Bill Murray, intérprete que ha convertido el sarcasmo en arte y la imprevisibilidad en marca personal, está siendo cercado por diferentes anécdotas sobre su fama de «difícil» en los rodajes, un eufemismo que ya sabemos que en las actrices se suele corresponder a «no se dejó tocar» y en los actores a «tocaba demasiado».
Pero para intentar entender su punto de vista, podemos viajar en el tiempo hasta 1988, año en el que, en una entrevista con Irish America (vía Blank on Blank), el protagonista de ‘Los cazafantasmas’ (Ivan Reitman, 1984) y ‘Atrapado en el tiempo’ (Harold Ramis, 1993) se sinceró sobre su comportamiento en los sets de filmación.
«A veces actúo como un idiota, y eso es más o menos lo que hay«, confesó sin rodeos. Murray explicó que su actitud, a veces grosera o impredecible, forma parte del personaje que el público espera de él. «Hay gente que responde: ‘¿qué demonios’. Cuando te comportas de forma odiosa con la gente, como en el plató de una película, te dicen: ‘estamos listos para ti’. Y yo digo: ‘oh, vete al infierno, me duelen los pies y me duele la cabeza'».
Cuando a T.J. English le encargaron escribir un perfil de Bill Murray para la revista Irish America, se dirigió a su casa de Nueva Jersey. Se sentaron y encendieron la grabadora para que pasase a la posteridad un sincero Murray que no dudó en explayarse sobre los vicios derivados del éxito, sus travesuras en el rodaje de ‘Los cazafantasmas’, el cambio espiritual que le salvó de la destrucción y cómo la fama le ayuda a hablar con las mujeres.
Durante el rodaje de ‘Los cazafantasmas’, Murray relató que incluso llegaron a asignarle un vigilante para controlar su comportamiento. «En ‘Los cazafantasmas’ tenían a alguien siguiéndonos. ¡Siguiéndonos! Caminabas por la calle, te dabas vuelta y alguien se metía en una puerta. Solo para controlarnos y asegurarse de que no hiciéramos nada demasiado raro».
El actor también habló sobre su deseo de disfrutar del trabajo sin restricciones, criticando la rigidez de algunos miembros del equipo de producción. «Quieres tomar un margarita para comer, y la gente como estos pequeños ayudantes de dirección y asistentes de producción están como: ‘Bueno, está bebiendo otra vez’. ¿Otra vez bebiendo? Vete a la mierda. Todo lo que he hecho es hacer películas que han dado mucho dinero, ahora déjame en paz, quiero divertirme«.
Murray defendió su estilo de trabajo, argumentando que su éxito no proviene de seguir las normas establecidas, sino de su enfoque poco convencional. «No llegué a esta posición siendo como un fiambre sentado en el plató en una silla plegable. Lo hice caminando por las calles y agitando las cosas».
Estas declaraciones ofrecen una visión más profunda del carácter de Murray, mostrando cómo su actitud desafiante y su humor ácido han sido tanto una bendición como una maldición en su carrera. «La verdad es que cualquiera que se hace famoso es un imbécil durante un año y medio«, asegura en una de sus citas más célebres. «Tienes que darles un año y medio, dos años. Todo su mundo se pone tan patas arriba, sus respuestas se distorsionan. Le doy a todo el mundo un año o dos para recomponerse porque, cuando ocurre por primera vez, sé cómo es».
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