Buscar

Estados Unidos e Irán inician su primera negociación de alto nivel siete años después de la ruptura del acuerdo nuclear

Sendas delegaciones de Estados Unidos e Irán se vieron este sábado en Mascate, capital del sultanato de Omán, para una toma de contacto preliminar de términos inciertos sobre el futuro del programa nuclear de Teherán. La reunión duró dos horas. Terminó a las 17:50, hora local, según informó la televisión estatal iraní, con el compromiso de continuar hablando la semana que viene. Se trata de la primera negociación reconocida públicamente entre ambos países desde que la Administración de Donald Trump abandonara hace siete años, en el primer mandato del republicano, un trascendental pacto alcanzado en 2015 en tiempos de su antecesor, Barack Obama.

Estados Unidos y otras potencias occidentales, además de Rusia y China, firmaron entonces que Irán limitaría su programa de enriquecimiento de uranio, bajo una estricta supervisión internacional, para garantizar que no fabricara armas atómicas. A cambio, Irán obtuvo el levantamiento progresivo de sanciones que pesaban sobre la economía del país, especialmente sobre su principal fuente de ingresos y de divisas: el petróleo. Trump sacó a EE UU de ese acuerdo hace siete años y el diálogo directo entre ambas partes quedó roto. A partir de 2021, todavía con Joe Biden en la Casa Blanca, los dos países mantuvieron varias rondas de negociaciones indirectas que no dieron fruto.

Ahora, en medio de una creciente tensión en Oriente Próximo y del intento de Trump por demostrar las presuntas dotes negociadoras sobre las que ha construido su imagen política, el presidente estadounidense busca un nuevo acuerdo. Y aspira a hacerlo en sus propios términos: “Deseo que Irán sea un país maravilloso, grandioso y feliz, pero no pueden tener armas nucleares”, dijo el viernes el estadounidense a los reporteros a bordo del Air Force One mientras volaba rumbo a su casa de fin de semana, en Mar-a-Lago (Florida). Dos días antes, declaró que, si para lograr sus objetivos había que recurrir a la fuerza militar, no dudará en hacerlo. “Israel, obviamente, estará muy involucrado [en esa campaña]. Será el líder”, añadió.

No está muy claro qué se puede esperar de la negociación que arrancó este sábado en Omán, ni siquiera si esas conversaciones serán “directas”, como lleva toda la semana pregonando Trump —que ha dado dos meses a Irán para aceptar un pacto que encoja o elimine su programa nuclear— o “indirectas”, con Omán de mediador, como sostiene Teherán. El líder supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei, aseguró en febrero que un diálogo directo con Washington “no sería honorable”. Según informó la televisión iraní, este sábado el ministro de Asuntos exteriores iraní y el enviado de Estados Unidos, Steve Witkoff, hablaron “brevemente, en presencia del ministro de Asuntos Exteriores de Omán”.

Estados Unidos parece dispuesto a exigir incluso un desmantelamiento total del programa nuclear de su viejo enemigo, así como de su proyecto de misiles balísticos y su apoyo a su red de milicias aliadas en la región. Así lo aseguró su consejero de Seguridad Nacional, Mike Waltz, en una entrevista con la CBS el 23 de marzo. Pero esa es una línea roja para el régimen iraní, cuya continuidad podría verse incluso comprometida en caso de aceptar esas exigencias, recalca el analista especializado en Irán Daniel Bashandeh.

Este experto considera “evidente” que “EE UU ha puesto en marcha una política de máximos hacia Irán, en la que apuesta por la diplomacia pero recurriendo también a la amenaza militar”. El diálogo de este sábado, afirma, “es un primer contacto en el que las partes expondrán sus demandas y verán si hay alguna perspectiva de continuar las negociaciones”.

Por parte iraní, en los últimos días se han multiplicado los gestos conciliadores. La agencia de noticias oficial IRNA ha difundido hoy mismo unas declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores Abbas Araghchi—que encabeza la delegación de su país— en las que aludía a la “posibilidad de un entendimiento que marcará el camino” si Estados Unidos “se sienta a la mesa en igualdad de condiciones”. Después, en un post en X — red social prohibida en Irán, pero tolerada mientras no se critique al régimen—, este dijo que las conversaciones habían comenzado y que eran “indirectas”.

Araghchi publicó esta semana un artículo de opinión en The Washington Post en el que advertía de que un conflicto en Irán supondría un alto coste para un presidente que hizo campaña prometiendo que no llevaría a Estados Unidos a las guerras en el extranjero que definieron los mandatos de sus predecesores. “No vemos a Trump con ganas de ser un presidente que mete a su país en una guerra catastrófica en Oriente Próximo, un conflicto que se extendería rápidamente por toda la región y que costaría exponencialmente más que lo gastado por sus antecesores en Afganistán e Irak”, dice Araghchi.

En lo que el medio especializado en la región Amwaj tachó de “giro sorprendente”, el presidente iraní, el moderado Masud Pezeshkian, aseguró incluso este miércoles que el líder supremo de Irán “no tiene objeciones a que los inversores estadounidenses” entren en el mercado iraní.

Daniel Bashandeh cree que, a pesar de que Washington puede reclamar inicialmente el desmantelamiento completo del programa nuclear iraní, hay cierto “margen para la negociación”. “Lo indiscutible para EE UU es que Irán no obtenga armas nucleares, pero eso es muy diferente de que el país no disponga de un programa atómico. De las últimas declaraciones de Donald Trump, sobre todo durante la campaña, secundado por el secretario de Estado, Marco Rubio, y por su enviado especial para Oriente Próximo, Steve Witkoff, se desprende que ese es su único objetivo”.

A puerta cerrada

El encuentro en Omán, a puerta cerrada, se ha celebrado en un momento en el que la influencia de Irán en la región se ha visto muy mermada desde el inicio de la ofensiva militar de Israel en Gaza. Irán afronta una grave situación económica y social interna, tiene sus capacidades militares disminuidas por el ataque israelí del pasado octubre, y su política regional está en ruinas por la destrucción de la capacidad ofensiva de sus principales aliados en Oriente Próximo: Hamás en Gaza, el partido-milicia chií Hezbolá en Líbano, las milicias proiraníes de la llamada Resistencia Islámica de Irak o los hutíes en Yemen, contra los que Washington lanzó el mes pasado un ataque a gran escala. Todos ellos han sufrido una pérdida de poder en estos 18 meses. Otro aliado crucial para Irán, el régimen de Bachar el-Asad, ha sido derrocado en Siria.

El acercamiento de la Administración de Trump al presidente ruso, Vladímir Putin, también ha mermado los apoyos internacionales de Teherán. El ministro delegado de Asuntos Exteriores ruso, Andrei Rudenko, ha afirmado esta semana que Moscú no apoyaría a su hasta ahora aliado Irán en caso de un ataque militar por parte de Estados Unidos.

La delegación estadounidense en Omán la ha encabezado el enviado de Trump en la región, Witkoff, que el viernes se reunió en San Petersburgo con el presidente ruso, Vladímir Putin, para hablar sobre un posible acuerdo de paz con Ucrania. El anuncio de la reanudación del contacto con Irán, cuyas relaciones diplomáticas con Estados Unidos están rotas desde hace 45 años, lo hizo Trump el lunes pasado durante la visita a la Casa Blanca del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que abogó por lo que se conoce como el “escenario libio”. Es decir, que se obligue a Irán a desmantelar su programa nuclear, como hizo a partir de 2003 la Libia de Muamar Gadafi, que renunció a su programa atómico, de armas químicas y de misiles balísticos de largo alcance y aceptó su desmantelamiento total.

Ese precedente, recalca el analista Bashandeh, es visto en Irán “como un escenario que hay que evitar”. Gadafi fue derrocado en 2011 con ayuda de la OTAN. “Es inverosímil que el régimen islámico acepte quedarse indefenso ante Israel cuando su prioridad, también en este diálogo, es precisamente garantizar su supervivencia”, afirma el experto.

El temor de Washington y de otras capitales es que Irán emplee su programa nuclear con fines militares, extremo que el régimen niega. Ese temor es especialmente acuciante en Israel, que ve en un Irán con armas atómicas una amenaza a su existencia. Desde que Estados Unidos se retiró del acuerdo de 2018, Irán dejó de cumplir sus compromisos de forma paulatina y ahora enriquece uranio hasta el 60%, según el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA). Es una cantidad que va mucho más allá de lo necesario para su uso civil y que se acerca al 90% de pureza del uranio que se precisa para fabricar armas atómicas.

El diálogo nuclear entre Estados Unidos e Irán empieza así en medio de una desconfianza máxima. Washington desplegó a principios de mes seis bombarderos B-2 Spirit en su base de la isla de Diego García, en el océano Índico, a escasa distancia de Irán, en lo que los propios medios iraníes definieron como una maniobra “de intimidación”.