Santiago González
Actualizado Sábado,
25
enero
2025
–
00:09
Aunque no se podría afirmar con mucho fundamento que los dirigentes de la oposición estén tocados por la gracia durante los últimos meses, hay cosas en las que aciertan, aunque sea por esos dos momentos de acierto que tiene al día cualquier reloj parado. También por algo más. Alberto Núñez Feijóo explicaba razonablemente su negativa a votar favorablemente el decreto ómnibus que el psicópata de la Moncloa ha planteado como un trágala. Ha mezclado en atroz batiburrillo medidas de muy variado género, alguna de las cuales, a mí me salen dos, eran de interés para la ciudadanía: la revalorización de las pensiones, las ayudas a los afectados de la dana y las ayudas al transporte público.
El revés que se llevó el Gobierno en el Congreso este miércoles ha sido el mayor revolcón parlamentario que ha sufrido el sanchismo: 171 votos a favor y 177 en contra que son los que suman los 137 diputados del PP, los 33 de Vox y los 7 de Junts.
Los argumentos empleados por Sánchez y los suyos, con la irrevocable adhesión de sus adláteres de prensa eran desmontadas con el sencillo procedimiento de desagregar las medidas: esto sí te lo voto pero esto no: «Sí a subir las pensiones. No a regalar un palacete a un socio nacionalista. Sí a proteger a los valencianos. No a proteger a los okupas. Sí a las ayudas al transporte. No a subir el IVA de los alimentos y de la luz». Lo del palacete de la Avenida Marceau es una parábola de la relación del PSOE con los nacionalistas, que han acertado a hacerse con la propiedad sin que pueda prevalecer la derrota parlamentaria del miércoles. La confusión de lo público y lo privado, identificar al Gobierno vasco con el PNV, es la premisa de la corrupción en este asunto. Si Sánchez es España, cómo no va a entender que el PNV es Euskadi entera.
Félix Bolaños, que hay que ver qué desgracia de hombre, tener tantos estudios para sacarles tan poco provecho, anunciaba el miércoles el estado de la cuestión en los pasillos del Congreso al responder en un canutazo: «Están anunciando los grupos parlamentarios el sentido de sus votos. Si finalmente el real decreto ley que hoy traemos decae, a mí me gustaría que en febrero, cuando los doce millones pensionistas vean que su pensión ha bajado, que se acuerden que ha sido el PP en compañía de otros y cuando mañana los usuarios del transporte público vean que ha subido el precio de su billete, que piensen que ha sido el PP en compañía de otros». Este pavo parafrasea la memorable sentencia que condenaba a Rafael Escobedo por el asesinato de sus suegros, los marqueses de Urquijo: «Solo o en compañía de otros», dice el hombre, revelando su falta de perendengues para llamar a las cosas por su nombre.
Cualquier observador del desbarajuste nacional, por muy poca atención que ponga habrá llegado a la conclusión de que la derrota del ómnibus se debió al nombre que no se cita. Fue Junts el hecho diferencial explica la derrota del PSOE frente a tantas otras veces en que sus siete votos permitieron la victoria de Sánchez. Lo que pasa es que no se atreven a decirlo. Ese mismo observador diría que la derrota se la debe Sánchez al socio que le ha salido rana y ha dejado de votarlo pero en el imaginario del psicópata, la función de la oposición es apoyarle cuando le fallan sus socios. «Habría bastado con que se abstuvieran», reprocha al PP el inventor del «no es no».