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¿Nos hace tontos internet?

Es muy posible que un humano actual, acostumbrado a vivir con el permanente auxilio de toda clase de artilugios tecnológicos, tendría menos capacidad de sobrevivir aislado en una selva virgen que un homínido ancestral, acostumbrado a hacerlo cuando los únicos recursos externos disponibles eran los que le proporcionaba la naturaleza. Pero, en los países desarrollados de hoy, y también en muchos que no lo son, esa naturaleza incluye internet y sus sofisticados medios de información, como Google, que hasta los más jóvenes manejan pronto con relativa facilidad. Cuando se produce un apagón informático y tecnológico, como hemos visto recientemente en España, nuestra vida se complica, lo que nos lleva a preguntar si un humano de hoy podría tener las capacidades inteligentes y de supervivencia de nuestros ancestros si una catástrofe ambiental nos privara permanentemente de esos modernos artilugios a los que estamos acostumbrados. ¿Acaso las nuevas tecnologías reducen nuestra inteligencia y nos hacen tontos?

En respuesta a esa recurrente cuestión, hay quien cree que sí, que, aunque sea innegable que el uso de la tecnología nos facilita la vida, al modificar el funcionamiento de las neuronas y hacernos creer que sabemos más de lo que sabemos (pues llegamos a confundir la memoria en línea con la propia), el consumo en Google y otras redes de internet, deteriora nuestras capacidades mentales, particularmente el razonamiento y la memoria. Así, junto a la experiencia propia y común, algunos experimentos indican que quien utiliza siempre el GPS para llegar a su destino tiene un peor recuerdo de las rutas navegadas, y quien usa Google como una memoria externa a costa de la propia (cognitive offloading, en inglés) puede acabar, como decimos, haciéndose tonto. ¿Es eso cierto, o tal vez no sería demasiado difícil recuperar las capacidades mentales perdidas por su falta de uso si se nos privara de los medios tecnológicos actuales?

Si bien es cierto que el abuso de la moderna tecnología puede acelerar la pérdida natural de las capacidades mentales propias, también lo es que el uso de medios como Google puede permitirnos liberar espacio y tiempo de nuestra mente para atender a otros asuntos, lo cual constituye una importante ventaja adaptativa. Pero, como ha sugerido el psicólogo especialista en el estudio de la memoria Daniel Scharter, aunque internet y los dispositivos modernos de inteligencia artificial puedan afectar a la memoria de tareas específicas, como recordar una determinada ruta si hemos usado Google para navegarla, no hay pruebas concluyentes de que esos usos puedan causar un significativo deterioro de nuestra capacidad general de memoria o de otras capacidades inteligentes, sin olvidar, aunque solo sea por cautela, que también podemos acabar confundiendo el deterioro mental supuestamente causado por el abuso tecnológico con el que tiene su origen en el propio envejecimiento de las personas.

No solo internet, sino también todos los usos modernos de tecnología, como los teléfonos móviles, los archivos de ordenador o las listas o recordatorios varios sobre necesidades y obligaciones, están continua e inevitablemente modelando nuestro cerebro y capacidades mentales. De hecho, el cerebro humano funciona así, siendo su principal función la de adaptarse y adaptarnos continuamente, tanto en escalas temporales de siglos (lo que hace el proceso evolutivo), como de horas o días (resultado de nuestras corrientes actividades y circunstancias), a las más difíciles y cambiantes situaciones.

Nuestro órgano supremo, como nos recordó el neurocientífico John Morgan Allman en su excelente libro Evolving brains, no es otra cosa que un extraordinario amortiguador de los cambios ambientales que continuamente se producen en un inestable mundo como el nuestro. Modificando su propia organización y funcionamiento, el cerebro hace posible nuevas conductas que permiten afrontar los nuevos retos y requerimientos generados por esos cambios, sobre todo cuando resultan inconvenientes para la supervivencia y el bienestar de los animales. Su permanente y principal objetivo es, de ese modo, mantener adaptado a su medio vital el comportamiento de sus portadores.

Afortunadamente, estamos biológicamente preparados para hacerlo, por lo que son legítimas y razonables las sospechas científicas de que, en el caso de los humanos de hoy sufriéramos un “apagón tecnológico” duradero o permanente, nuestro cerebro seguiría siendo capaz de amortiguar esa nueva situación adaptándonos de algún modo a ella. En realidad, eso es exactamente lo que ha venido haciendo desde su origen en el periodo Cámbrico hace 500 millones de años, sin que, por ahora, nada nos haga sospechar que pueda dejar de hacerlo.

Materia gris es un espacio que trata de explicar, de forma accesible, cómo el cerebro crea la mente y controla el comportamiento. Los sentidos, las motivaciones y los sentimientos, el sueño, el aprendizaje y la memoria, el lenguaje y la consciencia, al igual que sus principales trastornos, serán analizados en la convicción de que saber cómo funcionan equivale a conocernos mejor e incrementar nuestro bienestar y las relaciones con las demás personas.