera.
Como ha comprobado este diario, el ex director Santiago Miralles, que tiene cargo de embajador en el escalafón, es cónsul en Edimburgo. Estaban como vocales asesores Pedro Calvo Sotelo -ahora cónsul de Asuntos Culturales en Nueva York- y Román Oyarzun, que es cónsul general en Ámsterdam. Completaban la dirección Francisco José Sanabria y Álvaro Rodríguez, que están en Madrid en la sede del Ministerio. El primero como «vocal asesor en la dirección general de políticas de desarrollo sostenible», un cargo que, en la jerga diplomática, equivale a «hacer pasillo«: dejarte sin funciones definidas. La esposa de Sanabria es otra de las que se ha quedado sin embajada en la previsión de peticiones para el sorteo. De Rodríguez nadie sabe explicar su destino.
Más allá del control del contenido curricular, ha habido otros cambios con la llegada del ministro. La Biblioteca, bautizada como Castiella porque fue el donante de la mayoría de libros, se llama ahora tan solo biblioteca para no recordar al ministro de Franco, aunque regaló la mayoría de ejemplares.
También se cumplió con una demanda del PNV, que había solicitado que se cambiara el nombre de los cursos Ullastres por su «escasa» idoneidad al ser Alberto Ullastres un ministro y ex embajador de la dictadura, aunque fue la persona que fundó estos cursos gestionados por la Secretaría de Estado para la Unión Europea. Ahora se llaman «Curso de la Unión Europea».
Las prácticas del Ministerio destapadas por el testimonio de los diplomáticos en este diario han provocado que el Partido Popular solicite la comparecencia de Albares en la comisión de Asuntos Exteriores. También han registrado cuatro preguntas sobre los criterios para los ceses de embajadores y la neutralidad política de la carrera diplomática.