Al hablar de animales marinos en cautividad para consumo es fácil pensar en salmones, truchas, doradas o lubinas, o en mariscos como mejillones, camarones, langostinos, gambas… pero no en pulpos. La razón es simple: no hay piscifactorías de pulpos. No al menos en España, ni tampoco en la Unión Europea. El dato llama la atención si se tiene en cuenta que este peculiar cefalópodo, de tres corazones y dotado de una inteligencia extraordinaria, es uno de los reyes de la gastronomía ligada al mar. Y la demanda que se genera en torno a él es enorme.
En 2024, los españoles consumieron más de 39.000 toneladas de pulpo y calamar, lo que generó un negocio de 460 millones de euros, según datos ministeriales. La fama de este manjar ha llevado a la industria pesquera a investigar vías para la crianza controlada. Por el momento son conocidos dos grandes proyectos. A principios de año, el Grupo Profand, la segunda pesquera a nivel nacional, recibió luz verde de la Xunta de Galicia para la instalación de una planta para el “cultivo larvario de pulpo para explotación industrial” en Moaña (Pontevedra). En Canarias, Nueva Pescanova planeó en 2022 la que sería la primera granja de pulpos con finalidad productiva a nivel industrial del mundo, pero el proyecto no termina de arrancar.
La cría de pulpos en cautividad y sus avances, aunque tímidos, han causado la indignación de animalistas. Consideran que estos cefalópodos, los más inteligentes de todos los invertebrados, son seres sintientes. Criarlos en espacios pequeños y fuera de su hábitat les generará un sufrimiento insoportable, incluso puede empujarles a devorarse los unos a los otros.
“Si hasta la fecha la carne de pulpo se obtiene a través de la pesca, su explotación masiva en granjas implicaría sacar a este animal inteligente de su entorno natural para confinarlo en tanques extremadamente pequeños y con alta densidad, en condiciones totalmente incompatibles con sus necesidades y sin los estímulos necesarios, con riesgo de lesiones y canibalismo”, explica María González Lacabex, abogada de Intercids. La suya es una de las agrupaciones pro-animales que exige que la ley española prohíba la crianza de estos ventosos seres. “El pulpo es una especie salvaje y debe seguir siéndolo”.
Con la ley actual, ¿la cría de pulpos en cautividad es legal? Lo cierto es que no hay una norma que lo prohíba. Sin embargo, tampoco existe un marco que explique cómo debe hacerse. La Ley de Bienestar Animal, de 2023, no protege a los animales de producción; tampoco son mencionados en la Ley de Cultivos Marinos, de 1985. La normativa sobre explotaciones ganaderas y la que controla los requisitos para la acuicultura define como animales regulados a “peces, moluscos — pulpos incluidos— y crustáceos”, pero no brinda un marco regulatorio expreso para los octópodos. “No existe una prohibición, pero tampoco regulación legal”, explica Daniel Dorado, presidente del Centro Legal para la Defensa de los Animales y abogado experto en derecho animal.
“La cría de pulpos no es una actividad que esté explícitamente prohibida ni en España ni en la UE, por lo tanto, está permitida”, reconoce Elena Lara, una de las investigadoras de Compassion in World Farming. El problema es que la falta de regulación no asegura “unos estándares mínimos” ni tampoco unas “guías”, porque “la ley de bienestar animal de los animales de granja solo cubre los animales vertebrados”, apostilla Lara.
Tampoco hay forma de saber cuánto pueden llegar a sufrir estos seres en una vida de encierro. “No deberían autorizarse explotaciones de animales salvajes cuyas necesidades etológicas y niveles de sufrimiento en cautividad son desconocidos”, reivindica Miriam Martínez, portavoz del Observatorio de Bienestar Animal. Otra organización proanimalista, AnimaNaturalis, confirma que seguirán muy de cerca los avances en Gran Canaria y Moaña. “Los pulpos son animales solitarios, inteligentes y sensibles, y su cría en cautividad genera un grave sufrimiento”, remarca Cristiña Ibáñez, abogada de la asociación.
Debate en el mundo
El debate de la producción de pulpos en cautividad ha hecho correr ríos de tinta en otros países. En el Reino Unido, por ejemplo, la presión de los animalistas fue clave para otorgar la condición de seres sintientes a cangrejos, pulpos y langostas a nivel legal. Un informe de la London School of Economics and Political Science, que fue clave para dar este paso, aseguraba que los pulpos son animales que “pueden padecer dolor, placer, hambre, sed, calor, alegría, confort y emoción”.
Estados Unidos, México y Canadá también han avanzado en esta dirección. Washington, por ejemplo, prohibió la cría de pulpo en piscifactoría incluso antes de que la industria lo plantease. En Hawái, Connecticut, California u Oregón la postura dominante es que estos sensibles invertebrados no pueden criarse en granjas. En Francia, en abril, se registró una proposición de ley para vetar este negocio.
Pero, ¿por qué una vaca sí y un pulpo no? “Los animales terrestres utilizados para su explotación están expresamente incluidos en los marcos normativos de la ganadería animal desde hace décadas, con estándares mínimos, aunque discutibles, de protección”, argumenta Eloi Sarrió, abogado del despacho especializado Aboganimal.
Lo que los animalistas critican es que se avance hacia la producción industrial a ciegas, sin tener claro el impacto ambiental ni en los animales. Por ejemplo, los activistas critican que la industria no conoce fórmulas para dar muerte a estos animales sin causarles un gran sufrimiento.
El problema de la dieta
La organización Compassion in Wolrd Framing, que vela por el bienestar de los animales encerrados, publicó en 2021 un informe para poner el foco en el enorme interés que estaba levantando en el mundo la crianza industrial de pulpos, cada vez más demandados en países como EE UU o Japón. Una de las razones para rechazar su cautividad, señalan los científicos, es que su dieta carnívora es insostenible con vivir encerrados, pues la industria planea alimentarlos con alimentos basados en el uso de harina y aceite de pescado. Y ello, advierten, supondría una “presión adicional insostenible para las poblaciones de peces salvajes”.