Ana Burgueño
San Sebastián (EFE).- Xabier Gutiérrez une pasado y presente en su nueva novela, donde nazis y científicos se mueven por Canfranc. El escritor y cocinero dirigió durante 33 años el departamento de innovación del restaurante Arzak y en 2015 se estrenó como autor de ficción. Ahora llega a las librerías ‘El juego de la muerte’, su sexto título de género negro, y quizá el último.
Su nuevo libro se desarrolla en el Pirineo aragonés en dos tiempos: 1943, cuando una joven judía cruza la frontera escapando de los nazis, y 2023. En esta parte, el poco conocido Laboratorio Subterráneo de Canfranc adquiere un especial protagonismo en una trama donde no tarda en aparecer un cadáver.
Tres años de escritura
Así como en su primera novela, ‘El aroma del crimen’, apenas se tuvo que documentar, ‘El juego de la muerte’ (Libros Cúpula) le ha requerido una importante preparación. Ha tardado en escribirla tres años.
«Cuando hablas del pasado, aunque sea cercano, tienes que ir con mucho tiento. Además de la lectura de libros relacionados, me han servido mucho los testimonios de gente muy mayor. Me han encarrilado hacia lo que era la vida en aquella época», señala el autor de la tetralogía de ‘noir’ gastronómico protagonizada por el oficial de la Ertzaintza Vicente Parra en una entrevista con EFE.
En este caso, hace de lo culinario una subtrama de la novela de un modo diferente. «Me quedaba la parte esencial de la gastronomía, que es justo lo contrario, la falta de gastronomía. En 1943, para la gran mayoría, tanto vencedores como vencidos, se trataba de encontrar comida. Hay media página en la que describo cómo una pareja se deleita comiendo un huevo frito para celebrar algo muy importante que ha sucedido», dice para ilustrar su comentario.
A 800 metros de profundidad
Canfrac es en sí mismo otro protagonista, como el único lugar de España donde los nazis estuvieron presentes durante la II Guerra Mundial y el municipio donde se encuentra el poco conocido Laboratorio Subterráneo. Se halla a 800 metros de profundidad bajo el antiguo túnel ferroviario. Es una infraestructura científica de alto nivel que investiga sobre materia oscura, neutrinos y criogenia, entre otros experimentos.
Él pudo visitarlo y fue una experiencia «increíble». «Jamás había visto un sitio así, me impresionó», asegura el escritor. Vio claramente que el presente de su novela iba a tener mucho que ver con ese espacio. Y allí puso a trabajar a su científica protagonista.
Su historia le lleva por los caminos de la inteligencia artificial y los universos paralelos. Pero no se mete «en charcos».
«No deja de ser una novela de aventuras, de misterio, suspense para todo el público. Aunque también hay mucho trasfondo para la reflexión, sobre la infancia y la educación de los niños. Todo lo que pasa es consecuencia de una falta de educación, digamos, transversal», explica.
Pequeñas historias marcianas de la cocina
De momento, se está planteando no escribir más novelas,. En cualquier caso, no volverá al Pirineo oscense que también recreó en su anterior obra, ‘El refugio de las mariposas’, la «menos entendida» por la crítica. Tampoco quiere recuperar a su ertzaina Parra para una nueva investigación, aunque se lo han pedido.
«Me suelo cansar de las cosas, me gusta tener ideas nuevas», afirma Gutiérrez. Es autor también de más de una decena de recetarios y cinco libros sobre gastronomía y arte. Ha disfrutado mucho con un nuevo texto que acaba de concluir. Lo componen un centenar de pequeñas historias «marcianas» de la cocina vividas en primera persona.
«Hay relatos muy divertidos, un tono de humor general, aunque se diluye algunas veces. Hablo de Juan María Arzak, de Pedro Subijana, de Martín Berasategui, de Ángel León, de Dabiz Muñoz, de todo el mundillo que me rodeó durante muchísimos años», cuenta el escritor. Sigue colaborando con medios de comunicación e imparte clases en el máster de Innovación y Creatividad del Basque Culinary Center.
Lo que tenía que decir en Arzak, ya lo dijo hasta 2022. «Mantener la innovación en un tres estrellas Michelin era telita marinera. Me he dado cuenta cuando lo he dejado. El mes que viene cumplo 65 años y tengo que buscar otro ritmo», remarca este profesional siempre curioso, que acabó la carrera de Psicología, aunque solo la ejerció un año en prácticas en un interesante proyecto piloto de un reformatorio en régimen abierto.
Sabe que ahora muchos jóvenes que empiezan en un sector tan exigente como el de la cocina no están dispuestos a los grandes sacrificios de sus predecesores, aunque matiza que quien desee ser «número uno» debe «olvidarse de las horas».
«Muchas veces no es que sea lo mejor, esto daría para una reflexión. Yo les digo a los alumnos ‘sed el número uno o el 15 o el 300.000, pero intentad ser felices. Cuando te vayas haciendo mayor lo único que te va a quedar es saber si has sido feliz o si has hecho felices a los que te rodean, que es casi tan importante como tu propia felicidad», subraya.