Carlos González de Rivera| Mérida (EFE).- Su vida transcurrió principalmente entre Madrid, Salamanca, Cáceres, Valencia y México, donde murió en el exilio a los 95 años. Manuel Castillo fue una incansable activista a la sombre de Migue de Unamuno.
Fue mucho más que un comprometido director de instituto, ya que fundó periódicos, impulsó causas sociales y mantuvo una relación personal, profesional e ideológica con Unamuno.
Unamuno (Bilbao, 1864) llegó a Salamanca en 1891 tras ser nombrado catedrático de Griego y allí conoció a Castillo (Madrid, 1869), licenciado en Filosofía y Letras, que lo había hecho dos años antes tras sacar unas oposiciones.
Salamanca, primera parada
Castillo, que había obtenido plaza de bibliotecario de la Universidad de Salamanca, de la que Unamuno se convertiría en rector en una primera etapa entre 1900 y 1914, fue la persona que fue a buscarle a la estación de tren y que hizo de cicerone.
El profesor Tirso Bañeza (Cáceres, 1961) aborda la figura de Castillo y la relación entre ellos en un estudio que ha publicado la Editora Regional de Extremadura.
En su opinión, mantuvieron una buena relación, incluso de amistad, pero el madrileño posiblemente no perteneciera al círculo más íntimo de Unamuno, una figura «gigantesca» en el ambiente cultural y político.
La masonería
El trabajo desvela un aspecto desconocido de Castillo, su pertenencia a la masonería, a la que se afilió en Valencia con el nombre iniciático de ‘Salmerón’.
En el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca hay un expediente sobre ello, explica a EFE el autor, que dice que antes de su exilio definitivo en México fue acogido por masones franceses.
El investigador también se ocupa de una faceta poco analizada: la responsabilidad de Unamuno sobre los distritos educativos de Ávila, Zamora y Cáceres, de cuyo instituto provincial –‘El Brocense’ actual- fue director Castillo, en coincidencia con la primera etapa rectoral del vasco.
Aquí saca a la luz 63 cartas que Castillo le escribió desde Cáceres y que pertenecen a la Casa Museo de Unamuno en Salamanca.
Las corrientes políticas
En la ciudad castellana ambos formaron parte de un grupo liberal de ideario republicano y progresista, que lideraba Unamuno, e inspiraron publicaciones como ‘La libertad’.
Enfrente estaba la corriente integrista encabezada en la prensa por Manuel Sánchez Asensio y en la universidad por Enrique Gil Robles, mientras que la opción intermedia era la de las cabeceras controladas por el obispo Tomás Cámara y Castro, conocido popularmente como ‘padre Cámara’.
En una España que veían atrasada, caciquil y clerical, ambos coinciden en una posición de izquierdas y consideran que la educación es el pilar clave para la mejora moral, social y material de la clase trabajadora, pero Castillo no abraza la fe socialista.
La llegada a Cáceres
Tras casi una década en Salamanca, Castillo saca una plaza de catedrático de Francés en el instituto de Cáceres, a donde llega en 1897 y que dirige entre 1901 y 1918.
El libro comparte el contenido de esas 63 cartas, en la que se entremezclan cuestiones familiares, de gestión educativa y del «politiqueo» de la universidad, en palabras de Bañeza.
Castillo, que en una de las misivas llama «faltón» a Unamuno porque no le escribe, se queja de compañeros profesores que sólo se mueven por el sueldo, de corruptelas en las oposiciones y de gente que le «hace el amor» para que recomiende un nombramiento, o menciona la disputa que mantiene con el obispo, Ramón Peris Mencheta.
En la primera de ellas, de 1899, habla de forma peyorativa de Cáceres, que por entonces tenía unos 16.000 habitantes, y alude, sin abordarlo expresamente, a la muerte ese mismo año de dos de sus hijos.
Después de dos décadas en Cáceres, donde nacen sus seis vástagos, abandona emocionado la ciudad camino del instituto ‘Luis Vives’ de Valencia, a donde pidió el traslado seguramente en busca de mejores expectativas para su activismo, plantea el autor, y donde prosiguió con su labor periodística.
Activismo
Hasta ese momento, su implicación con la ciudad extremeña le había llevado a participar en la creación de las Escuela Elemental de Artes Industriales, el Instituto Nacional de Previsión, la Caja de Ahorros y Monte de Piedad o una cantina escolar que daba decenas de comidas a diario para los niños malnutridos, además de potenciar los estudios nocturnos gratuitos para obreros.
Autor de varios libros de gramática o bibliográficos, fue además uno de los fundadores de la Revista Extremadura y del diario ‘El Noticiero’ de Cáceres, en el que escribía con el pseudónimo ‘Don Nadie’.
Según algunas fuentes, dice el investigador, por aquellos años se habría afiliado al Partido Reformista.
En una de las cartas Castillo usa un papel con márgenes negros, el de la época para dar un pésame, y expresa a Unamuno la «triste impresión» que le ha producido la «desagradable noticia» de su destitución como rector.