La cinta letona “Flow”, también conocida como “la película del gato”, ha sorprendido a la industria cinematográfica tras recibir dos nominaciones al Oscar en las categorías de Mejor Película de Animación y Mejor Película Internacional. Esta obra dirigida por Gints Zilbalodis ha logrado cautivar tanto al público familiar, que suele buscar filmes de animales antropomorfizados al estilo Disney o DreamWorks, como al exigente club del espectador del cine independiente.
El recorrido de “Flow” hacia estos reconocimientos ha estado marcado por su victoria en los Globos de Oro, superando a grandes producciones como “Robot Salvaje” y “Del Revés 2”. La película combina una narrativa emocional y vertiginosa con una textura poética que evoca el estilo de animación en el que Pixar tomaba influencias de Miyazaki, generando una experiencia que se siente como un sueño cinematográfico.
La historia de “Flow” gira en torno a un gato que, junto con otros animales, busca refugio en un mundo que se encuentra en proceso de inundación. A pesar de su temor al agua y su desconfianza hacia los demás, la convivencia entre los personajes genera inesperadas sorpresas. Zilbalodis representa a estos animales como seres pensantes sin despojarles de su naturaleza animal, logrando una narración conmovedora y profunda. Destaca especialmente la amistad entre el gato y un pájaro, que se desarrolla con una sutileza y emotividad notables.
Considerada una de las películas de animación más humanas de los últimos años, “Flow” no siente la necesidad de humanizar a sus personajes para transmitir una visión impactante. En lugar de recurrir a fáciles alegorías sobre el cambio climático, la cinta explora el fluir de la vida con una atmósfera de maravilla constante. La película presenta planos secuencia prodigiosos que, a través de la mirada del gato, invitan al espectador a descubrir un mundo lleno de nuevas realidades y planos de existencia.
En cierto modo, “Flow” devuelve al gato un lugar especial en la cultura popular, al igual que lo hizo el videojuego indie “Stray”, compartiendo ambos una estética futurista y serena. La obra se distingue como una epopeya poética desprovista de melodrama, donde la catástrofe se presenta con una serenidad inusual, dejando al espectador postales inolvidables: el gato buceando, el plano final reflejado en el agua, entre otros. La combinación de texturas abstractas y entornos naturales detallados refuerza el impacto visual y emocional de esta película, considerada por muchos como una obra maestra dentro de sus categorías.