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La sombra de la división se cierne sobre Sudán tras dos años de guerra civil

Un vídeo difundido por el ejército sudanés a finales de marzo ilustra bien la nueva fase en la que ha entrado la guerra civil del país, que se ha convertido en la mayor crisis del mundo por sus repercusiones en la población, dos años después del comienzo de los combates. En la grabación, capturada desde el aire, se observa a una masa de combatientes paramilitares huir precipitadamente a pie por el último puente que controlaban en el centro de Sudán. Acababan de perder el control de la capital, Jartum, y se estaban replegando hacia el oeste del país.

La contienda había regresado allí donde estalló el 15 de abril del 2023, pero en esta ocasión la batalla por Jartum se decantó a favor del ejército que dirige Abdelfatá al Burhan, quien declaró la victoria en el palacio presidencial. Sin embargo, la guerra, que ha causado la mayor crisis humanitaria del mundo, dista de haber acabado, y la atención se dirige ahora a la región occidental de Darfur, bastión paramilitar y donde está en juego la unidad territorial del país.

Durante más de un año tras el inicio de la contienda, las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido llevaron la iniciativa frente a un ejército desmoronado y tomaron casi todo el oeste, el centro y zonas del sur del país, incluida el área de la capital. Pero a finales del pasado septiembre, después de la última época de lluvias, las Fuerzas Armadas lanzaron una ofensiva sorpresa en varios frentes y desde entonces han podido recuperar el control de todo el centro de Sudán.

La guerra civil de Sudán estalló al saltar por los aires la alianza que mantuvieron ejército y paramilitares tras ejecutar un golpe de Estado en 2021 contra una transición democrática. Su aversión a un Gobierno civil, a reformas internas y a rendir cuentas mantuvo su unión por un tiempo. Pero la oposición popular a la asonada, una grave crisis económica, elevados niveles de violencia interna y su aislamiento internacional hizo su relación cada vez más insostenible.

En dos años, la guerra ha provocado la mayor crisis humanitaria del mundo y hoy 30 millones de personas —la mitad, niños— necesitan ayuda humanitaria y más de 12 millones han huido de casa, según la ONU. El número de muertes que ha provocado directamente el conflicto se desconoce y las violaciones de derechos humanos han sido generalizadas por parte de todos los bandos, aunque particularmente brutales por parte de los paramilitares. A ello se suman unas condiciones incompatibles con la vida en muchas zonas del país, como la malnutrición extrema y el colapso del sistema de salud, que están disparando todavía más la mortalidad.

El cambio de tendencia favorable al ejército se atribuye ampliamente a una gran campaña de reclutamiento de las Fuerzas Armadas, a sus alianzas con grupos que inicialmente se habían mantenido neutrales o habían apoyado a los paramilitares, y a un plan de rearme con material de países como Irán, Turquía y Rusia. Las Fuerzas de Apoyo Rápido, en cambio, han sufrido graves problemas de desorganización, deserciones y dificultades para mantener extensas líneas de suministros.

La derrota de los paramilitares en el centro de Sudán, sin embargo, ha intensificado su batalla por Darfur, de donde provienen sus líderes y donde se halla su principal base de apoyos. Las Fuerzas de Apoyo Rápido controlan ya cuatro de los cinco estados de esta vasta región, y El Fasher, la capital del quinto, Darfur Norte, lleva un año bajo asedio. Tras retirarse de Jartum, los paramilitares han recrudecido su ofensiva y han tomado dos bases militares en la región. El domingo, además, capturaron el mayor campo de desplazados del país, Zamzam, tras una nueva masacre de civiles. Esta acción ha provocado un nuevo desplazamiento forzado de alrededor de 400.000 personas que vivían en el asentamiento, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Si consiguen controlar todo Darfur, Sudán quedará partida en dos.

En paralelo, los paramilitares también han intensificado recientemente sus ataques con drones en el norte de Sudán, sobre todo contra infraestructuras clave como aeropuertos militares y una presa, y han amagado con lanzar una ofensiva terrestre desde Darfur Norte. Sin embargo, sus fuerzas están a cientos de kilómetros de desierto de distancia, por lo que se considera que su amenaza y sus bombardeos son por ahora parte de una campaña de desgaste del ejército.

En este contexto, las perspectivas de paz continúan siendo remotas. En un discurso a finales de marzo, Burhan anticipó que no perdonarían ni negociarían con los paramilitares, y el líder de las Fuerzas de Apoyo Rápido, Mohamed Hamdan Dagalo, calificó la derrota en la capital como una mera “retirada táctica” y aseguró que volverían. Su hermano Abdelrahim, considerado cada vez más el hombre fuerte del grupo, anunció entonces el asalto a El Fasher.

“Intuyo que [a partir de ahora] el ejército recurrirá al uso de más potencia aérea para romper el asedio en El Fasher y en Nyala [la capital de Darfur del Sur y un importante centro logístico paramilitar] mientras moviliza a sus fuerzas para recuperar guarniciones militares en Darfur”, señala el investigador y analista político sudanés Jihad Mashamoun. “Al mismo tiempo, creo que recurrirá a grupos armados de Darfur como principales fuerzas terrestres”, pronostica.

Gobiernos paralelos

Políticamente, la recuperación de Jartum supone una victoria muy simbólica para el ejército porque refuerza su reivindicación como única autoridad legítima del país ante la comunidad internacional. También abre la puerta al regreso a la capital del gobierno militar, que tras el inicio de la guerra se trasladó a Puerto Sudán, en el este. La junta castrense, de hecho, ya ha anunciado planes para formar un nuevo Gobierno y empezar a reconstruir el centro del país.

“La recaptura del centro de Sudán y de Jartum proporciona no solo un espaldarazo moral al Gobierno de facto y a las Fuerzas Armadas sudanesas, sino también una forma de legitimidad que Burhan ha estado buscando desde el principio, al declarar al mundo que la capital está bajo su control y será sede del Gobierno de facto en un futuro próximo”, constata Mashamoun.

Sin embargo, las Fuerzas de Apoyo Rápido también han asegurado tener planes de establecer un Gobierno en las zonas bajo su control, lo que profundizaría la división del país. En febrero, los paramilitares ya firmaron en Nairobi una declaración que sentó las bases para formar un ejecutivo en Sudán con una veintena de grupos políticos y armados, entre los que destaca el Movimiento de Liberación del Pueblo de Sudán-Norte, que controla partes del sur del país.

La principal coalición civil que desde el estallido de la guerra intentó hacer equilibrios entre los dos grandes bandos beligerantes en defensa de una vía pacífica y del restablecimiento de una transición democrática, Tagadum, se disolvió en febrero a raíz de las disputas que generó la opción de un Gobierno paralelo. Desde entonces, este espacio, que cuenta con poco apoyo social, se ha dividido en dos bloques: uno partidario y otro opuesto a la iniciativa.