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Ramadán, el mes del ayuno, la espiritualidad… y el consumo en Egipto

El mes sagrado del Ramadán, el noveno del calendario islámico, es reconocido sobre todo por el ayuno que la mayoría de musulmanes observa desde el alba hasta la caída del sol; uno de los cinco pilares de la religión. La esencia del mes, que este año coincide casi exactamente con marzo, radica en un cierto repliegue espiritual y un fortalecimiento de los lazos familiares y comunitarios. Pero también, irónicamente, en torno a la comida y a un pico de consumo.

Más allá de su faceta religiosa, el Ramadán tiene una marcada dimensión social y económica, y guarda algunas similitudes con la Navidad. Durante estas fechas, la gente pasa más tiempo con su familia, se adornan hogares y calles, se dispara el gasto (y el despilfarro) en comida y regalos, la publicidad se adapta a la ocasión. Incluso prevalece un sentimiento de nostalgia hacia el pasado y la creencia de que ahora se reúne menos gente en torno a la mesa, que el espíritu no es tan fuerte como antes y que todo se ha vuelto demasiado comercial.

En Egipto, de hecho, la práctica del ayuno no es ni siquiera una de las costumbres que más se destacan del Ramadán. De hecho, las encuestas revelan que la gente valora más aspectos como las reuniones familiares y sociales que se convocan para la ocasión, sobre todo para comer, la espiritualidad y la devoción religiosa que despierta, y el ambiente que lo acompaña. Como no podría ser de otra manera, estas preferencias permean en sus patrones de consumo.

Un sondeo realizado este año en Egipto por la empresa de estudios de mercados Ipsos muestra que el 60% de la gente ahorra más en los meses previos al Ramadán con el objetivo de prepararse para el aumento de gastos que se avecina, ya que el 75% señala que el mes suele traducirse en un mayor consumo y hasta un 89% reconoce que aprovecha para ir de compras. Muchos, sobre todo los jóvenes y las personas de renta alta y media, también salen más durante el Ramadán.

¿En qué se gastan el dinero? Durante estas fechas, las familias egipcias destinan alrededor de la mitad de sus gastos a comprar comida y bebidas, y casi un tercio al transporte y a los regalos, según una encuesta de 2024 de TGM, otra empresa de estudios de mercado. Otro elemento destacado del Ramadán es que la cuarta parte restante de los gastos se asignan a la caridad, con más de la mitad de la gente asegurando realizar un mayor esfuerzo para donar.

Un mes en el que se engorda

Aunque se trate del mes del ayuno, la consultora HLB estima que el consumo de alimentos en Ramadán representa el 15% del gasto anual en alimentación. Durante este mes hay dos comidas principales: el iftar, que rompe el ayuno, y el suhur, antes del alba. En Egipto, el iftar empieza para la mayoría con dátiles y aperitivos, y luego se pasa a una variedad de platos principales. Los cinco esenciales, según TGM, son verduras rellenas, empanadillas, pollo, macarrones al horno y kunafa, un pastel. Curiosamente, más gente admite ganar peso que perderlo.

En los últimos años, la ilusión del Ramadán en Egipto se ha visto empañada por la profunda crisis económica que atraviesa el país, y que está afectando principalmente a la clase baja y a lo que queda de la media. En febrero, la inflación acarició el 13%, pero la cifra fue incluso motivo de celebración porque fue la más baja en dos años y porque se alcanzaron máximos de casi el 40% a finales del 2023. Para amortiguar el golpe antes del mes sagrado, el Gobierno abre decenas de mercadillos con productos a precios más asequibles y en febrero aumentó el salario mínimo, aunque este apenas supera los 120 euros al mes que en muchos casos ni se cumple.

Más allá del aumento del consumo, el Ramadán también se asocia a una menor productividad por el ayuno y la reducción de las horas de trabajo (y de sueño). HLB sitúa esta caída entre el 35 y el 50%. Sin embargo, la percepción de los egipcios es diferente y la gran mayoría considera que su nivel de actividad general y su productividad en el trabajo aumenta o se mantiene igual durante el mes, debido —quizás— al sobreesfuerzo que representa.