Las elecciones parciales, o by-election, que celebra de vez en cuando el Reino Unido tienen algo de tormenta en un vaso de agua, pero sirven para agitar el debate político. La victoria este jueves del candidato laborista, Davy Russell, en la batalla por el escaño del Parlamento autónomo escocés de la circunscripción de Hamilton, Larkan & Stonehouse, ha resucitado la posibilidad de poner fin a la hegemonía del nacionalismo, que dura ya casi dos décadas.
Una by-election es el mecanismo para sustituir, en mitad de un mandato legislativo, a cualquier diputado que haya podido enfermar, fallecer, dimitir o ser expulsado del partido por cualquier escándalo. Los votantes de esa circunscripción son convocados para elegir un nuevo representante, ya sea para la Cámara de los Comunes o para una asamblea autonómica.
En el caso de Hamilton, los comicios fueron convocados después de la muerte por enfermedad de Christina McKelvie, la diputada del Partido Nacional Escocés (SNP, en sus siglas en inglés). La formación independentista se fio de unas encuestas que la situaban en primera posición, y que daban incluso el segundo puesto a Reform UK, la formación de derecha populista de Nigel Farage.
A pesar de que el Partido Laborista logró un histórico resultado en Escocia en las pasadas elecciones generales del 4 de julio, cuando obtuvo 37 de los 57 diputados que esa nación manda al Parlamento de Westminster, los recortes sociales y la baja popularidad de Starmer llevaron a muchos analistas a pronosticar que la izquierda británica comenzaría también a desinflarse en territorio escocés.
“Si los electores quieren acabar de una vez por todas con el SNP, el único partido que puede conseguirlo es el Partido Laborista”, ha proclamado Anas Sarwar, el líder político hijo de paquistaníes musulmanes que ha conseguido resucitar en Escocia las expectativas de la izquierda británica, después de llevar años enterrada por la hegemonía nacionalista.
“El año que viene tenemos la oportunidad de acelerar el cumplimiento de nuestros objetivos políticos si colocamos al Partido Laborista en el Gobierno a ambos lados de la frontera”, ha escrito Starmer en la red social X al conocer la victoria de su partido.
Los escoceses serán llamados a las urnas en 2026 para elegir un nuevo Parlamento autónomo y, por tanto, un nuevo Gobierno. Para entonces, el SNP llevará 19 años en el poder.
Resulta llamativo que hable de “frontera” un primer ministro que ha dejado ya muy claro su rechazo a cualquier nuevo referéndum de independencia en Escocia bajo su mandato.
Golpe para el racismo de Farage
Con una participación del 44% de la circunscripción, y apenas 27.000 votantes que han acudido a las urnas, la elección parcial de Hamilton tiene una interpretación política limitada. Pero significativa. Era un territorio que el SNP había retenido hasta ahora con comodidad. Su candidata, Katy Loudon, ha obtenido este jueves 7.957 votos, 600 menos que el laborista Russell.
Y lo que es peor. Ross Lambie, la representante de Reform UK, una formación que en Escocia era casi tan fantasmal como el monstruo del Lago Ness, se ha hecho con 7.088 votos, y se ha colocado en el podio de los tres principales partidos a una distancia de ambos muy marginal. Todo sugiere que el populismo de Farage también puede arañar apoyos en Escocia tanto a conservadores como a laboristas, aunque los primeros están ya casi extintos, con apenas 1.621 papeletas logradas este jueves.
Por eso, tanto el Partido Laborista como el SNP han celebrado sobre todo que Reform UK siga tercero. Ambos habían condenado la campaña racista desatada por la formación de Farage contra el líder laborista Sarwar, plagada de ataques personales contra el político.
“Esta comunidad ha enviado un mensaje a Farage y su mafia: el veneno de Reform no nos representa, no son Escocia y no queremos aquí sus políticas divisorias”, ha dicho el candidato ganador, Russell.
Aunque Farage ha intentado presentar sus resultados como un éxito, las expectativas plasmadas en las encuestas situaban a su formación en segundo lugar. El racismo y la islamofobia expresados durante la campaña amenazan con agravar la crisis interna de la organización populista. Este mismo jueves dimitió su presidente, Zia Yusuf, un millonario paquistaní musulmán que en su día desembarcó en las filas de Reform UK desde el Partido Conservador. La obsesión de los diputados y las bases de este movimiento por declarar la guerra al burka, la prenda que visten algunas mujeres musulmanas, llevó a Yusuf a dar el portazo.
La relativa debilidad del nacionalismo
La derrota del SNP en la elección parcial de este jueves ha supuesto una caída del 17% respecto al resultado que obtuvo en 2021. Y en toda Escocia, las encuestas señalan que los nacionalistas están un 15% por debajo de su máximo apoyo histórico.
Pero la “fantástica victoria” de los laboristas, en palabras del propio Stamer, tiene matices preocupantes. La izquierda británica ha logrado arrebatar el candidato de Hamilton a pesar de bajar también un 2% respecto a 2021. Es el fantasma de Farage, y el reducido entusiasmo de los votantes con el SNP, lo que ha impulsado al candidato Russell.
Pero las encuestas en Escocia siguen dando a los nacionalistas un apoyo del 30%, frente al 19% del laborismo o el 11% de los conservadores. El verdadero desafío, con un respaldo también cercano al 20%, es la derecha populista de Farage.