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‘El último refugio’ de Virginia Woolf, Anna Ajmátova, Karen Blixen y Emilia Pardo Bazán

José Carlos Rodríguez I

Santiago de Compostela (EFE).- La escritora viguesa Isabel Parreño explora la relación entre escritura y espacio habitable a través de sus visitas a las casas de Virginia Woolf, Anna Ajmátova, Karen Blixen y Emilia Pardo Bazán en su nuevo libro, ‘El último refugio’, con el que trata de descubrir esa «habitación propia» o «espacio íntimo de creación» de las grandes autoras del siglo XX.

«Las casas son una extensión de las escritoras. Me resulta muy interesante ver cómo el espacio ha condicionado en muchos casos la literatura y viceversa», asegura Parreño a Efe.

‘El último refugio’ (Ediciones Menguantes) llega a las librerias para descubrir aspectos «personales e íntimos» de cuatro mujeres que rompieron con lo establecido y que «lucharon por ocupar un lugar en un mundo de hombres».

Ese lugar o espacio, que muchas de ellas construyeron e hicieron propio, se observa a través de los ojos de Parreño en un libro que combina sus reflexiones personales con el ensayo, la biografía y el análisis literario, con el objetivo de establecer un vínculo emocional entre las escritoras y los espacios que habitaron.

«La literatura a veces se vuelve insuficiente. Cuando termino un libro que me gusta mucho, me siento un poco huérfana y trato de buscar más allá», explica la autora.

Esa búsqueda, combinada con «cierto frikismo y algo de mitomanía» la han llevado a realizar en sus viajes un proceso «de ida y vuelta». A veces es la literatura la que la lleva a lugares como Monk’s House, la casa estilo ‘cottage’ en Sussex (Inglaterra) en la que vivió Virginia Woolf, y otras veces, la visita a la casa Fontanka, la vivienda comunal soviética en la que vivió Anna Ajmátova, la llevan a la «desnudez» de los poemas que la autora rusa escribió.

«En cada habitación o en cada espacio he intentado acercarme a un aspecto de la vida de cada una de ellas. No hago una reconstrucción cronológica, sino que es el propio espacio el que me va marcando la manera de acercarme a la escritora», asegura Parreño.

Un libro con planos arquitectónicos

Su libro contiene material visual, planos arquitectónicos, fotografías y toda una serie de curiosidades sobre la vida cotidiana de autoras «muy diferentes» pero que tienen en común que vivieron entre dos siglos -finales del XIX y principios del XX-.

En la antigua Unión Soviética Parreño escudriña entre los pocos objetos -pero «auténticos»- que se conservan de la casa de Anna Ajmátova, una escritora «que no tenía apenas nada, a veces ni lápiz para escribir» y que debía «memorizar» los versos.

También se pierde en el jardín inglés, en la vivienda que Virginia Woolf adquirió lejos de Londres -su peculiar refugio para sus crisis mentales- y que fue «extendiendo y reformando» a medida que alcanzaba cierto éxito con sus publicaciones.

«En una carta cuenta que gracias a ‘La señora Dalloway’ pudo construir el váter de Monk’s House», señala Parreño, que advierte de que a pesar de la insistencia de Woolf en tener un cuarto propio para escribir, acabó por encontrar un espacio mejor para esta tarea en una desordenada caseta en el jardín.

De la granja de Karen Blixen en Dinamarca -lugar en el que nació y al que regresó para escribir tras sus «aventuras aristócratas en África»- Parreño destaca su profunda «conexión con la naturaleza», un lugar insertado en un bosque convertido en refugio de aves por expreso deseo de la autora y que está plagado de objetos traídos de su paso por Kenia.

SADA (A CORUÑA), 15/11/2024.- El Pazo de Meirás volvió a ser público en 2020 y, desde ahí, no ha dejado de acercarse al objetivo de conjuntar la memoria democrática con la importancia de recordar su papel en la dictadura y cómo llegó a manos de los Franco. En la imagen, un grupo de personas durante la visita que han realizado este viernes al pazo, enmarcada en el encuentro donde expertos y abogados hacen un recorrido histórico sobre el edificio. EFE/Cabalar

El «expolio» de Meirás

Ahora bien, como gallega, dedica también en sus páginas un apartado a Doña Emilia y al Pazo de Meirás, esa fortaleza que ella misma ideó y con la que quiso dejar su legado «para la posteridad».

«De todas ellas, Pardo Bazán es la única que quiso hacer una casa de artistas. La decoró con elementos de sus libros y obras de arte. Ella quiso hacerse un palacio acorde a su prestigio de condesa para recibir a todo tipo de personalidades», cuenta Parreño.

Por eso es quizá más «doloroso» para la autora el «expolio» que sufrió el Pazo tras la Guerra Civil por parte del dictador Francisco Franco, una anomalía que a día de hoy perdura y que está pendiente de resolución en los tribunales, en una batalla por la propiedad y sus bienes entre el Estado y los nietos de Franco que no ha terminado de resolverse del todo.

Parreño lamenta las limitaciones en las visitas al Pazo -declarado Bien de Interés Cultural en 2008 y que desde 2020 pertenece al Estado- y para el que se augura un futuro incierto, entre los que quieren darle una finalidad centrada en la figura de la escritora coruñesa y los que se decantan por crear un espacio destinado a la memoria histórica.

«Yo creo que es lo suficientemente grande como para dedicarlo a las dos cosas», concluye Parreño, que sin embargo avisa de que la Torre de Levante era el lugar en el que se encontraba el estudio donde escribía Pardo Bazán y, en definitiva, su «último refugio». EFE