Tras las emociones con las que se vivió el eclipse solar parcial del pasado sábado, especialmente a ambas orillas del océano Atlántico, llegan las objetivas imágenes de los satélites meteorológicos. Lo que vimos frente a lo que pasó. La Organización Europea para la Explotación de Satélites Meteorológicos (EUMETSAT) ha divulgado las fotografías de la Tierra tomadas por su único artefacto de última generación, el Meteosat-12, que está situado a una órbita geoestacionaria a casi 36.000 kilómetros sobre el nivel del mar. Desde ahí, se desplaza en sincronía con la rotación terrestre y capta siempre la misma vista fija del planeta, centrada en África y Europa.
Mientras que Europa occidental vio el eclipse parcial en el cielo como un mordisco en el Sol a mediodía, el satélite muestra desde el espacio lo que pasó: una sombra recorrió parte del hemisferio norte y fue más intensa en la zona en la que el eclipse alcanzó una mayor magnitud, entre el nordeste de Canadá y Groenlandia. Los eclipses se producen cada casi seis meses, cuando el Sol y la Luna se alinean. En este caso quedaron casi en línea, pero no del todo: por eso, el del 29 de marzo de 2025 fue solo un eclipse parcial, y no total. El cono de la umbra de la Luna —su sombra directa y más oscura— no tocó la Tierra y fue la penumbra lunar la que se proyectó sobre las zonas las que se vio el eclipse: el océano Atlántico Norte, el noroeste de África, casi toda Europa, el extremo oriental de América, buena parte del Ártico y la Rusia más septentrional.
El satélite GOES-16, de la agencia estadounidense de ciencia atmosférica y oceánica (la NOAA) y también geoestacionario, captó con sus imágenes lo ocurrido desde un punto de vista diferente, centrado en América. Ese encuadre estuvo dominado por otra sombra mucho más oscura: la de la propia Tierra, que marca la noche. La penumbra de la Luna se solapó con esa sombra nocturna en buena parte del este de Norteamérica. Por eso, allí el eclipse no se vio porque sucedió cuando aún era de noche; o solo se vio, tras el amanecer, el tramo final del fenómeno astronómico (en lugares como Nueva York).
Sin embargo, al nordeste de EE UU y este de Canadá hubo unas zonas privilegiadas en las que el sol amaneció muy eclipsado. Allí pudo verse un doble amanecer, como ocurrió en punto del máximo eclipse en todo el planeta —situado al noroeste de Quebec—, donde el eclipse parcial alcanzó una magnitud del 94% tan solo seis minutos después del amanecer. En la España peninsular eran entonces las 11.47 y el fenómeno ocultaba tan solo un tercio del disco solar. Lo suficiente para emocionar a millones de personas que salieron a contemplar el eclipse en una mañana de sábado de buen tiempo generalizado que, junto con el cambio horario, marcó el inicio oficioso de la primavera tras varias semanas de lluvias, borrascas y temporales.