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Fortuny en contexto en el MUREC, de Granada a Roma

Fortuny en contexto en el MUREC, de Granada a Roma
Almería,

Pronto hará una década desde que el Museo del Prado dedicó una amplia retrospectiva a Mariano Fortuny: fue en 2017 y quien era su comisario, Javier Barón, lo definió entonces como el pintor español más influyente del siglo XIX desde la muerte de Goya hasta el nacimiento de Picasso, y también el más cosmopolita, pese a su muy corta vida, de solo 36 años. Llegó a serlo, cosmopolita, gracias a sus viajes, su mirada abierta y una formación que le posibilitó desarrollar desde su juventud temprana una personalidad poliédrica, cultivar temas muy diversos y expresarse en todo tipo de técnicas (óleo, acuarela, aguafuerte o dibujo). También convertirse en coleccionista de ojo privilegiado, que primero adquirió objetos que necesitaba pintar y más tarde, después de hacer fortuna, piezas artísticas de primer orden que hoy se integran en las colecciones del Louvre o el Hermitage. Le interesaron los momentos históricos y los cotidianos y era amante de Marruecos, de la cultura oriental y de aquello que le resultaba puro y auténtico: desde la infancia al Albaicín, el mar y el sol a la muerte o el cuerpo humano.

Formado en Roma durante tres años, sus estancias en el norte de África (en 1860, 1862 y 1871) le permitieron descubrir un imaginario árabe cuya influencia, en forma de atmósferas cálidas y bohemias, mantuvo a lo largo de su carrera, breve como decíamos, pero muy fructífera. Le fascinaron sus formas de vida sencilla, sus casas austeras… y tuvo facilidad para captar su cultura, como la mantuvo siempre para capturar la vida y la luz en torno al Mediterráneo, a menudo desde originales puntos de vista bajos.

Con delicadeza parecida a la que manejó su pintura hizo lo propio en el grabado, fundamentalmente en el recordado aguafuerte -puede que a esa disciplina correspondan sus obras más enigmáticas- y en la acuarela, que hacia 1860 comenzaba a consolidarse como técnica autónoma, en la que se desenvolvió con pinceladas muy sueltas, en ocasiones en escenas tomadas del natural y vistas granadinas, de pequeño formato, muy vivas y testimonio evidente de su gusto por la arqueología y su voluntad esteticista, de su afán por mejorar la realidad. La factura deshecha tan característica de su producción iría a más en los años finales, también el toque vibrante de sus trazos. No consideró probablemente que la pintura tuviese primacía respecto al resto de disciplinas, soluciones compositivas que encontró en este medio las aplicó en el resto y el papel fue uno de los soportes en los que con mayor impulso volcó sus inquietudes.

Mariano Fortuny. Plaza del Realejo Bajo en Granada, 1870. Colección Vida Muñoz

En el marco de la conmemoración por el siglo y medio transcurrido desde la muerte del artista de Reus, que se cumplió en 2024, el Museo del Realismo Español Contemporáneo de Almería. MUREC abre mañana, 28 de marzo, la exposición “Fortuny y su entorno en la colección Vida Muñoz”, que contará con casi noventa obras, entre óleos, acuarelas, dibujos y grabados, provenientes de esos fondos de Manuel Vida y Carmen Muñoz, especialmente ricos en trabajos de este autor y en su etapa granadina.

El planteamiento de la muestra, que ha comisariado Javier Pérez Rojas -quien en 2016 fue responsable del centenario de Pinazo-, es situar la estética de Fortuny en el contexto del arte de su tiempo, en el de la renovación pictórica en España en el ecuador del siglo XIX, recalcando cómo el catalán se anticipó a algunos de sus caminos posteriores, como la atención a los efectos lumínicos en la construcción de su lenguaje, la tendencia a dejar ciertas obras inacabadas o la síntesis de algunos rasgos de los maestros antiguos con un imaginario próximo a la fantasía.

Raimundo de Madrazo. Mercado de Sevilla. Colección Vida Muñoz

Aunque se fechan a lo largo de sus escasos años de trayectoria, entre las composiciones reunidas en Almería predominan los óleos llevados a cabo en Andalucía, parte importante de su geografía sentimental y artística, pero también veremos piezas realizadas en Roma y Portici. Si en Granada y sus alrededores buscó sendas para la renovación de su estilo, y allí permaneció dos años, en la capital italiana era muy demandado por artistas, coleccionistas o anticuarios, finalizó algunas de las imágenes que había iniciado en España y sería apreciado por autores como Attilio Simonetti, Filippo Pallizzi o Domenico Morelli. Podemos decir que la culminación de su andadura llegó en Nápoles, donde tuvo ocasión de captar las atmósferas de Campania antes de su muerte, que le sobrevino en Roma.

Mariano Fortuny. Jazmines azules de la Alhambra. Granada, 1870-1872. Colección Vida Muñoz
Mariano Fortuny. Jazmines azules de la Alhambra. Granada, 1870-1872. Colección Vida Muñoz

Hemos de mencionar la complejidad de sus paisajes: como pintor de taller que no solía ocuparse de la naturaleza, no cultivó el paisajismo en su dimensión más frecuente, pero sí incorporó el entorno a sus trabajos; en muchas de sus telas, aunque sobre todo en sus creaciones en papel, se aprecia el rol que desempeñaron esos efectos atmosféricos en la gestación de su estética.

La presentación de esta exhibición se acompaña de un catálogo que profundiza en el contexto de la andadura de Fortuny, con textos de Amaya Alzaga Ruiz, Francesc Quílez Corella, los mencionados Javier Barón y Javier Pérez Rojas y Juan Manuel Martín Robles, además de con visitas guiadas, talleres didácticos y conferencias.

Mariano Fortuny. Viejo en oración, 1871. Colección Vida Muñoz
Mariano Fortuny. Viejo en oración, 1871. Colección Vida Muñoz

“Fortuny y su entorno en la colección Vida Muñoz”

MUSEO DEL REALISMO ESPAÑOL CONTEMPORÁNEO. MUREC

Paseo de San Luis, s/n

Almería

Del 28 de marzo al 1 de junio de 2025

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