El Rayo jugará en Europa, noticia feliz. Vía Conference League, el tercer vagón, pero que no vamos a despreciar y menos tras vivir la emoción de esa final Chelsea-Betis. Y casi sentí alivio cuando la última jornada sentenció que el viaje a Europa del Rayo se haría en ese tercer vagón, porque no sé si en la Europa League le hubieran admitido. El estadio en que juega es demasiado impresentable. En alguna de las últimas jornadas, en coincidencia con fuertes lluvias, LaLiga llegó a prevenir a Movistar el mismo día del partido por si se suspendía por amenaza de derrumbe del muro del fondo Este más el desplome la cubierta ¡de lona! de la sala UCO, donde están las cámaras de vigilancia, sin cuyo funcionamiento no se puede jugar. Los bomberos apuntalaron el muro y cubrieron de nuevo la sala y se pudo jugar tras horas de intriga.
El estadio de Vallecas es una perfecta cochambre, vergüenza de la Comunidad de Madrid, propietaria, y del Rayo Vallecano, que lo utiliza mediante alquiler y ejerce de anfitrión. La Comunidad va enterrando ahí pequeñas cantidades, año a año, y hasta tiene en proyecto una intervención algo mayor para el verano próximo. El grado de abandono en pequeños detalles es extremo, entre discusiones sobre si debe ser el propietario (la Comunidad) o el inquilino (el club) quien se ocupe de las pequeñas cosas. Por fortuna, la impresión que tienen tanto LaLiga como la Federación es que la UEFA hará la vista gorda, porque en la Conference los requisitos son bastante laxos.
El problema es una guerra ‘tripolar’ entre la Comunidad, Martín Presa, y las peñas. Martín Presa es el propietario del club, y por su gusto haría un nuevo estadio en la prolongación de Vallecas, pero admite, con disgusto, que el Rayo no es un club de Vallecas, sino del Puente de Vallecas, donde ha estado siempre; incluso ha buscado unos terrenos no demasiado lejos, por la prolongación de Méndez Álvaro, junto a la M-30, pero una parte necesitaría una recalificación que la Comunidad no le concede.
La afición lo quiere donde está. Ese solar es punto de encuentro del barrio. Muchos de los viejos parroquianos viven ya fuera de allí, y los partidos del Rayo son un motivo entrañable de regreso para reencontrarse con los amigos, con los padres… Recientemente, ha aparecido un estudio arquitectónico con un planteamiento llamativo: un estadio de nueva planta en el mismo solar, sólo que cruzado con el actual; es decir, con eje Norte-Sur, no Este-Oeste, como el actual. Un fondo en la Avenida de la Albufera, el otro en Arroyo del Olivar, una lateral en Payaso Fofó y la otra en el actual fondo del muro. Me lo contaron y no lo creí, pero lo vi y cabe perfectamente. Tendría 23.000 espectadores (el actual ni llega a 15.000), ampliables a 27.000 si se permitiera que la lateral de Payaso Fofó sobrevolara algo la acera, como ya ocurre con el Bernabéu y el Movistar Arena.
Los creadores lo conciben como un tractor social, con espacios interiores para actividades vecinales. A Presa le pareció interesante, aunque aspira a una capacidad mayor y desde luego no quiere oír nada de tractor social (“para eso ya pago impuestos”) sino de zonas de restauración o comerciales, que le dieran ingresos. Y en ningún caso haría nada a medias con la Comunidad. Sólo lo consideraría si esta le vendiera el terreno, cosa muy difícil. Hasta el barrio se opondría a ello, pues a todo esto hay que recordar que la inmensa mayoría de los aficionados está muy en contra del presidente-propietario del club de su alma. Cuando Martín Presa llegó al Rayo le llegó que algunos jugadores pensaban vender el siguiente partido, en Sevilla. A él sólo se le ocurrió invitar al partido a los Bukaneros, como fuerza coactiva. Funcionó, pero a partir de eso quisieron intervenir en el club y Presa no se lo permitió. Están en las antípodas políticas. Los Bukaneros representan una izquierda casi antisistema, y Martín Presa alardea de invitados de Vox en el palco. El resultado ha sido ponerse a la mayor parte del estadio en contra, a pesar de sus éxitos deportivos.
Respecto a la Comunidad, se pone de perfil, parece conformarle el estatus actual, que le cuesta dinero y descrédito. Un triángulo de antipatías cruzadas atenaza una solución que el Rayo Vallecano necesita y merece.