
Henry Cavill, actor conocido por ponerse el traje de Superman en la gran pantalla, fue actualidad esta semana en España por adquirir 20 vacas de la raza rubia gallega. Por ellas pagó unos 3.000 euros por cabeza, para llevarlas a su granja ubicada en Londres y criarlas y reproducirlas allí. Lo que quizá no sabía Superman es que su caso, anecdótico dentro del contexto general, explica en gran parte el encarecimiento de la carne de vacuno en España.
Durante este mes de marzo, las cotizaciones del ganado bovino en vivo y en canal, es decir, sacrificado y listo para su despiece, han experimentado un encarecimiento sin precedentes en los mercados mayoristas. Algunas han llegado a superar los siete euros por kilo, según los datos más recientes del Ministerio de Agricultura y de las lonjas de Binéfar (Huesca) y Salamanca, referencias a nivel nacional. Mientras el aceite o los lácteos, alimentos muy tensionados durante la crisis inflacionaria, sí han aliviado sus precios, la carne es una excepción: el añojo, la res de entre 10 y 18 meses de edad, se paga hoy un 32% más cara que hace un año. Los animales vivos lo hacen un 25% por encima. Todo ello ha llevado a que, entre junio de 2024 y este marzo, la carne de ternera haya subido un 13,4% de media en los lineales de los supermercados, según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU).
“Existe un desequilibrio fortísimo entre la oferta y la demanda”, explica Javier López, director de la asociación interprofesional Provacuno. El elemento clave es que hay pocas vacas. Las explotaciones se han reducido de forma drástica a causa de la sequía de los últimos años y de dos virus devastadores que han golpeado al sector: la lengua azul y la enfermedad hemorrágica epizoótica (EHE). La primera, explican fuentes del Ministerio de Agricultura, ha causado “grandes estragos en la cabaña ganadera europea, afectando especialmente a Francia, el principal suministrador de animales vivos”. Con una sobremortalidad media estimada en el 10%, el efecto ha sido una caída en las importaciones de vacuno. “Traer animales de ahí se ha vuelto prácticamente imposible, y cuando se ha conseguido, ha sido a precios muy elevados”, insisten las mismas fuentes ministeriales. El golpe ha sido doble, pues en España los ganaderos también han tenido que sacrificar animales a causa de este virus y la EHE, que experimentó un repunte en 2024.
A esta crisis sanitaria se ha sumado la prolongada sequía de 2022 y 2023, que ha mermado la capacidad de las explotaciones para mantener sus cabañas ganaderas por el encarecimiento del pienso y la escasez de pasto. Aunque las condiciones climatológicas son mejores actualmente, el problema es el tiempo que se tardará en recomponer esas cabañas, pues según explica López, este proceso lleva unos tres años. “A diferencia del pollo o el porcino, que pueden incrementar su producción más rápidamente, aquí hablamos de un ciclo largo”, insiste. Desde 2022, España ha perdido 281.000 cabezas de ganado vacuno, según cifras de Eurostat. En el conjunto de la Unión Europea, la reducción roza los tres millones.
Fuerte demanda
De manera contraria a la oferta, la demanda ha seguido creciendo tanto a nivel interno y externo. Hasta noviembre, el consumo en el hogar de carne de vaca en 2024 crecía un 2%, con un total de 183 kilos anuales, como muestran los datos de Agricultura. Las exportaciones han repuntado incluso más: un 7% en todo el ejercicio pasado, con un valor total de 1.650 millones de euros.
El mercado norteafricano, donde también faltan animales, está jugando un papel clave en este incremento. Según la patronal de las empresas cárnicas, Anice, casi el 60% de las ventas al exterior de vacas vivas de más de 300 kilogramos en 2024 tuvieron como destino Marruecos, seguido de Líbano, Libia, Italia y Egipto. Como Henry Cavill, pero a gran escala. Y en este 2025 se suma una enorme demanda desde Argelia, coincidiendo con la celebración del Ramadán. “Todos estos factores han añadido más presión a la demanda y han contribuido al alza de los precios del vacuno nacional en el primer trimestre”, resume Alfonso Alcázar, director general de Grupo Tello Alimentación.
Los expertos consultados hablan de una previsible estabilización de los precios, aun en niveles elevados mientras no haya más animales y el consumo siga respondiendo. “La venta de vacuno crece incluso a dobles dígitos”, se explica desde una compañía de distribución, que recuerda que la traslación de los precios de origen al precio final es progresiva, por lo que los récords pagados por mayoristas en marzo aún deberán llegar al súper. En febrero, el IPC de vacuno mostraba un alza interanual del 10%, cuando en el conjunto de la alimentación estuvo por debajo del 2%.
En la restauración, la demanda de carne sigue pujante. Pero la coyuntura de precios hace estragos. “Llevamos sufriendo desde 2022″, dice Alejandro Hermo, consejero delegado de Goiko Grill. La cadena de hamburgueserías compra cada año un millón de kilos de carne de vacuno. “Estamos en una tormenta perfecta. Y no se va a solucionar hasta que arreglarla sea una prioridad nacional”, añade.
Los agentes sectoriales consultados apuntan también a las políticas comunitarias como un factor de tensión. Se refieren a unas mayores exigencias para el bienestar animal, para la densidad de animales en las granjas, o una propuesta para prohibir el transporte de animales vivos a partir de ciertas temperaturas que desde el sector se considera “imposible de cumplir”. Fuentes ministeriales creen, sin embargo, que la regulación no genera un efecto negativo en la producción ni comercialización. “Hasta ahora, la normativa no exige grandes inversiones. El único cambio que puede preocupar al sector está relacionado con las condiciones de transporte, pero todavía no hay un acuerdo al respecto, así que no tiene un efecto real. Y nuestro compromiso es trasladar la opinión del sector al debate europeo”, señalan en Agricultura.