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EE UU califica de “productivas” sus primeras conversaciones arancelarias con China desde el inicio de la guerra comercial

“Productivas”. Así definió este domingo el secretario del Tesoro, Scott Bessent, las conversaciones mantenidas entre China y Estados Unidos este fin de semana para hablar sobre los aranceles punitivos recíprocos con los que ambas potencias se castigan desde que Donald Trump lanzó su guerra comercial global. “Daremos más detalles mañana”, prometió Bessent sobre un supuesto pacto alcanzado en Ginebra (Suiza). El secretario del Tesoro habló a los medios al final del segundo día de una reunión al más alto nivel, la primera que los dos países celebran desde que Trump desató su furia arancelaria. “Me complace informarles de que hemos hecho progresos sustanciales”, sentenció.

El otro negociador principal de Estados Unidos, Jamieson Greer, representante de Comercio Internacional de la Administración de Trump, dio por su parte a entender que ambas partes habían alcanzado un acuerdo. “El presidente [Trump] declaró una emergencia nacional para imponer sus aranceles, y ahora estamos confiados en que el pacto que hemos arrancado a nuestros socios chinos nos ayudará a trabajar para resolver esa emergencia nacional”, argumentó Greer.

Durante el fin de semana, ambos equipos hablaron rodeados de secretismo en el recinto vallado de la residencia del embajador suizo ante la ONU en Ginebra. Trump posteó un mensaje en su red social, Truth, en la noche del sábado, hora de Washington, en el que decía: “Muy buena la reunión de hoy con China en Suiza. Se discutieron muchos temas y se llegó a muchos acuerdos. [Se trata de] Un reinicio total negociado de forma amistosa, aunque constructiva. Queremos ver, por el bien tanto de China como de Estados Unidos, una apertura de China a las empresas estadounidenses. ¡¡¡UN GRAN PROGRESO!!!”, escribió.

No ofreció Trump pruebas de esos “muchos acuerdos”. Tampoco desveló si los suyos habían llegado a Ginebra con la oferta bajo el brazo de reducir los aranceles impuestos por Estados Unidos a China hasta el 80%, una cifra que sigue siendo alta y que deslizó en otro mensaje en su red social el viernes. Fue la primera vez en la que dio síntomas de aflojar en su guerra comercial con Pekín.

El enfrentamiento entre ambas capitales ha hecho escalar las tasas con las que Estados Unidos grava a China hasta el 145%, que no se aplica a una serie de productos tecnológicos, cruciales para la supervivencia de Silicon Valley, cuyos magnates han aproximado posturas a Trump durante la campaña y los primeros compases de su segunda presidencia.

Al final de este domingo en China, sus autoridades no habían añadido nada a su escueto anuncio del día anterior, que se limitó a certificar que las conversaciones habían comenzado, lo cual, dada la hostilidad entre ambos países, ya era un triunfo. Pekín grava a Washington con un arancel recíproco del 125%, cifra que se alcanzó al final de la escalada en la que ambas capitales se enzarzaron después de que Trump anunciara el pasado 2 de abril una batería de gravámenes a decenas de sus socios comerciales. Después, en vista de los efectos de la sola promesa de esas medidas para la economía, el presidente estadounidense levantó esos aranceles y dejó uno universal del 10% para todos los países, menos China.

Un editorial de la agencia oficial Xinhua, publicado en la noche del sábado y replicado por el Diario del Pueblo, órgano oficial de propaganda del Partido Comunista chino, tampoco ofrecía pistas sobre el contenido de la cita. El artículo de Xinhua daba a entender que Pekín no espera grandes anuncios todavía. “Las conversaciones de Suiza suponen un paso crucial hacia la resolución del problema”, expresa el texto. “Sin embargo, su resolución definitiva requiere suficiente paciencia y perseverancia estratégicas, así como el firme apoyo de la comunidad internacional a la justicia”.

Sobre la mesa en Suiza estaba la rebaja de esos aranceles que, en el caso de los impuestos por China a Estados Unidos son más bajos, porque al 125% recíproco Washington le añade un 20% del así llamado “arancel de fentanilo”, que Trump hizo recaer también en México y Canadá. La Casa Blanca responsabiliza a esos tres países del tráfico internacional de ese potente opiáceo.

Por la parte estadounidense acudieron Bessent y Greer. El equipo chino lo encabezó por segundo día el viceprimer ministro He Lifeng, zar de las relaciones comerciales de Pekín. Bessent no llegaba con la idea de alcanzar “un gran acuerdo comercial”; se conformó en los días anteriores con lograr “rebajar las tensiones”, como dijo en una entrevista con Fox News.

Otro miembro del Gabinete, Howard Lutnick, secretario de Economía, también arquitecto de la agresiva y volátil política comercial de Trump, insistió en esa idea en uno de los programas de entrevistas políticas que sirven en Washington para alimentar el incesante ciclo de noticias el domingo por la mañana, cuando por lo general las noticias escasean.

Lograr una desescalada

“El objetivo [de las conversaciones con China] es lograr una desescalada. Esos números, 145% y 125%, son cifras que básicamente impiden el comercio entre países. Necesitamos poner el contador de la conversación a cero”, afirmó Lutnick, que el viernes en otra entrevista en Fox News aventuró que los gravámenes podrían quedar al final de la negociación en torno al 34%, que es la tasa que Trump anunció el 2 de abril.

Para apaciguar los ánimos, el editorial de Xinhua solo veía una opción: que la Administración de Trump dé primero marcha atrás y reduzca la andanada tarifaria. “Si Washington está realmente decidido a resolver las fricciones comerciales a través del diálogo, debe afrontar primero el daño que sus políticas han infligido no solo al sistema comercial mundial, sino también a su propia economía y a sus ciudadanos”.

Los gravámenes de castigo ya han hecho sus estragos perturbando las cadenas de suministro globales. Las empresas estadounidenses buscan productos más allá de sus proveedores chinos, mientras en Pekín explican nuevas maneras de evadir los aranceles estadounidenses y de aumentar sus exportaciones al sudeste asiático. En Estados Unidos, las fábricas debaten sobre hasta dónde pueden aumentar los precios para contrarrestar esos nuevos aranceles. La inflación, de momento controlada, es uno de los indicadores que más de cerca se sigue estos días en Washington, donde el riesgo de una recesión flota en el ambiente.

Según las autoridades chinas, sus exportaciones a Estados Unidos cayeron en abril un 21%, debido a los aranceles, que ya están provocando una reordenación de su comercio hacia el sudeste asiático, Latinoamérica, Europa y África. En marzo, se registraron los peores datos desde la pandemia.

Los intercambios comerciales entre las dos mayores potencias ascendieron el año pasado a 660.000 millones de dólares (unos 533.000 millones de euros). Se trata de una balanza desequilibrada: China vende tres veces más a Estados Unidos, de ahí que, en la lógica negociadora de Trump, su solución le parezca fácil, dado que en teoría es el contrario el que más tiene que perder con los aranceles actuales.

Está por ver si, una vez conocidos sus detalles, “los progresos sustanciales” anunciados por Bessent serán suficientes para que el presidente estadounidense pueda apuntarse o no un tanto en ese “arte de la negociación” del que mucho presume y que le sirvió para titular su primer libro de memorias.