En la historia de la España reciente encontramos diferentes silogismos empleados para relatar la situación económica. Desde el “España va muy bien” a los famosos “brotes verdes”, tras los cuales caímos en una gran crisis económica. La realidad es que la actualidad se ha motorizado y hace un tiempo escuchábamos de palabras del presidente Pedro Sánchez ese famoso “la economía española va como una moto”, para luego avanzar dejando a tras los vehículos de dos ruedas e ir “como cohetes”.
El uso de ejemplos comunes para describir términos complejos suele funcionar, al conseguir un mayor alcance de titulares y una penetración en la sociedad más eficaz. Pero ¿qué hay de realidad en todo eso?
Estos días escuchábamos a Sánchez decir que la economía española “va viento topa”, mentando incluso el hecho de que somos la “mejor economía del mundo” debido a que el crecimiento previsto sigue siendo superior al 2%.
Si nos quedásemos siempre con el mensaje político tendríamos que ser ciudadanos felices y confiados, pero cuando la realidad ahoga los titulares el ánimo es otro. El enfrentamiento entre el ministro Carlos Cuerpo y la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz es un presagio muy real de que las cosas no son como se cuentan.
La economía familiar, de las personas y los hogares, no va ni como una moto ni como un cohete; por el contrario, da la sensación de que se está estrellando. Entre una de las medidas estrella del Gobierno está la reducción de jornada laboral ¿Cómo afectará esto a la economía diaria? Según Díaz, la propuesta solo tiene ventajas y beneficios; pero si escuchamos a emprendedores y pymes, la realidad es bien diferente.
Menos horas de trabajo con el mismo salario. A priori suena bien, suena a más ingresos, pero es un espejismo. La realidad es otra. Deberíamos plantearnos si el dinero valdrá lo mismo antes de la reducción de jornada que después. La mayoría empresarial española está formada por negocios pequeños, de pocos trabajadores, de márgenes justos. No de grandes corporaciones y empresarios
malos malísimos que, por cierto, podrían asumir mejor esa reducción de jornada.
¿Qué le pasará a una cafetería media de 3 empleados con la reducción de jornada? Lo más probable es que opten por cerrar más días, o que tengan que contratar a alguien de refuerzo para complementar horas. Son decisiones aparejadas con cambios de rentabilidades y un aumento de los costes, por lo que se presume inevitable una subida de precios de, por lo menos, un 10%.
Este escenario es muy básico y previsible, ya que el dinero no cae del cielo y los negocios también deben subsistir. Lo que en un inicio puede parecer un beneficio con aumento de sueldo, puede acabar convirtiéndose en menos dinero en el bolsillo por efecto de la inflación.
Hemos de tener en cuenta que una subida salarial sería más sencilla si no continuasen incrementando los costes laborales. Desde 2018 los costes laborales para una pyme entre una cosa y otra han subido casi un 40%, mientras que los salarios apenas un 20%. ¿No sería más eficaz que el Gobierno plantease asfixiar menos al emprendedor, para que este pueda subir más los salarios? Es decir, el trabajador hoy en día no ha visto incrementado más los salarios porque la presión económica de este gobierno sobre las pymes es inasumible. Más costes, menos rentabilidad, menos negocios.
El Gobierno debe actuar con responsabilidad y hacer estudios detallados sobre los efectos de este tipo de medidas, para que cuando se implementen no provoquen daños mayores a los beneficios que aspiran generar. No todo se resuelve con subidas de SMI. No todo se resuelve con políticas de titulares o vendiendo datos macroeconómicos. Los precios cada vez son más altos, los sueldos rinden menos y corremos el riesgo de entrar en una burbuja que acabe desencadenando el colapso de muchas economías familiares.
España defenderá estos días en el Foro de Davos el “modelo de crecimiento económico nacional y la compatibilidad con la justicia social”. Más allá de los titulares que lanzan los ministros, la realidad es que cada día la economía familiar se resiente más, mientras cada día el Gobierno cobra más impuestos que en muchas ocasiones se gastan en chorradas que poco tienen que ver con la justicia social y de las que nadie se hace responsable -jugar con el dinero de los demás siempre es más sencillo-.
El día que ir al supermercado deje de ser un esfuerzo para los españoles, podremos hablar de una economía saludable. El día en el que demos importancia al campo y a las materias primas -ahora amenazados por una posible arancelaria de EEUU-, podremos hablar de una economía saludable. El día en el que alguien se haga responsable de los despilfarros políticos, podremos convertirnos en un
país en crecimiento.
España despide cada día a miembros de su clase media, y sin clase media no hay ni riqueza, ni país.