¿Puede una empresa que ha tomado parte en la destrucción de viviendas en Gaza ser calificada como sostenible? Sí. ¿Puede un inversor de un fondo ético acabar financiando esta misma compañía? También. Esta incongruencia es posible gracias a los ajustes que han hecho gigantes de la consultoría como Morningstar Sustainalytics o MSCI para dejar de incluir la información sobre el conflicto en Gaza en sus valoraciones de sostenibilidad.
Estos informes evalúan el impacto medioambiental, el respeto a los derechos humanos o las condiciones laborales, y asignan una puntuación a cada compañía en función de su rendimiento en estos ámbitos. Los veredictos de Sustainalytics y MSCI, ambas con mayoría de capital estadounidense, determinan para quién es más fácil obtener financiación de fondos de inversión con criterios de sostenibilidad, un mercado que en 2024 gestionó casi tres billones de euros a escala global. Ahora, vender excavadoras o materiales para la construcción de asentamientos ilegales en la franja no afecta a la puntuación que otorgan estas dos empresas.
Esta información es el resultado de una investigación basada en documentos confidenciales y liderada por la plataforma de investigación periodística Follow The Money en colaboración con otros medios como EL PAÍS, De Tijd (Bélgica), Irpi (Italia) o Børsen (Dinamarca). Los informes filtrados permiten confirmar el cambio introducido por MSCI en sus métricas. Sustainalytics, por su parte, reconoció públicamente su intención de abandonar la cobertura de “disputas territoriales contiguas” y, en concreto, del conflicto en Gaza.
Grandes instituciones europeas como el banco holandés ING o el banco de inversión suizo UBS gastan decenas de miles de euros al año para acceder a los informes en materia medioambiental, social y de gobernanza –ESG, por sus siglas en inglés– de Sustainalytics y MSCI. Kiran Asiz director de inversión responsable en el mayor fondo de pensiones de Noruega, KLP, califica el cambio como un “abuso de confianza”. Para Dan Spaargaren, responsable de estrategia en el principal fondo de pensiones neerlandés PME, está claro que las firmas “no están cumpliendo” con lo que se les solicita. “Estamos viendo a proveedores de datos dejar de actualizar e incluso eliminar análisis de controversias”, asegura.
Las gestoras de fondos españolas con las que ha contactado EL PAÍS han declinado confirmar si usan los servicios de estas firmas y valorar sus ajustes. Marcos Eguiguren, director de la cátedra de Finanzas Sostenibles de la UPF Barcelona School of Management, adelanta que la adaptación “va a ser un quebradero de cabeza” y no descarta que cada gestor tenga que hacer su propia valoración complementaria. “Cuando alguien está involucrado en la gestión de un gran fondo, o de un fondo soberano, debe confiar en sus agencias de rating; y aunque el nivel de comunión entre ambas nunca puede ser absoluto en los criterios de selección, si tiene que ser suficiente para poder tener una relación duradera y creíble en cuanto a qué significa ESG para unos y para otros”, explica.
Del suspenso al sobresaliente
Un ejemplo del impacto que tienen estos ajustes es cómo ha cambiado la suerte de la empresa estadounidense Caterpillar: en agosto de 2023, antes del ataque de Hamás que marcó el recrudecimiento del conflicto dos meses más tarde, MSCI aún expresaba inquietudes significativas por su papel en Gaza y citaba un informe de Amnistía Internacional relativo a uso de equipamiento de este fabricante de maquinaria de construcción en violaciones del Derecho Internacional. Su puntuación final era un tres.
Un año después, las menciones al conflicto habían desaparecido y obtenían la nota máxima: un 10. Entretanto, Caterpillar sigue apareciendo en las coberturas de las violaciones registradas en la franja: en un incidente reciente, una de sus excavadoras fue utilizada por el ejército israelí para destruir una ambulancia y enterrar a las víctimas de un ataque en el que murieron 15 paramédicos.
El fabricante de maquinaria no es la única empresa que ha sido señalada por su vinculación con el conflicto: el informe de la coalición de organizaciones civiles europeas y palestinas Don’t Buy into Occupation expuso a otras 57 empresas. Entre estas figuraban IBM, Booking o Volvo. También Motorola, a la que se acusaba de suministrar equipos de vigilancia e identificación en asentamientos ilegales israelíes.
MSCI no menciona este asunto en su informe del pasado marzo para la tecnológica estadounidense, pero niega que se deba a un cambio en sus políticas. “MSCI no ha cambiado su metodología o alterado su aproximación para evaluar controversias de derechos humanos”, responde la compañía, que matiza que estas controversias “pueden ser archivadas si permanecen inactivas por un largo periodo de tiempo y no hay nuevas alegaciones de una fuente verificada”. La firma no aborda las diferencias en los documentos filtrados ni por qué sube 7 puntos la valoración de Caterpillar.
Morningstar Sustainalytics, que ha sido más transparente en su decisión, explicaba que entre sus motivaciones está la dificultad de obtener información creíble de estas zonas. Para Eguiguren este argumento es válido, pero no suficiente: “Es cierto que en cualquier zona del mundo en que exista un conflicto, especialmente si este tiene derivadas violentas, lo primero que sufre es la verdad. Y es cierto que en zonas de conflicto es difícil dirimir qué informaciones son ciertas y cuáles son propaganda. Pero al final hay una serie de evidencias mínimas que son difícilmente discutibles desde la perspectiva de un observador externo para definir si hay o no conculcación de los derechos humanos en un territorio como resultado de ese conflicto”.
Tara Van Ho, académica del Human Rights Centre de la Universidad de Essex, asegura que si estas firmas pueden obtener información fiable sobre los derechos humanos en Arabia Saudí o Xijiang (China), deberían poder hacer lo mismo en este caso. Además, advierte que ignorar el conflicto en Gaza violaría las directrices de la OCDE, que requieren reforzar la debida diligencia en situaciones de conflicto.
En los últimos años, Sustainalytics había estado en la diana de lobbies estadounidenses contrarios al movimiento BDS (boicot, desinversión y sanciones), que denuncia las implicaciones legales y éticas de los asentamientos israelíes en territorio palestino. La presión se intensificó en 2020, cuando la firma, con sede en Ámsterdam, fue comprada por la estadounidense Morningstar: las acusaciones de un sesgo anti-Israel promovieron el escrutinio de las autoridades de EE UU y una investigación independiente que concluyó sin encontrar pruebas.
Vientos del oeste
¿Son estos cambios de postura con respecto a la ofensiva de Israel en Gaza un movimiento aislado? Los expertos consultados advierten podrían ser la antesala de un giro más profundo alimentado por la actualidad política estadounidense y la onda expansiva del regreso de Trump a la Casa Blanca.
El magnate, que retiró fondos federales a la Universidad de Columbia por su supuesta inacción ante el antisemitismo, también ha sido claro en su declaración de guerra a las políticas de diversidad, igualdad e inclusión (DEI) y su indiferencia ante las energías verdes.
En este contexto algunas compañías estadounidenses con alcance internacional han ido dejando entrever sus cambios de postura: en febrero, la influyente firma de asesoría ISS dejó de tomar en cuenta diversidad, igualdad e inclusión al aconsejar a accionistas sobre nombramientos en sus juntas. Google anunció que revisaría sus políticas de diversidad y abandonó el objetivo de contratar más empleados de grupos infrarrepresentados; y Disney ha rebajado su advertencia sobre la falta de diversidad en sus películas clásicas.
“Ahora, la atención al medioambiente, los derechos humanos y el conflicto israelí-palestino se consideran demasiado woke [como se denomina a los movimientos o personas que ponen el acento sobre lo que consideran injusticias sociales]. Pero la atención puede cambiar a Rusia y Ucrania, por ejemplo, o la corrupción. Están en juego los derechos humanos, pero es más amplio. Se trata de la democracia y los valores centrales”, advierte Van Ho.