Ahmad Awad |
Ciudad de Gaza (EFE).- La población de la Franja de Gaza, agotada tras año y medio de guerra, se ve incapaz de hacer frente a una expansión de la ofensiva israelí en el enclave palestino como anunció anoche el gobierno de Benjamín Netanyahu: «El plan es una locura».
Bassem Al Shanbari, un joven palestino de 24 años, denuncia ante EFE que Israel lleva casi dos años matando a sus vecinos y amigos «diciendo que eran miembros de Hamás».
Aun así, el joven, que vive en Ciudad de Gaza, se muestra también muy crítico con el grupo islamista, al que culpa de «todo lo que nos está pasando ahora»: «Nadie aquí los quiere en el Gobierno».
El otro gran anuncio del ejecutivo israelí es la aprobación de un plan para, «si es necesario», reanudar el acceso de suministros a la Franja, cuando se cumplen más de dos meses de bloqueo a la entrada de ayuda humanitaria en el enclave palestino.
Preguntado sobre el nuevo esquema de Israel para reanudar la entrada de ayuda a Gaza, que busca evitar que Hamás tenga acceso a todo lo que entre a la Franja, dice que es una «locura».
Sobrevivir cada día
«¿Quién es Hamás? Aquí toda la gente se está muriendo de hambre, no sólo Hamás. Dicen que quieren presionar a Hamás, pero nos presionan a nosotros», denuncia el joven palestino.
Sobre la posibilidad de ir caminando hasta Rafah, una localidad situada a unos 30 kilómetros de Ciudad de Gaza, al sur del enclave, para conseguir comida, como figura en el nuevo plan israelí, Bassem afirma que no puede ir a ninguna parte «sin el miedo de que me maten en un bombardeo».
El hambre y la falta de bienes provocados por el bloqueo impiden a los habitantes de Gaza procesar el trauma sobre todo lo que han perdido porque sólo pueden pensar en una cosa: «Sobrevivir el día de hoy».
Ante un posible fin del bloqueo, Bassem cuenta que la situación alimentaria en la Franja «es peor que nunca», ya que la población «se está muriendo de hambre» porque no hay comida en los mercados y los precios de los pocos productos que se encuentran se han encarecido sin medida.
Deudas por el hambre
La desesperada situación que se vive en la capital de la Franja condujo al saqueo de la única cocina comunitaria que continuaba funcionando hace dos días. «Hay crimen organizado, los saqueadores vienen con armas y provocan el caos, luego vienen familias hambrientas y se llevan la comida», detalla el joven.
Este lunes, 300 personas hacían cola en una escuela en Ciudad de Gaza para recibir su única comida diaria, una sopa con pasta, de manos de una organización argelina. Según atestiguó EFE, esperaron allí casi cuatro horas para poder hacerse con su ración, en uno de puntos de distribución de comida del enclave, que se están quedando sin reservas.
Naser Al Omar, de 45 años, no ha comido nada en lo que va de día. «No hay nada», lamenta a EFE desde otro punto del enclave, Jan Yunis, al sur de la franja.
Explica que consigue algunas latas en el mercado, pero lo hace a base de endeudarse, por lo que calcula que debe unos 1.000 dólares en comida y medicinas, ya que también sufre anemia y las consecuencias de una herida que se hizo mientras se refugiaba en una escuela de la Agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA).
«No hay un minuto en la noche en que durmamos, no hay descanso en absoluto ni ningún consuelo psicológico», asegura Naser, que relata la destrucción provocada por los constantes bombardeos israelíes sobre Gaza, donde todas las casas «están reducidas a cero».
Los niños, sin comida
Los menores están siendo las principales víctimas en esta guerra, también de la hambruna provocada por el bloqueo de Gaza, ya que necesitan alimentos que contengan proteínas, calcio y vitaminas para poder crecer adecuadamente.
Ayeh Abu Hammam Shurab, 34 años, señala también desde Jan Yunis que los niños gazatíes sufren debilidad e inanición porque no pueden acceder a los productos necesarios para su desarrollo.
Shurab, que tiene a su cargo una familia de cinco miembros, ve «muy lejano» el final de la guerra en Gaza, donde la población se enfrenta a condiciones «extremadamente difíciles y complicadas».
Su familia lleva dos meses en condiciones de hambruna porque es casi imposible conseguir comida: «Compramos de lo que hay y en cantidades muy pequeñas debido a los altos precios (…) El precio de un saco de 25 kilos de harina, un pilar de la alimentación en el hogar, es de unos 400 dólares».
A la escasez de bienes por el cierre de los pasos fronterizos se añade que las zonas agrícolas están ahora bajo control israelí y la falta de poder adquisitivo ya que, en una Gaza asediada, no hay trabajo.