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Los máximos del oro transforman el negocio: se dispara la compra de lingotes mientras flaquean las tiendas a pie de calle

Víctor Gómez quería saber si una cadena dorada que se encontró el lunes en la calle era de oro. Por eso, este albañil peruano de 48 años se dirigió a un compro oro en la calle de Arturo Soria, en Madrid, uno de los cientos de locales de fachada amarilla que dicen sin medias tintas a qué se dedican. Su esperanza de conseguir dinero (en su caso, para pagar un abono de transporte) se esfumó cuando le confirmaron que era una baratija. A estas tiendas acuden personas necesitadas de liquidez (dan en efectivo hasta 1.000 euros), y varios pequeños establecimientos de la capital confirman que hay poca afluencia de clientes. José Luis Pérez (Caracas, 43 años) atiende uno de ellos en las inmediaciones de Ciudad Lineal y reconoce que la actividad se ha reducido: “Aquí vende el que necesita”, sentencia.

El metal cotiza en máximos históricos tras subir casi un 15% este año, pero la fiebre del oro no afecta a todos por igual. “La gente cree que va a seguir subiendo [el oro], por lo que no quiere venderlo aún”, recalca Pérez. El dependiente describe cómo a pequeña escala está pasando lo mismo que en el mercado financiero. En los parqués de Londres, Singapur o Nueva York, los contratos de entrega de oro a futuro están más caros que el precio al contado, un fenómeno que se conoce como contango. Esto sucede cuando los inversores esperan a que el activo se revalorice, lo que incentiva el almacenamiento del producto. Si alguien quiere vender una barra de oro hoy, el precio en el mercado al por mayor es de 3.020 dólares la onza (2.782 euros por algo más de 28 gramos), según datos de Bloomberg. Pero como la entrega para junio está un 7,6% más cara, se puede sacar un rendimiento de 211 euros solo con esperar. Los pequeños negocios de compro oro, con una tienda o dos, están viendo menos gente porque quien atesora alguna alhaja de la abuela tampoco tiene prisa. “¿Me puede llamar cuando vaya a subir el precio?”, le pregunta un cliente a Pérez. Y él responde, bromeando: “Ojalá tuviera yo una bola de cristal”.

El mercado de los compro oro está en metamorfosis. Alberto Vergara, director financiero de la sociedad española de metales preciosos (Sempsa), la refinadora y fundidora de metales preciosos más importante de España, explica que el apetito por lingotes y barras de oro para inversión se ha incrementado y que, a la par, la subida del precio ha impactado negativamente a los pequeños negocios que tienen que pagar más a los clientes. “Los compro oro con menos capacidad financiera y más necesidad de capital a corto plazo lo ven difícil en la actualidad. En cambio, las empresas que cubren zonas geográficas más amplias, con más tiendas, por ejemplo, han visto un repunte de la actividad”, afirma.

Samantha Pilo es consejera delegada de 4Dreams, empresa que ofrece tasación, compra y venta de oro en centros comerciales, con 21 puntos en Madrid. Sus expositores, emplazados en medio de los pasillos de grandes superficies como ABC Serrano o el Palacio de Hielo, pelean por el espacio junto a establecimientos de fundas para móviles, manicuras exprés, bisutería y sofás masajeadores. “Nos dirigimos al comprador de clase media-alta, y media”, dice.

Vergara ahonda en el fenómeno, pues Sempsa adquiere el oro a estos establecimientos y lo funde. “La mayoría del oro que proviene de estos negocios [los compro oro] lo estamos usando para fabricar monedas o lingotes de inversión”, dice. El propio Consejo Mundial del Oro reconoce que la demanda de oro de inversión creció un 25% en 2024 respecto a 2023 y que el oro reciclado que entró en el mercado aumentó un 11% en el mismo ejercicio.

Un activo refugio

El oro— activo refugio por excelencia, muy apreciado en tiempos de incertidumbre —se encarece casi un 50% desde inicios de 2024. La onza de oro superó por primera vez en la historia los 3.000 dólares— unos 98 euros por gramo — y las perspectivas de firmas como Bank of America o Macquarie Group auguran precios de hasta 3.500 dólares por onza este año.

La pieza de oro fundido más barato en Andorrano Joyería, con tiendas en Cataluña, País Vasco, Madrid y Andalucía, cuesta 232 euros y pesa dos gramos, mientras que la más cara es de un kilo y tiene un precio de 94.000 euros. El comprador lo puede guardar en casa— con los posibles riesgos que eso conlleva —, en cajas de seguridad, bancos o empresas de seguridad. Quien compra un lingote sabe que es una inversión a medio y largo plazo. Las cifras de la actividad no figuran en ninguna estadística, pero un directivo de una firma multinacional indica que este mercado puede mover entre 300 a 400 millones de euros al año en España; lejos de lo que se mueve en Reino Unido o Alemania. Para este año, su empresa prevé duplicar el negocio.

La inversión sin oro físico también es posible y se realiza a través de fondos cotizados en Bolsa (ETF). Los ETF respaldados físicamente, como el SPDR Gold Shares o el iShares Comex Gold Trust rastrean el precio del oro al contado y cada acción de estos ETF generalmente equivale a una décima parte de una onza de oro. Cuando la demanda de acciones de un fondo de este tipo es mayor que la cantidad de acciones disponibles, el emisor del vehículo necesita comprar más oro físico para crear nuevas acciones y satisfacer la demanda.

Pero si los inversores quieren vender sus acciones y no hay suficientes compradores, el ETF canjea esas acciones por oro físico. Como cualquier activo financiero, conlleva riesgos y es conveniente entender sus características.

La joyería, contagiada

El quilataje es una medida que indica la pureza del oro en una joya. Mientras que 24 quilates representan oro puro (100% oro), una joya de 18 quilates contiene un 75% de oro y un 25% de otros metales. Cuanto mayor es el número de quilates, mayor es la cantidad de oro en la joya. Carmen Díaz es dueña de la joyería Riviere Joyeros, ubicada en el centro de Madrid desde 1999, y cuenta que si bien lo normal es comerciar con piezas de 18 quilates, la semana pasada sus proveedores le dijeron que bajarían a 14 quilates, incluso a nueve. De este modo se amortiguaría un eventual incremento de los precios por el alza del metal precioso. “Es la primera vez que veo eso”, puntualiza. Ella, que compra y vende joyas, pero no las fabrica, relata que el negocio viene a la baja desde hace varios años. Aunque insiste en que el arranque de 2025 ha sido particularmente malo. “2024 no fue tan mal, que no es lo mismo que bueno. Pero este va peor”, dice.

De una bajada en la actividad de la joyería ya advertía el Consejo Mundial del Oro (WGC, según las siglas en inglés), que a cierre del año pasado apuntó que para 2025 el apetito por las joyas de oro se constreñirá más. “La demanda de joyería cayó un 11% en 2024 por los precios [del oro], que afectó los volúmenes de venta. Con la excepción de 2020, hay que remontarse a 2009 para encontrar un año comparable en demanda de joyería de oro”, destacan en un informe. El declive más grande para la industria viene desde China, por la debilidad de su consumo, y el mercado Europeo sigue la tendencia. Pero no todo es motivo de preocupación: aunque menos personas están comprando joyas, las que lo hacen están pagando precios más altos por ellas, lo que es una clara oportunidad para el lujo.

Dani Nicols (Madrid, 45 años) es dueño de la Joyería Nicols, una de las más antiguas de Madrid, de tradición familiar. Nicols, que creció en el taller junto a su abuelo y su padre, reconoce que ha logrado mantener precios estables durante cinco años gracias a su  estrategia de abastecimiento de oro. “Tengo existencias suficientes para operar por varios meses”, desarrolla, pero confiesa que incluso así, ha tenido que elevarlos recientemente: “Llega un momento en el que no puedes mantener los márgenes”, comenta. Y es que no solo sube el oro, también lo hace “la inflación, los salarios y los impuestos”.

Con todo, Nicols augura un buen año. Otros comercios han comenzado a operar el negocio de otra manera; como Ramón Ruíz, de Santamaría Joyeros, en Valencia. “Es pronto para sacar conclusiones, pero algunas líneas de producto ya están siendo afectadas”, comenta. “Estamos compensando con diferentes combinaciones de gemas preciosas y semipreciosas, incluyendo diamantes creados, y desarrollando líneas de menor quilataje para mitigar el aumento de precio”, concluye.