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Trump aprovecha la guerra del Congo para asegurar el acceso de Estados Unidos a minerales estratégicos

Estados Unidos negocia un acuerdo con Ruanda y la República Democrática del Congo (RDC) para poner fin a la guerra que enfrenta a ambos en el noreste de este último país. Sin embargo, la condición previa para la firma de este pacto es que las empresas estadounidenses tengan un acceso privilegiado a minerales estratégicos como el cobalto, el litio, el tantalio o el estaño, materiales que ambos países poseen en abundancia y que son fundamentales para la industria tecnológica. A cambio, la Administración de Donald Trump se comprometería no solo a lograr un acuerdo de paz, sino a garantizar la integridad territorial congoleña, hoy amenazada por la invasión del grupo rebelde M23 apoyado por las autoridades de Kigali, y a desarrollar infraestructuras, como ferrocarriles, carreteras y presas, mediante la inversión del sector privado estadounidense.

Y los primeros pasos, tanto en lo que se refiere a la paz como a los acuerdos comerciales, ya se están materializando. Por un lado, el asesor principal para África de la Administración estadounidense y consuegro del propio Trump, el empresario Massad Boulos, anunció en la red social X que acababa de recibir el primer borrador de la propuesta de paz, del que en cualquier caso no han trascendido los detalles. Por otro lado, el grupo Trinity Metals, que explota la mayor mina de estaño de Ruanda, acaba de firmar un acuerdo con la compañía norteamericana Nathan Trotter, líder en procesado y distribución de este metal, para establecer una nueva cadena de suministro estable de estaño desde Ruanda hacia EE UU. Según la oficina de recursos energéticos del Departamento de Estado norteamericano, este tipo de proyectos ligados a los minerales críticos apoyan “la relocalización industrial de EE UU”, refuerza la seguridad nacional estadounidense y promueve la prosperidad económica.

La ofensiva lanzada desde finales del año pasado por los rebeldes del M23 en el noreste del Congo se intensificó a finales de enero y en febrero con la toma de dos de las principales ciudades de la región, Goma y Bukavu, que siguen ocupadas por este grupo armado. Las diversas iniciativas para alcanzar un alto el fuego sostenible, entre ellas el proceso de paz de Doha liderado por Qatar, no han logrado, por ahora, detener la guerra. Ante el avance del M23 y los soldados ruandeses en su territorio, el presidente congolés, Félix Tshisekedi, escribió el pasado 8 de febrero una carta a su homólogo estadounidense, Donald Trump, en la que le pedía ayuda para derrotar a los rebeldes a cambio de acceso a sus minerales estratégicos, según reveló el The Wall Street Journal.

La respuesta estadounidense no tardó en llegar. Boulos llevó a cabo una gira por Congo, Ruanda, Kenia y Uganda en la que definió la hoja de ruta de la intervención estadounidense en este conflicto. El primer país con el que se establecieron negociaciones fue la propia RDC. Aunque no se ha especificado qué tipo de ayuda militar recibiría, ya se trabaja en acuerdos que permitan que los minerales estratégicos congoleses fluyan hacia EE UU a cambio de inversión en ferrocarriles, carreteras y proyectos energéticos, como presas hidroeléctricas, en un contexto de reformas ligadas a la seguridad jurídica y la transparencia para que dichas inversiones sean posibles.

“Impulsar la inversión del sector privado estadounidense en la RDC, particularmente en el sector minero, es un objetivo compartido que hará a ambos países más prósperos”, dijo Boulos en una comparecencia de prensa. Se trata de una propuesta “de beneficio mutuo. Nuestro papel es facilitar la inversión del sector privado estadounidense, pero también brindar pleno apoyo institucional”, añadió. Hasta ahora, el grueso de las exportaciones minerales de la RDC tienen China como principal destino. El asesor principal para África de la Casa Blanca confía en que esta iniciativa incline la balanza hacia EE UU. “Con el tiempo, el pueblo congoleño verá quiénes son sus mejores socios”, manifestó Boulos. El portavoz del Gobierno congolés, Patrick Muyaya, confirmó la existencia de dichas negociaciones.

El acuerdo se centra en la RDC, pero también incluye a Ruanda. Tal y como dijo a Reuters el propio Boulos, “el acuerdo con Congo es mucho mayor, porque es un país mucho más grande y tiene muchos más recursos, pero Ruanda también tiene muchos recursos y capacidades y potencial en el área de la minería también”. El primer fruto de estas negociaciones se pudo ver a finales de abril, cuando los ministros de Exteriores de RDC y Ruanda, Thérèse Kayikwamba Wagner y Olivier Nduhungirehe, respectivamente, firmaron en Washington una declaración de principios en la que se comprometían a sentar las bases para una paz duradera en el noreste del Congo. Dicha firma se llevó a cabo en presencia del secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, y se anunció como el paso previo a un acuerdo de paz definitivo que aún no ha llegado.

Y el jueves pasado, Boulos recibió un primer texto de acuerdo que anunció con el siguiente mensaje en la red social X: “Acojo con satisfacción el borrador de la propuesta de paz recibida tanto de la República Democrática del Congo como de Ruanda. Este es un paso importante hacia el cumplimiento de los compromisos asumidos en la Declaración de Principios, y cuento con su compromiso constante para lograr la paz”.

En las últimas dos décadas, China ha logrado una posición de privilegio en la explotación de los minerales estratégicos congoleses. Sin embargo, EE UU está tratando de recuperar terreno con ambiciosas iniciativas, como el llamado Corredor de Lobito, una línea férrea que pretende unir Angola, Zambia y la propia RDC. En la actualidad, China controla el 80% de la producción de cobalto congolesa, sobre todo en el sur del país, pero el enorme potencial en otros minerales como el tantalio de la región de los Kivus, donde opera el M23 y hoy dominado por la producción artesanal, sustenta el interés del sector privado estadounidense. Para ello, sin embargo, es imprescindible que se alcance primero la paz.