El sultanato de Omán debía acoger de nuevo este miércoles en su capital, Mascate, a delegaciones de Estados Unidos y de Irán para negociar un nuevo acuerdo sobre el programa nuclear iraní, del que Occidente —encabezado por Washington— sospecha que se dirige a fabricar armas atómicas. La cita de esta jornada, que finalmente se pospuso al próximo sábado, será, sin embargo, diferente de las celebradas en las últimas dos semanas en Mascate y Roma. Este tercer encuentro lo mantendrán técnicos en materia nuclear. No es un detalle baladí. De aspectos técnicos como el grado de enriquecimiento del uranio depende que Teherán pueda garantizar que su programa nuclear tiene fines pacíficos: las centrales nucleares solo precisan de ese mineral enriquecido al 4%; las armas atómicas, al 90%. En el plano político, la continuación del diálogo y el inicio de esta nueva fase apuntan a que la Administración de Trump ha aparcado, al menos de momento, la opción militar contra Teherán y la exigencia de que Irán desmantele completamente su programa nuclear. Esa demanda constituye una línea roja para la República Islámica.
Ambas partes han mostrado hasta ahora un cauto optimismo. El ministro iraní de Asuntos Exteriores, Abbas Araghchi, que encabeza la delegación política de su país, definió las dos primeras reuniones como “constructivas”, mientras que un portavoz de la Casa Blanca aludió a “progresos” tras el encuentro del pasado sábado en Italia. La desconfianza mutua y la incertidumbre persisten —también las declaraciones contradictorias de la Administración de Trump— pero el inicio de las discusiones técnicas sugiere que ambas partes han expresado “objetivos pragmáticos y realistas para las negociaciones y quieren explorar los detalles”, asegura Kelsey Davenport, director de política de no proliferación de la Asociación de Control de Armamentos, en una entrevista con Associated Press.
Esas demandas realistas son para Washington que Irán no fabrique armas nucleares y ofrezca garantías de ello, según expresó el propio Trump la semana pasada. Para Teherán, su prioridad absoluta es el levantamiento de las sanciones internacionales que ahogan la economía del país, reiteró este martes en su conferencia de prensa semanal la portavoz del Ejecutivo iraní, Fatemeh Mohajerani.
Mientras, Irán está desplegando una intensa actividad diplomática para convencer a Estados Unidos de que la opción del ataque militar con la que su presidente sigue amenazando es una mala idea y obtener apoyo de cara a las negociaciones. Especialmente de una potencia regional, Arabia Saudí, y de otras dos grandes superpotencias mundiales, China y Rusia. Moscú y Pekín rubricaron en 2015 el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA en sus siglas en inglés), el acuerdo nuclear firmado por Irán con EE UU y los otros cuatro miembros permanentes del Consejo de Seguridad, más Alemania y la UE, que agonizó tras el abandono unilateral de la primera Administración de Trump en 2018. Tres años después, Teherán empezó a enriquecer uranio con un 60% de pureza y aceleró el paso a una bomba nuclear, algo para lo que tiene ya prácticamente capacidad técnica.
Araghchi viajó este martes a Pekín, donde tiene previsto reunirse este miércoles con “altos funcionarios”, según el portavoz del Ministerio de Exteriores del país, Ismail Baghaei. El pasado viernes, el jefe de la diplomacia iraní visitó Moscú para informar de las negociaciones nucleares al presidente ruso, Vladímir Putin. El ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, afirmó luego que su país estaba “dispuesto a ayudar, mediar y desempeñar cualquier papel que, desde el punto de vista de Irán, pueda ser útil y que sea aceptable para Estados Unidos”. También aseveró que para el Kremlin “la única opción es un acuerdo”. Putin abordó este martes las negociaciones nucleares sobre el programa atómico iraní con el sultán de Omán, el país mediador, en viaje oficial en Rusia, informó la agencia oficial TASS.
La semana pasada, Irán había acogido al ministro de Defensa saudí, Jalid bin Salmán —hermano del príncipe heredero y hombre fuerte del país, Mohamed bin Salmán― en una visita oficial inédita desde que ambos países restablecieran sus relaciones diplomáticas en marzo de 2023. El viaje incluyó una inusual audiencia con el líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, que no suele recibir más que a jefes de Estado o a sus enviados especiales.
Rusia y Arabia Saudí son países clave para Washington. Trump se ha acercado a Putin e impuesto a Ucrania una negociación de paz que transcurrió en territorio saudí. El presidente de EE UU mantiene estrechos vínculos políticos y empresariales con el régimen de los Saud y ha dejado claro que el reino árabe es la joya de la corona de los Acuerdos de Abraham. Ese proyecto de normalización de Israel con los países árabes fue el pilar de su política exterior en Oriente Próximo durante su primer mandato. El inicio de la ofensiva israelí en Gaza frustró el establecimiento de relaciones diplomáticas entre Riad e Israel, que Arabia Saudí condiciona desde entonces al establecimiento de un Estado palestino viable. Sin embargo, esa posibilidad que el presidente republicano aún anhela sigue otorgando al país árabe una influencia considerable. Arabia Saudí ha garantizado ya a Teherán que no apoyará un ataque militar contra su territorio.
Alianzas
“China y Rusia están diciendo que están dispuestos a facilitar el diálogo diplomático”, en un contexto en el que, por el contrario, “un ataque militar de Estados Unidos podría fortalecer las relaciones de esos dos países con Irán”, asegura el analista Daniel Bashandeh. Este experto cree que ese escenario “podría dificultar la agenda política de Trump en Oriente Próximo”. Por esa razón, el mandatario difícilmente “se va a arriesgar a entrar en un conflicto bélico” con Irán, tal y como pretende Israel, sostiene este especialista en política exterior iraní.
Ese país puede ser, precisamente, el “factor de distorsión” de estas negociaciones nucleares, subraya Bashandeh. Trita Parsi, vicepresidente del centro de estudios Instituto Quincy, coincide. En unas declaraciones a Newsweek este experto advierte de cómo los israelíes “están redoblando sus esfuerzos para sabotear las conversaciones” y “presionando a Trump desde fuera y dentro de la Administración”. Parsi considera por ello de “suma importancia que Estados Unidos e Irán avancen rápidamente y lleguen a un acuerdo pronto”.
The New York Times informó la semana pasada de que Israel planeaba bombardear sitios nucleares iraníes en mayo, una opción desechada por Trump en favor de la negociación que prosigue en Omán. Un alto funcionario israelí, citado bajo anonimato por Reuters, subrayó luego que no por ello su país ha descartado atacar Irán, incluso sin el apoyo de Washington. Los negociadores parecen conscientes de que el tiempo apremia. También las delegaciones políticas de Irán y Estados Unidos tienen previsto reunirse de nuevo en la capital del sultanato el próximo sábado, de forma paralela al inicio de las reuniones técnicas.