Los expertos no creen que termine en un choque militar pero admiten que llevará tiempo reconducir la situación ante la desconfianza mutua
MADRID, 12 Abr. (EUROPA PRESS) –
La relación entre Argelia y Malí hace ya tiempo que dejó de ser todo lo buena que cabría desear para dos países vecinos y los rifirrafes entre Argel y Bamako han sido la tónica general en los últimos meses, pero el derribo de un dron maliense por el Ejército argelino la semana pasada ha sido la gota que ha colmado el vaso, abriendo una crisis de consecuencias impredecibles en un contexto tan convulso como el Sahel.
En realidad, lo ocurrido no es sino la consumación de un distanciamiento que ha venido jalonado de varios reproches mutuos, en particular por parte de Bamako, que considera que Argel hace la vista gorda respecto a la presencia de su lado de la frontera de yihadistas y separatistas tuareg que operan en territorio maliense.
Mientras, en Argel, preocupa que las acciones del Ejército maliense junto con los mercenarios rusos contra los rebeldes tuareg en el norte del país se acerquen cada vez más a la frontera y la violencia pueda terminar desbordándose, o al menos provocar la llegada de desplazados.
En realidad, resume a Europa Press, un experto en Sahel y buen conocedor de la complicada relación entre Argelia y Malí, el derribo del dron no ha sido sino «la gota que ha colmado el vaso» tras múltiples encontronazos. Con todo, no considera que pueda terminar desembocando en un enfrentamiento directo entre los dos vecinos aunque admite que seguramente la situación «va a ir a peor».
«Una confrontación militar directa sigue siendo improbable», señala por su parte Raouf Farrah, otro experto en el Sahel, subrayando que «ambos países tienen mucho que perder ante una escalada de este tipo». Argelia, recuerda, apuesta por «una doctrina de no injerencia y defensa territorial» mientras que Malí «no cuenta con las capacidades necesarias para sostener una acción militar contra un vecino mucho más poderoso».
Dado lo arraigada que está actualmente la desconfianza entre los dos países, «a menos que haya un cambio significativo en los cálculos políticos de ambas partes, las relaciones podría seguir deteriorándose, especialmente en las zonas fronterizas donde los grupos armados podrían tratar de aprovechar la situación», previene en declaraciones a Europa Press.
¿CÓMO RESOLVER LA SITUACIÓN?
En opinión de Farrah, lo primero que hace falta será «paciencia para reconstruir la confianza y reabrir canales de comunicación». Una de las salidas podría ser, según este experto, «redefinir una arquitectura de seguridad regional que aborde tanto la preocupación de Argelia por la estabilidad en su frontera sur como las aspiraciones de Malí de soberanía y no alineamiento».
Para ello, harían falta «formas innovativas de diplomacia, posiblemente informales en un primer momento». Ambos expertos apuntan a que quizá Rusia, por su buena relación con los dos países, podría desempeñar un papel aunque «limitado». Con todo, Farrah cree que «podría animar a Malí a adoptar una postura retórica menos agresiva» e incide en que cualquier solución debe partir de los propios actores regionales.
Con todo, el otro experto consultado advierte del impacto que una mayor confrontación en la frontera puede tener, habida cuenta de la desconfianza que existe y de las implicaciones para los medios de vida de la población de la zona, lo que, en última instancia, puede verse traducido en desplazados y refugiados y en un aumento de la inmigración hacia Europa, España incluida.
¿CÓMO SE HA LLEGADO A ESTE PUNTO?
El primer paso en el distanciamiento fue el anuncio por parte de la junta militar maliense en enero de 2024 del fin del Acuerdo de Argel que, con mediación de Argelia, se alcanzó en 2015 con los grupos separatistas tuareg que operan en el norte de Malí. Entonces, Bamako ya denunció lo que percibía como «un aumento de actos hostiles» por parte de Argel.
La junta dobló su apuesta, acusando a Argelia desde la tribuna de la Asamblea General de la ONU el pasado septiembre de acoger a terroristas. Su portavoz, Abdoulaye Maiga, denunció que la situación que vive Malí tiene su origen en el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), «un movimiento de origen argelino» que evolucionó para convertirse en Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) y al que Argel no supo contener.
Con ello, se refería a uno de los grupos que conforman la principal organización terrorista actualmente en Malí, el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM), una filial de Al Qaeda que aglutina a cuatro organizaciones, entre ellas Ansar Dine. El líder de este última, Iyad ag Ghali, encabeza ahora JNIM y dado su pasado como combatiente separatista tuareg mantiene estrechos vínculos con los grupos que el pasado verano retomaron la lucha armada por la independencia del Azawad.
DERRIBO DE UN DRON MALIENSE, EL DETONANTE
En la madrugada del 31 de marzo al 1 de abril, el Ejército argelino procedió a derribar un dron militar maliense cerca de la frontera común. Según la versión argelina, el aparato penetró en Argelia, antes de alejarse para regresar con «una trayectoria ofensiva», de ahí su derribo. Además, denunció que se habían producido dos incidentes similares el 27 de agosto y el 29 de diciembre de 2024.
Por su parte, Bamako contradijo estas afirmaciones, asegurando que el dron se estrelló a unos 9,5 kilómetros de la frontera con Argelia y que se había perdido contacto con el aparato muy cerca de ese punto.
En estas circunstancias, el domingo la Alianza de Estados del Sahel (AES), que aglutina a las tres juntas militares que gobiernan Malí, Burkina Faso y Níger, anunció la llamada a consultas de sus embajadores en Argel, ante la «enésima provocación» de Argel. En su comunicado, denunció que este incidente es «particularmente grave» porque la destrucción del dron «impidió la neutralización de un grupo terrorista que planificaba actos contra la AES».
El Ministerio de Exteriores argelino respondió de forma recíproca el lunes, llamando a consultas a los embajadores en Bamako y Niamey y aplazando la llegada a Uagadugú del nuevo, al tiempo que defendió que «el compromiso y la determinación de Argelia en la lucha contra el terrorismo no necesitan ser justificados».
En opinión de Argel, la principal amenaza actual en Malí es «la incapacidad de los golpistas de asumir una lucha antiterrorista real y efectiva, hasta el punto de confiársela a mercenarios», en referencia a lo que otrora fue el grupo de mercenarios rusos Wagner, ahora conocidos como Africa Corps. Además, lamentó «el alineamiento desconsiderado de Níger y Burkina Faso con las tesis falaces» propugnadas por Malí.
CIERRE DEL ESPACIO AÉREO
Horas más tarde, el Ministerio de Defensa argelino anunció el cierre de su espacio aéreo a todos los aparatos procedentes o con destino a Malí debido a las «continuas violaciones» por parte maliense.
La respuesta maliense no tardó en llegar en forma de cierre de su espacio aéreo a los aparatos argelinos, gesto que esta vez no secundaron sus socios en la AES. Además, el embajador argelino en Bamako fue convocado en Exteriores para trasladarle una protesta por «la hostilidad» de Argel y se anunció la retirada del Comité de Estado Mayor Conjunto (CEMOC) que integran Argelia, Malí, Mauritania y Níger.
Fue el propio ministro de Exteriores maliense, Abdoulaye Diop, quien sostuvo ante el embajador que el derribo de un «dron en misión ordinaria de vigilancia del territorio confirma una vez más la colusión entre el régimen argelino y los grupos terroristas que reciben asilo, protección y apoyo de Argelia».
Según Diop, «esta actitud agresiva del régimen argelino abre la vía a la inestabilidad y a la violencia en el Sahel, particularmente en un momento en que los países de la Confederación AES están resueltamente comprometidos en la lucha contra el terrorismo bajo todas sus formas».