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Kevin Farrell, el cardenal camarlengo al frente de la Iglesia hasta la elección del nuevo papa

La muerte del papa Francisco este lunes a los 88 años ha provocado que se activen todos los protocolos previstos por la Iglesia católica para este escenario. Pese a que hay una serie de novedades que implementó el Pontífice antes de su muerte, lo que no ha cambiado es que, en el periodo de sede vacante, la autoridad para las decisiones administrativas y de gestión del Vaticano recae en la figura del cardenal camarlengo, que desde 2019 es el estadounidense Kevin Joseph Farrell. Es él quien certifica la muerte del Papa, anula el anillo pontificio y cierra las estancias papales. Luego comunica el fallecimiento al cardenal vicario de Roma. Además, al cardenal camarlengo le acompañan en la toma de decisiones tres cardenales, elegidos aleatoriamente y renovados cada tres días.

Serán precisamente Farrell y sus acompañantes los encargados de decidir cuándo comienza el cónclave para elegir al nuevo papa. La norma indicaba que era necesario esperar 15 días para que arranque, pensando principalmente en la necesidad de que los cardenales de todo el mundo se desplacen hasta el Vaticano, pero una modificación de Benedicto XVI en 2013 introdujo la posibilidad de comenzar cuando todos los cardenales estén en Roma, sin más dilación.

Nacido en 1947 en Dublín, estudió tanto en la Universidad de Salamanca como en la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma, y entró en la Congregación de los Legionarios de Cristo en 1966. Años más tarde, en 1978, fue ordenado sacerdote y emigró a México, donde ejerció como capellán del Movimiento Regnun Christi en la Universidad de Monterrey, una corriente eclesiástica cuya misión es “hacer presente el reino de Cristo”, según afirman en su página web. Además, ejerció durante estos años de administrador de la Legión de Cristo en algunos países europeos.

Su traslado a Estados Unidos llegó en 1984, cuando se instaló en Washington. Allí se vinculó de forma permanente con la archidiócesis de Washington y dos años más tarde fue nombrado director del Centro Católico Hispano, cargo desde el que comenzó a involucrarse con las comunidades latinas presentes en el país. Poco a poco fue asumiendo cargos de mayor responsabilidad en la organización católica de la capital estadounidense hasta que, en 2001, fue nombrado obispo de Washington. Posteriormente, en 2007, recibió el cargo de obispo de Dallas, ambos por parte del papa Benedicto XVI, donde continuó trabajando con la población migrante.

Su carrera en el seno de la Iglesia Católica se vio impulsada cuando el papa Francisco decidió en 2016 nombrarle como prefecto del nuevo Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida en el Vaticano, creado con el objetivo de destacar la importancia de la familia, fomentando a todos los laicos a la construcción de un mundo más justo. La relación con el pontífice comenzó a estrecharse, ya que coincidían en posiciones sobre temas complejos para la Iglesia como los abusos sexuales, hasta que, en 2019, fue nombrado cardenal camarlengo.

Al comunicar la muerte del papa Francisco, Farrell le ha dedicado unas palabras de agradecimiento: “Nos enseñó a vivir los valores del Evangelio con fidelidad, valentía y amor universal, especialmente en favor de los más pobres y marginados”.

Su labor ahora es clave para el nombramiento del nuevo papa. Además de decidir cuándo dará comienzo el cónclave —que será el más variado de la historia en cuanto a países de origen de los cardenales— Farrell será el encargado de notificar internamente el escrutinio de las votaciones y de quemar el documento acto seguido. Sin embargo, no será él quien pronuncie la frase habemus papam cuando haya una mayoría de dos tercios a favor de un candidato y la fumata blanca salga de la chimenea de la Santa Sede. Esta es una labor del llamado cardenal protodiácono, el primer cardenal del orden de los diáconos, que es el francés Dominique Mamberti.