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Las farmacéuticas ante el azote de Trump: qué compañías encaran mejor el recorte de precios de las medicinas

Las compañías farmacéuticas se perdieron el lunes parte del festín alcista que dejó en la Bolsa la tregua arancelaria acordada entre Estados Unidos y China. Comenzaron la jornada con fuertes caídas, de hasta el 8% para Novo Nordisk, después de que Donald Trump anunciara la firma de una orden ejecutiva para rebajar entre un 30% y un 80% el precio de los medicamentos que paga el Gobierno federal estadounidense, pero esos descensos se quedaron casi en nada al final de la sesión. Las cotizadas en Wall Street, incluso, terminaron el día al alza. El sector ha encajado sin graves sobresaltos el susto regulatorio, que afronta obstáculos jurídicos y legales para salir adelante y que tendrá un impacto limitado en el negocio de las compañías. Aunque su efecto irá por barrios: Sanofi, la farmacéutica europea menos expuesta a los programas médicos de EE UU, y Argenx y Astrazeneca, las más expuestas, son la cara y la cruz de un sector atractivo para los inversores pero en el foco constante de las amenazas regulatorias.

Trump ya había amenazado con imponer aranceles a los medicamentos, un aviso que tenía en guardia las cotizaciones de las compañías europeas. Y en la aparente tregua de la guerra comercial declarada por él mismo, el sobresalto para las farmacéuticas ha llegado por su anuncio de rebajar el precio de los medicamentos que pagan los estadounidenses, un objetivo ya declarado durante su primer mandato.

En concreto, Trump firmó el lunes una orden ejecutiva que pretende rebajar reducir “entre un 30% y 80%” el precio de los medicamentos que paga el Gobierno federal en el marco de los programas de salud pública Medicare y Medicaid. El primero de ellos cubre a unos 70 millones de ciudadanos estadounidenses mayores de 65 años o con discapacidades y el segundo (Medicaid) a otros 80 millones de personas con bajos ingresos. Tras esta orden ejecutiva, comienza un plazo de 30 días para que las farmacéuticas negocien con la Administración esas rebajas. Si ese plazo expira sin acuerdo, el decreto autoriza al secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., a equiparar los precios de esos fármacos con los de otros países desarrollados. Según expuso Trump, su deseo es aplicar a EE UU el concepto de “nación más favorecida”, por el que Estados Unidos pagaría por un fármaco lo mismo que el país en el que sea más barato. Está por ver si esto sería por una rebaja de precios en EE UU o por un aumento de esos fármacos en el extranjero.

A falta aún de detalles concretos, en Goldman Sachs calculan un impacto limitado. Asumiendo una rebaja del 10% en los fármacos de los programas Medicare y Medicaid, esto supondría según la entidad estadounidense un impacto medio del 2% en los ingresos de las principales farmacéuticas de la UE —contando con una implementación a lo largo de cuatro años— y del 6% en la generación de flujo de caja. En Goldman Sachs ya recuerdan que las grandes farmacéuticas europeas se han comportado peor que el mercado desde la elección de Trump el pasado noviembre a causa del riesgo regulatorio y destacan que ahora cotizan con un descuento del 20% respecto a los múltiplos de los últimos diez años. “El impacto global sobre el sector sería limitado”, explican.

Según el escenario que contempla Goldman, la farmacéutica europea más afectada sería Argenx. La mitad de sus ventas en Estados Unidos se destinan a los programas federales de salud, con lo que sufriría un recorte en sus ventas del 5%. Astrazeneca, que ve afectado el 45% de sus ventas en EE UU con la orden ejecutiva de Trump, vería reducidas sus ventas totales en un 2%. En porcentajes entre el 40% y el 45% de las ventas en EE UU en los programas federales de salud también se mueven Bayer, Glaxo Smith Kline, Novartis, Novo Nordisk y Roche. La menos expuesta es Sanofi, con solo el 20% de sus ventas en EE UU en los programas Medicare y Medicaid.

El mayor coste de los medicamentos en Estados Unidos es una realidad que tiene que ver con el sistema para la fijación de sus precios, distinto al de Europa. En EE UU esos precios se determinan mediante arduas negociaciones con intermediarios entre los fabricantes de medicamentos y las aseguradoras médicas, y es a estos agentes intermedios a los que el sector farmacéutico acusa estos días de inflar los precios. En Europa, en cambio, los países suelen tener sistemas de sanidad pública que negocian directamente con los fabricantes y mantienen los costes bajos. Por ejemplo, el famoso fármaco Ozempic de Novo Nordisk para tratar la diabetes y la obesidad cuesta cerca de 1.000 dólares en EE UU, más de diez veces que en otros países.

Ese sistema de negociación de precios entre agentes privados es precisamente el que lleva a los analistas a ser escépticos con la capacidad real de la Casa Blanca para forzar una rebaja en los medicamentos. Trump ya lo intentó por dos veces durante primer mandato, en la primera no logró suficientes apoyos en el Senado y en la segunda se vio frenado en los tribunales. “Esperamos que la consigna de nación más favorecida vuelva a toparse con obstáculos jurídicos y de aplicación y creemos que es improbable que de este proceso normativo surja un régimen global de precios”, señalan desde UBS.

Desde JP Morgan añaden en que es “casi imposible” que Trump pueda obligar a las farmacéuticas estadounidenses a elevar los precios de sus medicamentos fuera de EE UU con tal de equiparar su coste dentro y fuera del país. Y los países con sanidad universal, y con más influencia para negociar los precios, no van a estar por la labor de encarecerlos unilateralmente.