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La candidata de la izquierda de Ecuador pide al Ejército que no interfiera en el escrutinio

Luisa González, la apuesta del partido del expresidente ecuatoriano Rafael Correa para volver al poder en Ecuador después de ocho años, ha exigido al ejército y a la policía que no interfieran en el escrutinio de los votos de la segunda vuelta de las elecciones que se celebra este domingo. La candidata de izquierdas ha denunciado que su rival, el presidente conservador Daniel Noboa, “ha sembrado actas de votación” en todo el territorio para “construir la idea de un fraude ante su inminente derrota”. Las dudas de González y su partido, Revolución Ciudadana, arrancaron horas después de que Noboa decretase el estado de excepción en siete de las 24 provincias del país y Quito, la capital, con el argumento de que la crisis de seguridad merece más presencia militar en las calles.

“Decretan un estado de excepción cuando los partidos políticos estaremos en los centros de cómputo recibiendo actas. Es una forma de obligarnos a no movilizarnos”, se quejó González tras votar en Canuto, un pequeño pueblo en la provincia costera de Manabí, donde la candidata se crio en el campo. Ni Noboa ni su equipo de campaña han respondido a la denuncia.

Casi 14 millones de ecuatorianos esperan los primeros datos oficiales del escrutinio para las 22.00 hora local (cinco de la madrugada de lunes en la España peninsular), sin que nadie se haya animado a lo largo de la jornada a adelantar un resultado. Ambos candidatos llegaron empatados en los sondeos, en un escenario semejante al que en la primera vuelta dio el triunfo a Noboa por menos de 17.000 votos.

El presidente se acercó a media mañana al centro electoral de Olón, una villa costera de menos de 5.000 habitantes al noroeste de Guayaquil, donde tiene una lujosa residencia. Votó junto a sus dos hijos, mostró a los fotógrafos su papeleta marcada y se retiró sin hacer declaraciones. Por la tarde, viajó a Quito para acompañar el voto de su candidata a la vicepresidencia y luego regresó a Olón para esperar los resultados.

En febrero pasado, Noboa recibió los datos del Consejo Nacional Electoral (CNE) en Quito, convencido de que ganaría a González por un amplio margen, incluso suficiente para no necesitar de un desempate. Pero la realidad le mostró que su popularidad no era tan alta como suponía. Llevaba poco más de un año en el Gobierno, adonde llegó para completar el mandato fallido de otro conservador, Guillermo Lasso, y no llegó a percibir del todo que su luz inicial había perdido brillo con el paso de los meses. En la noche electoral de febrero leyó su ajustado triunfo como una derrota y no salió ni siquiera a agradecer a sus votantes. Este domingo no quiere sorpresas y se aislará en su mansión en la costa, lejos del ruido político de las capitales.

Ecuador vive desde enero de 2024, por decisión de Noboa, en situación de “conflicto armado interno”. Esto supone el control policial y militar de pueblos y ciudades y, desde el sábado, toque de queda entre las diez de la noche y la cinco de la mañana en siete provincias. Los intentos de Noboa por detener la violencia han sido un fracaso: el país tiene hoy la tasa de homicidios violentos más alta de América Latina, con 38 homicidios cada 100.000 habitantes, alimentada por la disparada del narcotráfico. Este domingo, 56.000 policías y 43.000 militares custodian los centros de votación, un despliegue gigantesco en un país que hasta hace solo unos años se consideraba una isla de paz en medio de una región convulsa.

La percepción de inseguridad es palpable en las grandes ciudades. Los helicópteros de la policía sobrevolaron Quito durante todo el día “en comunicación permanente con las unidades en tierra en caso de posibles manifestaciones o irrupciones al orden”, dice el mayor Mauricio Proaño, de la Unidad Aeropolicial. El estado de excepción decretado por Noboa no prohíbe las manifestaciones “pacíficas”, dejando la valoración en manos de la policía.

El ganador de la segunda vuelta en Ecuador, cualquiera que sea, tendrá un desafío enorme. La inseguridad y la crisis económica y un escenario político muy fragmentado son en Ecuador una prueba para la gobernabilidad. Noboa no tiene partido propio, pero cuenta con el favor de las élites económicas y el poder militar, que se ha visto beneficiado por su política de mano dura.

González, en tanto, tiene el apoyo del expresidente Rafael Correa (2007-2017), exiliado en Bélgica por una condena de corrupción que considera una persecución política, y de Revolución Ciudadana, el único partido de Ecuador con estructura nacional. González ha dicho durante la campaña que no está en sus planes indultar a Correa para que pueda volver al país y que solo será para ella un “asesor virtual” en la distancia.