Los ministros de ciencia de 10 países europeos, incluida España, piden a Europa que dedique fondos y esfuerzo para atraer a científicos que quieran marcharse de Estados Unidos por las trabas a la investigación impuestas por el Gobierno de Donald Trump.
La carta, a la que ha tenido acceso EL PAÍS, es un ejercicio de malabarismo político. Denuncia varios de los problemas que atraviesa la comunidad científica y médica de Estados Unidos, pero sin mencionar el nombre del país ni el del presidente Trump.
“La Unión Europea tiene que hacer un gran acto de solidaridad y atraer el boom de talentos brillantes del extranjero que puedan verse afectados por interferencias en la investigación y recortes de financiación arbitrarios y drásticos”, explica la misiva, dirigida a la comisaria de Investigación e Innovación de la Unión Europea, la búlgara Ekaterina Zaharieva.
La carta fue enviada ayer por iniciativa de Francia con la firma de su ministro de investigación, Philippe Baptiste, y la de nueve ministros del ramo más. Además de la española Diana Morant, ministra de Ciencia, Innovación y Universidades, la carta la apoyan sus homólogos de Alemania, Austria, Finlandia, República Checa, Eslovaquia, Letonia, Eslovenia y Grecia, según fuentes del Ministerio de Ciencia.
Es “urgente asegurar fondos específicos” para atraer a científicos, así como un “marco de inmigración dedicado” que haga fácil su incorporación en los países de destino, alerta el documento. La misiva se refiere sobre todo a instrumentos ya existentes, como las ayudas del Consejo de Investigación Europeo o las acciones Marie Skłodowska-Curie. “Reforzar las asociaciones con otras naciones científicas líderes también debería ser un objetivo común”. Los 10 países piden la organización de una cumbre “de alto nivel” específica y “urgente” para coordinar este esfuerzo a nivel europeo en el sector público y privado, según la carta, cuyo contenido parcial ha adelantado Politico.
Esta ofensiva europea para captar cerebros llega al calor de los recortes e incertidumbre que ha impuesto el Gobierno de Donald Trump a la investigación pública que se desarrolla en el país en campos muy diversos. En apenas 60 días, el nuevo presidente ha causado una de las crisis más profundas que ha vivido la comunidad científica del país en décadas. Ha despedido a miles de empleados públicos, congelado la financiación de miles de proyectos científicos, atacado frontalmente las políticas de inclusión y cancelado proyectos de investigación que no casan con su ideología, por ejemplo, estudios sobre por qué algunos estadounidenses deciden no vacunarse. Además, hay una enorme incertidumbre sobre la cancelación de grandes proyectos científicos que van desde la exploración espacial al desarrollo de nuevas vacunas con ARN mensajero.
Movilizaciones
Tras varias semanas de parálisis, la comunidad científica del país comenzó a salir a la calle para manifestarse contra las medidas de Trump. La carta enviada por los ministros europeos hace referencia a estas movilizaciones. “La libertad de investigación científica y la libertad académica son un sello distintivo de la identidad europea”, destacan. “Ambas requieren libertad de expresión, libertad de movimiento y la posibilidad de que los investigadores definan sus temas de estudio, desarrollen sus hipótesis de trabajo y elijan a sus socios científicos de manera autónoma e informada”, escriben. “La reciente movilización de las comunidades científicas es un claro ejemplo del compromiso de los investigadores europeos con estos principios universales y de su determinación para defenderlos y preservarlos a nivel global”, añaden.
El ministro francés ha sido especialmente beligerante en este tema. Philippe ha denunciado que Estados Unidos denegó la entrada a un científico del Consejo Nacional de Investigación de Francia, supuestamente por los mensajes críticos hacia el Gobierno de Trump que había en su teléfono móvil. El ministro ha hecho un llamamiento público a científicos en Estados Unidos para que se vayan a trabajar a Francia.
También España aspira a aprovechar la atracción de científicos emigrados. Desde el Ministerio de Ciencia se quiere dar visibilidad a los programas existentes, como el Atrae, creado en 2023 y al que se dedicaron 30 millones de euros en la convocatoria de 2024. Entre los solicitantes de estas ayudas hay europeos que trabajaban en Estados Unidos y que deciden volver, como la astrofísica Noemí Pinilla, que trabajaba en el Instituto Espacial de la Universidad Central de Florida (EE UU), y ahora se ha mudado a la Universidad de Oviedo. También hay científicos estadounidenses que deciden venirse a vivir a Europa, como la Hidróloga Audrey Sawyer, que desembarca en la Universidad Politécnica de Cataluña para investigar sobre contaminantes en los ríos con una dotación de casi un millón de euros.
Estos fichajes son previos a la llegada de Donald Trump al poder, pero es posible que el número de científicos que soliciten la ayuda este año desde Estados Unidos aumente. “Sin duda, esta es una buena oportunidad de atraer talento emigrado”, explican fuentes del ministerio de Ciencia. La gran incógnita ahora es si Europa en general y España en particular podrán captar investigadores de primer nivel, a pesar de que el continente invierte en ciencia e innovación menos de la mitad de dinero que Estados Unidos, y a que los sueldos de los científicos pueden ser sustancialmente más bajos.