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Pactar con la industria china

El trasfondo de la temeraria guerra comercial desatada por Trump radica en la impotencia de Estados Unidos para hacer frente al imparable desarrollo tecnológico chino. En la UE la crisis arancelaria ha puesto al descubierto el retraso de la industria europea ante los extraordinarios avances logrados por las empresas chinas. Un atraso que ya había sido puesto al descubierto por los informes Draghi y Letta el año pasado. Sin embargo, las alarmas lanzadas por estos documentados análisis no lograron despertar a los industriales y políticos europeos. Las agresivas sacudidas de Trump obligan a una relectura de ambos trabajos y actuar en consecuencia.

El valioso documento de los profesores Rafael Myro y Vicente Salas, La política industrial europea en la transición hacia el vehículo eléctrico, (EuropeG) profundiza en los trabajos de Draghi y Letta para desvelar con toda crudeza “la enorme dependencia que la economía europea posee del abastecimiento de materias primas y otros inputs (bienes) intermedios de China”. El trabajo, centrado en la industria del automóvil, destaca su notable importancia para la UE al ocupar a 1,4 millones de personas directamente y a 13 millones indirectamente.

Los avances de la industria china son clamorosos, especialmente en los vehículos eléctricos. En el ámbito de las baterías, el componente más caro de estos coches, la producción comunitaria representa hoy menos del 10% de la oferta mundial, frente al 80 % de China. En 2023, la UE fue la destinataria de casi 55% de las exportaciones del gigante asiático, cuando en 2019 solo suponían el 1%. Un indicador de la dependencia tecnológica ha sido la decisión de Volkswagen de unirse a la china Xpeng para desarrollar conjuntamente una arquitectura eléctrica en China.

Lo más relevante del trabajo de estos reconocidos investigadores es su decida apuesta por alcanzar acuerdos con los industriales chinos. “Parece claro”, sostienen, “que es preferible obviar los aranceles y alcanzar pactos con China que permitan el establecimiento de las empresas de este país en territorio comunitario, y la transferencia de tecnología a sus competidoras europeas, así como el acceso estable a minerales y materiales críticos”.

Myro y Salas consideran, no obstante, que la implantación de empresas chinas en la UE “solo debe ser parte de una política industrial más vigorosa que la desarrollada hasta ahora”. Advierten del riesgo de que las filiales chinas acaben adueñándose del sector en algo más de una década. Para evitarlo creen que los estados miembros “deben apostar por la innovación en el sector, en todas las fases de su cadena de valor, y que, en aras de una mayor eficiencia, ello exige coordinar las acciones de las empresas en el plano comunitario, y apoyarlas con fondos públicos”.

En el nuevo escenario internacional diseñado por la administración Trump, Europa debe abrir su campo de visión y alcanzar acuerdos con otros países, principalmente los emergentes, que cumplen los pactos y con los que pueden beneficiarse mutuamente. El caso del automóvil es un ejemplo paradigmático.