Hi, personicas.
Otro mes más con doble sesión cinéfila, nuestra particular Sight & Sound dentro de HS para comentar los últimos estrenos y entrar en profundidad en un cineasta escogido directamente en el Discord hipersónico. Este mes tenemos a Luca Guadagnino y también unas cuantas dosis de cine mayúsculo.
Llegado a cierto punto has visto suficientes películas para no acordarte de la trama de ninguna, ni siquiera de las que más te gustan. Lejos de ser un problema (de las películas en cuestión o de uno mismo), muestra cómo es un elemento meramente accesorio frente a lo que realmente transpira del cine, que puede ir desde las imágenes extraordinarias hasta aproximarte a personajes que probablemente nunca te cruces, o incluso mantenerte en una poderosa gama de sensaciones.
Pocas películas recientes transpiran todas esas partes únicas del cine como esta. Una historia de mujeres mantenidas en una impermanencia que no debería proceder en su situación de independencia laboral y económica. Payal Kapadia se va moviendo con impresionante fluidez entre la ficción narrativa, el documental o el videoarte sin considerar cómo va a hacer progresar eventos, sino en cómo va a recrear esas sensaciones que viven sus personajes y la experimentemos sin tener sus vivencias.
Ese impulso por capturar con inmensa belleza lo más pequeño convierte en esto en una obra realmente mágica.
Mohammad Rasoulof no será el primero ni el último de los directores iranís perseguidos y encarcelados por el régimen por el mero hecho de denunciar la horrible situación del país. Lejos de contenerse, el director de la increíble La vida de los demás se supera con una amplia y directa soflama con alma de thriller que señala sin pudor la injusticia del sistema judicial y la represión de las mujeres. Una obra de contundencia y ambición mayor que gana por completo por su rabia y por sus decisiones de cámara.
Por supuesto que de entrada quieres apoyar la película animada letona que protagoniza un gato, son casi 3,5 estrellas de entrada para cualquier cinéfilo gafitas. Aun así, el viaje que propone Gints Zilbalodis es la clase de respuesta que necesitamos ante una animación mainstream más complaciente y manufactura con una perfección cada vez más estéril.
Las imperfecciones de Flow casi parecen más apropiada de una época primitiva para la animación por ordenador, pero consigue desde ahí unos comportamientos animales muy creíbles y naturales, haciendo que no resulte tan edulcorado y fácil su discurso de la fuerza de la colaboración, especialmente en tiempos urgentes y tormentosos. Incluso experiencias tan espectaculares como la de Robot salvaje se llegan a sentir menos deslumbrantes que lo que esta pequeña pieza de presupuesto 10 veces menor es capaz de lograr.
Hablar en términos mayúsculos se vuelve imperativo en una película como esta que casi demanda canonización inmediata, o al menos ser discutida en relación a maestros que van desde Luchino Visconti hasta Paul Thomas Anderson. Su andamiaje claramente busca una majestuosidad que puede contraponerse demasiado a su voluntad en meterse en jardines, en abordar claroscuros muy complejos en torno al arte, su creación y su propiedad.
Pero Brady Corbet consigue salir bastante bien parado de su compleja empresa, especialmente por sus decisiones narrativas. La perspectiva que elige complica lo que vemos, la estructura con intermedio nos hace la experiencia bastante especial además de digerible, y sus formas para retratar personajes, paisajes y estructuras son increíbles. Estamos ante una obra que aparenta buscar la perfección, pero lo que la hace extraordinaria está en cómo indaga en lo aberrante, tanto a nivel de historia como interno.
En su segunda película como director, Jesse Eisenberg afina mejor su rescate de la dramedia clásica americana en torno a personajes profundamente fracturados. Con una mirada turista desde sus propios cimientos, lo que le lleva a querer tomarse con excesiva gravedad los dramas del Holocausto en orden de parecer que va de algo grande, A Real Pain termina brillando en esos contrastes entre lo adorable y las ganas de darle un puñetazo a sus personajes, tomando el espíritu y estructura de cintas como Entre copas de Alexander Payne.
Aun siendo increíblemente menor en sus resultados, su madura aproximación a la necesidad e imposibilidad de manufacturar la catarsis ante el trauma es algo muy de agradecer, y quizá un signo de progreso de cara a que Eisenberg crezca como cineasta.
Con una traducción de título que grita “lugar común” a viva voz, un artesano del thriller fascista como Peter Berg y el guionista Mark L. Smith, conocido por escribir un western crudo y helado como El renacido, ofrecen una miniserie del Oeste con lo mejor de ambos mundos. Estilizada a más no poder, pero potente y también punzante sobre las tensiones entre colonos y nativos, dando forma a una experiencia brutal de supervivencia que logra aquello que Horizon se empeñó en deformar en forma de película.
El thriller guarro de padres, tan fuerte como calzarse una botella de Soberano y un paquete de Marlboro, elevado a sus extremos más fabulosamente ridículos y los más arties al mismo tiempo. Entre el Michael Mann de Corrupción en Miami (la peli) y el peak de Fast & Furious, dando un atraco ejemplar, tiroteos en coches y diversión chunga Europea. Gerard Butler dando todo lo que esperabas y más.
El esperado regreso de Adam Elliot con su animación en stop-motion centrado en aspectos tan ligeros de la experiencia humana como la soledad, el trauma o la depresión no va a dejar mal sabor de boca. Al menos a los que ya saben a lo que entran.
Con diseños ultraespecíficos y una textura visual casi palpable, el director de Mary and Max ofrece aquí una estructura de viñetas casi antológica con algunos deslices, pero siempre desvela una manera muy empática de entrar en las vivencias duras de sus personajes. Ha habido que esperar tiempo para ver de nuevo este enfoque tan particular en el medio, pero puede tomarse todos los años que necesite si es capaz de entregar pequeñas joyas como esta.
Meterse en el universo seriéfilo de Taylor Sheridan te expone a muchas producciones desiguales y bastante blanqueamiento fascista, pero en unas pocas ocasiones puede hacer algo formidable con esto último. Su thriller militarista regresa dándole más cancha al personaje de Zoe Saldaña y más observación al desgaste que genera en los soldados su compromiso a un país violento y a la clandestinidad. No es que sea algo que moralmente deba compungirnos, pero sí logra unos fuegos artificiales entretenidísimos en forma de drama adulto que ya apenas tiene espacio en el cine.
Un buen dad thriller al que quizá le falte una revisioncilla de guión. No hace falta gran cosa: añádele al principio una escenita, o al menos algunas líneas de diálogo, a cada personaje para que me interesen más y haya algo de alivio cómico y luego, ya que te pones de bajona, dale al final alguna capita extra de pintura que le dé al conjunto un extra de chicha temática.
Le falta eso pero lo que hay es muy, muy sólido: es rápida, es concisa, los actores funcionan muy bien como conjunto (que es de lo que se trata), brilla en los momentos de tensión y por descontado que es entretenidísima. Más allá de esto, se le puede criticar mucho la película, todas las películas, que no es ni quiere ser. pero ese es un jardín bastante estéril. (poliptoton)
Es posible que el acuerdo con Netflix termine llevando a Aardman a una posición similar a la de Pixar, que tiene que pensar secuelas nuevas en lugar de nuevas ideas a explorar, pero al menos estos están consiguiendo hacer películas más disfrutables en el proceso. El regreso de Wallace y Gromit es simpáticamente payaso y maravillosamente artesanal, un fabuloso contraste con la calculada perfección de una Inteligencia Artificial contra la que se tienen que enfrentar. Tiene todo lo divertido de la dinámica entre estos dos personajes y una acción estupenda y mejor diseñada que la mayoría de cintas de imagen real.
Un curioso divertimento más de la factoría Lonely Island, aunque ella misma insista en que lo que cuenta no es asunto de risa. Jake Johnson hace una estupendo relato sobre soledad, negación y zonas de confort que funciona mejor en su deriva hacia una comedia romántica indie y en sus pequeños amagos hacia el terror. Le sobran eso sí unas florituras que intenta hacer para demostrar que es director de verdad (clásico error de actor que debuta como director) y le falta un mejor tercer acto.
Por supuesto que un biopic de Robbie Williams es de entrada un no. Por la pereza que son los biopics musicales oficiales y por él en particular. De ahí que sea una sorpresa tan positiva que uno donde su vida es contada a través de un mono CGI acabe resultando entretenido y hasta espectacular. Números musicales muy efectivos, algunas bizarradas (como cierta vista a una clínica) y la abierta falta de vergüenza hace de esto un ejercicio más estimable e incluso memorable de lo que tiene derecho a ser.
Lo creativo como mecanismo de redención o incluso reparación de uno mismo es una cuestión que se puede volver muy conmovedora, pero también puede pasarse de rosca. Y es difícil no pasarse cuando se cruza entre medias la sinceridad desbordada y un tanto petarda de un theater kid, como le pasa a esta interesante historia basada en las interesantes prácticas de la auténtica prisión de Sing Sing. Le pueden tanto las buenas intenciones como la pasión por lo estrafalario, eliminando aristas al viaje de un protagonista interesante que tiene que ser levantado por un Colman Domingo cargado de carisma (aunque por supuesto es el primero en dejarse llevar por el entusiasmo del theater kid).
¿Es realmente peor que la primera temporada o sólo se ve peor? Es difícil discernir, porque lo segundo influye en lo otro, pero es cierto que la estructura más dispersa en la que se ha metido Silo por diseño le ha jugado un poco en contra. Sigue habiendo gusto en la construcción de mundo, en cómo plasma su distopía y sus misterios, pero tener que ir saltando entre personajes tan bruscamente y con interés desigual acaba pasando factura.
Hacía tiempo del último drama romántico británico con sus puntos de humor tontorrón y sus dramones intensos que no acababa estirado a 10 episodios de televisión. No es que esto nos deba hacer tener simpatía de más por esta modesta pieza que, por otro lado, sale bien parada de su componente de tragedia anunciada y una narración no linear que podrían haberle salido realmente mal. En su lugar consigue ser fluida, estimable y convencional de una manera reconfortante, aunque claramente necesita de algo más para resultar memorable.
Que Netflix estrene en enero sin nada de promo una serie de Hirokazu Koreeda no es ni mucho menos señal de alarma, ya que ya lo hicieron hace un par de años con una serie estupenda. De hecho, ya sólo la premisa daba para sentirnos seguros de que el director japonés iba a clavarlo, explorando las consecuencias de un secreto familiar en un grupo de hermanas variopintas.
El resultado es familiar hasta el extremo, llegando a un punto similar a sus obras menores donde se sentía todo tan en su sitio como también dejado hasta los mismos huesos en cuanto a austeridad. Añádele el factor de “una película de 7 horas en lugar de ser una serie” y la sensación de estar cumpliendo un trámite con él se incrementa progresivamente. Una lástima.
Demasiado didáctica y azucarada para ser la mordaz comedia negra que también pretende ser, Canina busca de manera demasiado deliberada ser el relato de culto sobre la maternidad agotadora que alcanzó la reivindicable Tully de una manera más natural. El enfoque de Marielle Heller no busca ni tampoco requiere de sutilezas, pero su inestabilidad narrativa termina nadando en contra de una historia que podría haber sido muy divertida al mismo tiempo que exhibía colmillo.
En la línea de lo que ya fue la primera temporada:
La serie vuelve a plantear viejos esquemas con nuevos personajes (por lo demás totalmente vacíos), otra vez repartidos entre el trabajo (la jefa de departamento y un supuesto amigo íntimo que jamás fue mencionado en 11 años de Cheers) y la familia, con el hijo (que sirve para replicar de manera un poco perezosa el conflicto white collar-blue collar de la original entre Frasier y su padre), su compañera de piso (que de momento parece colocada ahí sólo para que la serie tenga su propia, y cansina, tensión sexual no resuelta) y el hijo de Niles y Daphne (que directamente no se sabe qué pinta aquí en absoluto). Esta nueva Frasier es plana y olvidable hasta decir basta, consiguiendo rascar alguna fugaz sonrisa (casi siempre a través de guiños al pasado) que hace que no te apetezca ni odiarla.
Como la propia casa en la que tiene lugar la acción, Heretic (Hereje) tiene un diseño muy enrevesado, pero al fin y al cabo circular, donde la tensión y la elevada disquisición sobre religiones tratan de sacar el conjunto de la película de terror promedio. Se mete ella sola en una trampa de su propia creación, llegando a un punto donde ves que solo tiene esquinas que recorres hasta cansarte y que hasta te agote un Hugh Grant llevando lo de siempre hacía lo macabro e interesante.
Una más que sumar a la ola de películas de terror o fantástico contemporáneas que le dan una vuelta moderna a Las mujeres de Stepford. A favor de La acompañante hay un par de cosas: 1) Querer aparentar ser la nueva Barbarian pero no exasperarte guardándose giros de guion que quedan claros pronto, y 2) anclarse más en la comedia negra que en la intriga (hay un chiste gracioso en torno a la configuración de idiomas). Es una lástima que a menudo la ejecución acabe siendo muy básica o incluso torpona, quedando tan fallida en sus buenas intenciones como No te preocupes querida (quizás más mordaz con el mismo mensaje).
Sí, otro thriller malo de Liam Neeson. Contened el aliento de sorpresa.
Es fácil querer “corregir” lo que hacen mal los sexythrillers ejemplares de Paul Verhoeven o Adrian Lyne en cuanto a dinámicas de poder o consentimiento. Ningún problema con ello, pero Halina Reijn no tiene tantas cosas que elaborar al respecto, acabando en una estructura bastante repetitiva alrededor de personajes regular escritos, dejando la sensación de que al menos Babygirl fuese una fantasía thrash con la que retozar malamente.
Primero, un aplauso para los responsables de la traducción por recordarnos los buenos tiempos de los títulos españoles tróspidos y subrayados. Pone más de cara disfrutar de otra muestra de cómo Taylor Sheridan estira demasiado sus posibilidades hasta volverse el Ryan Murphy pollavieja.
A este thriller-western petrolífero se le ven las clásicas costuras, desde aspecto apresurado (propio de cuando quieres sacar 6 o 7 series en un año) hasta el empeño de convertir esto en la siguiente Yellowstone. Chirría tanto que irrita aún más en cosas como una misoginia más desatada que nunca, donde no hay mujer que no sea una rubia tonta o una tocapelotas. Hasta Demi Moore aparece únicamente para decirle a Jon Hamm “haz lo que tienes que hacer”. Pasando.