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El principio del placer: José Emilio Pacheco y la vigencia de su literatura

La historia de la lengua española no comienza con el Cantar de Mio Cid, ni con Cervantes, ni siquiera con los primeros registros del latín vulgar en la península ibérica. Según Antonio Alatorre en Los 1001 años de la lengua española, el español tiene un origen que se pierde en los milenios.

“Nuestra lengua es el indoeuropeo”, afirma el autor. Aunque con el tiempo hemos alterado palabras, olvidado muchas y adoptado otras, el núcleo del español sigue vinculado a su raíz original. La idea de que todas las lenguas provienen de un origen común ya no es una simple hipótesis, sino una certeza que conecta a los miles de idiomas hablados en el mundo.

Sor Juana Inés de la Cruz, en su obra Primero sueño, reflexionó sobre la diversidad de lenguas como un castigo divino tras la construcción de la Torre de Babel. Según la tradición bíblica, la humanidad fue condenada a la confusión lingüística para impedir su arrogancia. Hoy, ese caos no solo persiste, sino que se amplifica con la tecnología y la globalización.

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Sor Juana, Góngora y la nostalgia por la lengua perfecta

El Fondo de Cultura Económica publicó en 2009 una edición conjunta de Soledades de Luis de Góngora y Primero sueño de Sor Juana. En esta última obra, la poeta mexicana alude a la Torre de Babel como símbolo de la fragmentación del lenguaje.

Sor Juana utiliza imágenes del Faro de Alejandría y las Pirámides de Egipto, reflejando que, en su época, la poesía no solo se inspiraba en la naturaleza, sino también en el conocimiento y la cultura. En nueve versos memorables, expresa su lamento por la diversidad de lenguas:

“Los idiomas diversos que escasean
el sociable trato de las gentes,
haciendo que parezcan diferentes
los que unos hizo la naturaleza,
de la lengua por solo la extrañeza”

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Para Sor Juana, la multiplicidad de idiomas aleja a los seres humanos de su verdadera esencia. Esa añoranza por un lenguaje unificado no es exclusiva de la literatura barroca, sino un anhelo recurrente en la historia.


Los intentos de crear una lengua universal

Desde la antigüedad, la humanidad ha soñado con restaurar la lengua perdida de Babel. Durante siglos, se han creado idiomas artificiales que buscaban convertirse en el puente universal entre culturas.

Uno de los experimentos más célebres fue el esperanto, desarrollado por el oftalmólogo polaco L. L. Zamenhof en el siglo XIX. A diferencia de otros intentos, el esperanto logró expandirse y aún hoy cuenta con hablantes en todo el mundo. En el confesionario de la Basílica de San Pedro en el Vaticano, por ejemplo, se permiten confesiones en esperanto, lo que muestra su persistencia en ciertos ámbitos.

Otro intento fallido fue el volapük, creado por el sacerdote alemán Johann Martin Schleyer. Aunque prometía ser una lengua accesible para todos, su gramática compleja y su exclusividad académica lo condenaron al olvido.

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Estos esfuerzos revelan una constante en la historia: el deseo de superar las barreras lingüísticas. Sin embargo, ¿es realmente posible unificar la comunicación en un solo idioma?


La tecnología y el nuevo Babel digital

La globalización y el avance de la tecnología han creado un nuevo tipo de confusión lingüística. Paradójicamente, mientras el inglés se consolida como la lengua franca del mundo, las redes sociales y los dispositivos móviles han fragmentado la comunicación en múltiples códigos y abreviaturas.

Los teléfonos celulares han impuesto un lenguaje simple y elemental, en el que las palabras se reducen, los signos reemplazan emociones y la ortografía se vuelve irrelevante. Es como si la Torre de Babel se reconstruyera en un plano digital, donde la rapidez ha sustituido a la claridad y la profundidad del lenguaje.

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Expresiones como “xd”, “lol”, “omg” o “gracias x todo” no solo modifican la escritura, sino que también transforman la manera en que pensamos y estructuramos las ideas. Este fenómeno no es nuevo: en cada época, el lenguaje ha evolucionado con la tecnología, pero nunca con la velocidad actual.

La pregunta que surge es: ¿estamos simplificando el idioma o empobreciéndolo?


¿Hacia dónde va el español en la era digital?

El español, con más de 500 millones de hablantes, es una de las lenguas más influyentes del mundo. Sin embargo, enfrenta desafíos sin precedentes en la era digital.

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Los traductores automáticos, la inteligencia artificial y las redes sociales están transformando el lenguaje a una velocidad vertiginosa. Cada día surgen nuevas palabras, acrónimos y expresiones que muchas veces no llegan a consolidarse en el uso formal.

La Real Academia Española ha intentado adaptarse a estos cambios, pero la pregunta sigue en el aire: ¿qué rumbo tomará el español en las próximas décadas?

Si algo nos enseña la historia del lenguaje es que la comunicación no es estática. La lengua evoluciona, se adapta y sobrevive, pero su esencia permanece. A pesar de la fragmentación actual, el español sigue siendo una de las lenguas más ricas y vibrantes, y su historia aún está lejos de terminar.

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La eterna lucha entre el orden y el caos en el lenguaje

Desde la Torre de Babel hasta los teléfonos inteligentes, la humanidad ha oscilado entre la búsqueda de una lengua universal y la multiplicidad de idiomas. Sor Juana lamentó la fragmentación del lenguaje, los creadores del esperanto intentaron solucionarla y la tecnología ha vuelto a complicarla.

Hoy, vivimos en una era donde la comunicación es instantánea, pero a veces superficial. La rapidez digital ha simplificado el idioma, pero también ha generado una riqueza de nuevos códigos que, de alguna manera, reflejan la creatividad humana.

El futuro del español dependerá de su capacidad de adaptación. Puede que nunca volvamos a hablar un solo idioma, pero mientras sigamos leyendo a autores como José Emilio Pacheco, Sor Juana y Antonio Alatorre, la esencia de nuestra lengua seguirá viva.

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