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Francisco Reynés, el nuevo hombre fuerte de La Caixa que siempre estuvo ahí

Qué necesita un directivo para situarse lo más cerca posible del poder y no caer, es algo que unos cuantos se han preguntado en algún momento en el universo La Caixa. El último en hacerse esta pregunta es el consejero delegado de Criteria, Ángel Simón, quien el martes fue defenestrado tras solo 15 meses en el cargo. Un cese que en La Caixa se explica por la creciente falta de confianza que sintieron hacia él la persona que ostenta la máxima posición en el grupo de la estrella, Isidre Fainé, y su entorno. Dentro de unos días, otro directivo será aupado a este escalón, aunque puede que ya tenga muchas respuestas a la gran pregunta: ya es presidente y consejero delegado de Naturgy, la principal gasista del país y la joya de la corona del grupo; es patrono de la Fundación Bancaria La Caixa desde principios de abril; cuenta con la confianza y el apoyo de Fainé y de personas influyentes en el entramado La Caixa, con los que comparte estrategia y cierta sintonía de creencias; tiene un perfil financiero, pero también industrial, y los que le conocen destacan de él su lado humanista e intelectual; es capaz de conversar y negociar con un amplio espectro político; y en el holding inversor asumirá la posición de vicepresidente ejecutivo, más alta que la de consejero delegado. Pero de alguna manera, el cargo no pesa, porque lleva media vida preparándose: al fin y al cabo, Francisco Reynés fue uno de los que le puso el nombre a Criteria.

El martes, Reynés fue nombrado consejero de Criteria para ocupar la silla de Simón, con el objetivo de que sea nombrado en los próximos días vicepresidente ejecutivo. Cuando lo logre, una dosis muy considerable de poder e influencia se acumulará en este directivo nacido en Palma en 1963 —aunque todas las fuentes consultadas dan por hecho que el solapamiento con el cargo de máxima responsabilidad en Naturgy no durará mucho—. En los últimos meses, mientras Simón, un hombre que en algunos aspectos se aleja de la ortodoxia La Caixa, se hacía un equipo a su medida en Criteria y emprendía una carrera de adquisiciones que imprimía un agresivo giro estratégico al brazo inversor, en las torres negras de la avenida Diagonal también se daban movimientos para que el orden natural de La Caixa volviera de nuevo, aunque asumiendo los avances de la revolución Simón.

Reynés es un directivo marca La Caixa, y en este tiempo ha estado en los contrapuntos del poder en la compañía. Ahora, en un momento en que se cruzan muchas apuestas sobre quién encabezará en el futuro la cúpula del grupo —Fainé tiene 82 años—, llega ungido como nuevo hombre fuerte. Aunque la experiencia de los anteriores candidatos que se quedaron por el camino demuestra que esto puede no querer decir nada. “Adquiere un gran peso en La Caixa, eso es innegable, pero nunca se sabe, pueden pasar muchas cosas”, señalan fuentes conocedoras de los últimos movimientos en el grupo.

Llega a Criteria cuando el cambio de marchas ya está en quinta. El mayor holding industrial de España, que tiene participaciones en las principales empresas del país —Caixabank, Telefónica, Naturgy, ACS, Veolia en España, Colonial o Puig, entre otras— y una cartera de activos valorada en más de 30.400 millones de euros (supera el presupuesto de la Comunidad de Madrid) se ha enfocado en el último año en aumentar su peso en empresas estratégicas y rentables. Todo con el objetivo de reforzar el retorno a su único accionista, la Fundación Bancaria La Caixa. ¿Significa este cambio en la cúpula que la estrategia va a cambiar? “Los objetivos de entrada son los mismos, el plan estratégico [llegar a una cartera de activos de 40.000 millones en 2030 y repartir 700 millones a la fundación] fue aprobado por todo el consejo de administración. Aunque con la llegada de una nueva dirección siempre puede haber cambios”, apuntan fuentes cercanas a la entidad.

Más allá de que pueda revisar la estrategia en algunas carteras como la de capital privado, los puntos principales del plan seguirán siendo una prioridad para Reynés. El primero es arreglar la situación en Naturgy, donde desde hace tiempo se está buscando la manera de facilitar la salida de los fondos CVC y GIP, a la vez que Criteria, que tiene un 26,7% de la gasista, trata de encontrar una solución de estabilidad para la compañía. Si esto pasa por volver a hablar con la emiratí Taqa es todavía una incógnita que Reynés, como principal ejecutivo de Naturgy, está más que preparado para resolver. El segundo punto prioritario es multiplicar el patrimonio de la fundación, que es inamovible. Puede haber diferencias en el estilo y en el enfoque sobre en qué compañías invierte Criteria para lograr este objetivo. En cualquier caso, las mismas fuentes explican que el ritmo de las inversiones no tiene por qué ponerse en pausa: “Esto depende de las oportunidades que surgen y de que se vaya llegando a acuerdos”.

Perfil versátil

Esta diferencia de estilo es uno de los factores para entender el relevo. A Simón, que ha hecho su carrera como directivo en Agbar y está muy bregado en el área metropolitana de Barcelona, se le sitúa en la órbita socialista, aunque sabía convivir con el PP. Pero en estos meses de revolución en Criteria ha predominado la sensación, en algunos entornos, de que había cierta “permeabilidad” de los intereses del Gobierno para que el mayor holding industrial invirtiese en empresas que el Ejecutivo de Sánchez tiene interés en apoyar. Un ejemplo es la siderúrgica Celsa, que anunció un preacuerdo para que Criteria entrase con un 20% del capital que luego el holding enfrió. Otro es Telefónica, donde Criteria y el Gobierno subieron sus participaciones a la par, y luego el brazo inversor de La Caixa se vio obligado a aceptar el cese de un primer ejecutivo, José María Álvarez Pallete (sustituido por Marc Murtra, muy cercano al Gobierno), que continúa no obstante en el patronato de la fundación La Caixa.

A Reynés se le sitúa más en el lado conservador, aunque es capaz de hablar con todos. “Es un liberal, pero no un neoliberal. Tiene una visión social de cómo encajan las empresas en el mundo y de que hay que trabajar para las personas”, explica alguien que lo conoce, que destaca iniciativas sociales impulsadas por Naturgy durante la covid, la dana de Valencia o la crisis energética por la guerra de Ucrania. Es, apunta, un directivo pragmático, pero con gran curiosidad intelectual. Le gustan las matemáticas, es un aficionado a la Historia, está atento a las corrientes geopolíticas —es asiduo a foros internacionales como el de Davos—, y es lector de filosofía. Entre los filósofos que le interesan está Ludwig Von Mises, referente del liberalismo y autor de La acción humana, o el surcoreano Byung-Chul Han. También es un fanático de Tintin y puede recitar diálogos del Capitán Haddock de memoria.

Pero más allá de esta versatilidad en la política, de él se destaca que tiene muy claros los intereses que defiende: eficiencia y retorno al accionista. Es muy conocido por ser estricto en la disciplina financiera, cosa que priorizará por encima de cualquier influencia externa. “Es un financiero, pero con mentalidad de ingeniero. La base analítica que tiene este cerebro es brutal, se ve en cómo habla, en las analogías que hace”, explica alguien que ha estado cerca de él durante su ascenso. De conversación directa y pocas ganas de perder el tiempo, le gusta que las cosas sean simples y gestionar con pocas normas, pero claras. “El número tres le gusta mucho. Considera que no son necesarios más que tres buenos argumentos para convencer a alguien”, expresa este colaborador. Otro mantra suyo es disagree and commit [discrepar y comprometerse]: todas las opiniones son válidas, pero cuando se toma una decisión hay que llevarla a cabo. En la gestión de equipos, “no necesariamente se lleva a su gente para hacer el equipo, tiende a confiar en los equipos que encuentra”.

‘Paco’ para casi todos

Francisco Reynés es Paco para casi todos. Nacido en una familia mallorquina de clase media en los sesenta, se fue a Barcelona a estudiar ingeniería industrial, con la especialidad de mecánica de motores. Habla con fluidez catalán, castellano, inglés, alemán, italiano y francés. Más tarde cursó un MBA en la escuela de negocios IESE, una cantera de ejecutivos. Trabajó en Alemania para Volkswagen —“no siempre ha estado en los despachos, también se ha manchado las manos de grasa”, dice este colaborador— y estuvo en otra empresa de automoción, Johnson Controls, pero también pasó por una textil (Dogi) y una cementera (Uniland). Fue a partir de ahí cuando saltó al universo La Caixa: en 2002 Salvador Gavarró lo fichó como director general de recursos en Gas Natural, donde conoció a Fainé y empezó “una relación de confianza muy especial y de respeto mutuo”, cuenta alguien que lo conoce desde esa época. En 2007 pasó a ser director general de Criteria CaixaCorp y sacó la compañía a Bolsa en octubre de ese año. Tres años más tarde se convirtió en consejero delegado de Abertis, donde estuvo ocho años y sacó su lado más financiero para separar negocios y sacar rentabilidad. Una de las filiales que salieron fue Cellnex, de la que fue presidente.

De esta época le viene cierta fama de financiero que prioriza el retorno al accionista por encima de la inversión, algo que también ha hecho, en cierta medida, en Gas Natural (cuyo nombre cambió a Naturgy en un proceso que culminó Fainé), donde asumió la presidencia ejecutiva en 2018 sustituyendo precisamente a Fainé, y donde los resultados le han acompañado. “Sabe hacer finanzas, pero también tiene sensibilidad industrial para apostar por el largo plazo”, apunta la misma fuente.

En el ámbito personal es muy discreto, y a su pesar ha salido en las revistas del corazón por su segundo matrimonio, con Cristina Valls Taberner —hija del expresidente de Banco Popular—, con quien se casó tras enviudar de su primera mujer. Tiene cinco hijos de los dos matrimonios, y explican que busca tiempo de donde sea para estar con los suyos, pasar tiempo en l’Empordà o Mallorca, y practicar todo tipo de deportes al aire libre —vela, esquí y cualquier actividad que implique vehículos de dos ruedas—. De porte riguroso y serio, pero donde también cabe el humor, su presencia puede imponer, pero, según los que le conocen, es un signo más de timidez que de arrogancia o soberbia: “Es un rara avis en este mundo de tiburones”, dice uno, pero otro apunta: “Todos los que llegan a estas posiciones tienen opiniones fuertes y una autoestima importante”. El tiempo dirá si todos estos ingredientes son los indicados para permanecer tan cerca del poder.