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El 80% del crecimiento de España en el último lustro se explica por el aumento de trabajadores extranjeros

El envejecimiento de la población ya está teniendo un impacto sustancial en toda Europa. Fruto de arrastrar durante décadas unas tasas de natalidad bajas, la población autóctona se encuentra estancada o en ligero declive. Y tanto la inversión como la productividad están mostrando una evolución bastante débil desde la pandemia. Sin embargo, en medio de un contexto de atonía económica en la zona euro, estos fenómenos se están viendo en parte compensados, al menos por ahora, por la entrada de inmigrantes. Y también, aunque en menor medida, por el hecho de que hay más nacionales trabajando o buscando empleo. Según un estudio del BCE publicado este jueves, la aportación de los trabajadores extranjeros ha sido decisiva en el crecimiento económico de Alemania y España. Hasta el punto de que sin ellos Alemania habría sufrido una contracción del PIB entre finales de 2019 y el cierre de 2024. Y en el caso de España habría crecido muy poco. La misma situación se ha dado, aunque de forma algo más moderada, en Francia y Holanda. En cambio, en Italia la inmigración no ha sido relevante al aprovechar más la población residente.

El análisis del BCE hace una descomposición del crecimiento del PIB entre la productividad y el trabajo: o bien se crece porque se hace más con lo que ya se tiene, o bien se crece porque se pone a más gente a trabajar. Y a su vez, el trabajo lo divide entre el aumento de la población en edad de trabajar (aquella entre 15 y 64 años) y el aumento del porcentaje de gente trabajando. Y esto además lo segrega entre nacionales y extranjeros. En el caso de España, de los 7,5 puntos que ha crecido la economía entre 2019 y 2024, la productividad apenas aportó dos décimas. El aumento de la población nacional brindó más de un punto. Y algo más de un par de décimas el incremento del porcentaje de españoles que trabaja. Es decir, el PIB apenas habría crecido por todo ello dos puntos porcentuales, tomando exclusivamente el componente nacional de los últimos cinco años.

Si se atiende a la evolución de los extranjeros, el alza de la población supuso casi cuatro puntos de crecimiento. Y el aumento del porcentaje que trabaja entre los foráneos generó unos tres puntos. En total unos siete puntos porcentuales se deben a la inmigración. De forma negativa contribuyó un residuo por valor de menos de dos puntos que el BCE achaca a las diferencias entre la contabilidad nacional que se usa para medir el PIB y la encuesta de empleo europea que se utiliza para distinguir entre nacionales y foráneos.

Así que el empleo foráneo habría supuesto en torno al 80% del crecimiento registrado en España durante el último lustro. Es decir, el crecimiento habría sido muy pequeño de no ser por la llegada de inmigrantes y porque estos trabajan más. “En España la entrada de inmigrantes ha contribuido significativamente al crecimiento económico, complementando la contribución positiva pero modesta de la población nacional en edad de trabajar”, dice el documento.

Pese a suponer un 9% de la fuerza laboral, los foráneos han representado la mitad de todo el crecimiento de la masa trabajadora en la zona euro durante los últimos tres años, contribuyendo a aliviar los problemas de vacantes en las empresas y apoyando de manera sustancial el crecimiento económico, dice el BCE. Y cifra el número en 3,2 millones de trabajadores adicionales.

Además, al haber mejorado algo su formación, los extranjeros están consiguiendo mejores ocupaciones, si bien continúan acaparando buena parte del empleo de baja cualificación. Y siguen muchas veces estando sobrecualificados para sus ocupaciones, aunque también se haya mejorado en este aspecto. En todo caso, es más probable que tengan contratos temporales, quizá debido a la naturaleza de los trabajos que ocupan, pero también apunta al mayor reto que supone para ellos asegurarse un contrato fijo. Aun así, hay espacio para mejorar su formación y adaptarla a la oferta de empleo. De esta forma se podría lograr una mayor estabilidad laboral y un aumento de la productividad, recalca.

Incluso habiendo aumentado mucho el número, la tasa de paro entre los extranjeros ha descendido gracias a esta mejor formación y a que los mercados laborales están en máximos. Es más: el BCE destaca que el crecimiento de la fuerza laboral en la eurozona se ha doblado respecto a las tasas que había antes de la pandemia, lo que ha compensado el pobre comportamiento de la productividad. Y esto ha sucedido a pesar de que la población nacional en edad de trabajar lleva desde finales de 2021 contrayéndose en la eurozona. Mientras que el empleo foráneo ha crecido en unos cuatro puntos desde el cuarto trimestre de 2019 -dos por el mayor número y dos por el mayor porcentaje de participación-, la nacional solo suma un punto porque hay una proporción mayor incorporada al mercado laboral. Su aportación en número está, de hecho, bajando.

“La entrada de trabajadores extranjeros en los últimos años ha asegurado un crecimiento robusto de la fuerza laboral de la zona euro, lo que ha compensado de alguna forma las tendencias demográficas negativas”, afirma el documento del BCE, elaborado por varios de sus economistas, entre ellos el español Oscar Arce, director general de Economía de la institución.

Estas conclusiones del eurobanco chocan directamente con las tendencias políticas que se están desarrollando en Europa, donde cada vez más partidos con discursos antiimigración están captando votos. El estudio se centra solo en los efectos para el crecimiento económico y no en otros aspectos, señala. Estos podrían ser, por ejemplo, la contribución que hacen a financiar las pensiones o a pagar la deuda pública.

El crecimiento económico de los 20 países de la zona euro se está viendo constreñido conforme envejece la población y las tasas de natalidad permanecen bajas. Tal y como demuestran los datos del BCE, los trabajadores extranjeros podrían ayudar a hacer frente a este reto y constituir una palanca del crecimiento, concluye el estudio.