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La venganza fiscal de ‘Ione Gamarra’

Actualizado Miércoles,
19
febrero
2025

12:44

Pero cómo no va a enfermar MJ Montero si lo incomprensible (más allá de su sintaxis) es que haya logrado reponerse. Llegó al hemiciclo, se sentó entre la displicencia del número uno y el rencor de la vicepresidenta segunda y se puso a encajar palos de socios y de adversarios como si zurrarla desgravase. Hasta que pasó lo que tenía que pasar: que doña Marichús confundió a Ione con Cuca. De los labios dalinianos de la vicepresidenta primera ha nacido «Ione Gamarra», animal mitológico que ilustra la pinza tributaria entre PP y Podemos.

Es verdad que el ministro de Hacienda nunca es el más popular de ningún gabinete, menos aún si bate la marca transilvana de Montoro, legendario succionador de carótidas salariales. La sed fiscal de la vampiresa hispalense no es discutible, ha subido impuestos que ni siquiera ella sabía que existían, pero a la vez se desgañita negando su voracidad confiscatoria en la esperanza de que el españolito no acierte a desentrañar el acertijo de retenciones consignado en su factura de la luz o en su nómina mensual. Y cuando el negacionismo extractivo no le funciona, entonces invoca el sostenimiento del Estado de bienestar o incurre en un retruécano que en su cabeza sonaba espectacular: «No se trata de que Hacienda recaude más, sino de que no recaude menos». Un escudo social es exactamente lo que necesita MJ para ella sola, no digamos ya si pretende abrir una negociación presupuestaria. Porque lo que Podemos le reclama contra la banca se lo niega Junts, y lo que le vetó el PNV se lo exige Sumar.

Los papeles han cambiado. La vicepresidenta ya no es la escudera del presidente sino al revés. El golpe oblicuo de Feijóo a Sánchez en realidad iba para Montero, al que reprochó que impusiera aranceles a los mileuristas, que son los nuevos ricos del sanchismo. Pedro respondió con desgana algo sobre Bárcenas, citó los elogios de la prensa mundial a la punta de su cohete y en un derroche de inventiva comparó al líder de la oposición con la criptomoneda de Milei. Luego se piró, dejando sobre su escaño un humeante mojón de indiferencia hacia la soledad de su número dos. Quizá Pedro debería atreverse a cruzar una línea más, ensanchar otro centímetro el esfínter de las reglas democráticas para adaptarlas a sus deseos y fumarse sine die estas sesiones de control que tanto le desagradan. A un hombre que tiene que salvar el mundo del fascismo le vienen con preguntitas parlamentarias. Se le nota mucho que ya no aguanta a nadie, empezando por los suyos. La mirada que dirigió a Francina Armengol en mitad de un abucheo -por supuesto Armengol recibió la orden y paró el partido- no se la deseamos ni a Munuera.

Dalí querría salvar el aire de Las meninas y nosotros el silencio que se hace en la cámara cuando pregunta Miriam Nogueras. Es una escena como de Peckinpah, un enmudecimiento súbito, espeso y descarnado que detiene con violencia la representación y rescata la cruda verdad del diputado: sin esos votos su vida se acabó. Doña Miriam aprovechó para evacuar su habitual discurso xenófobo, que ahora llega envuelto en insumisión fiscal y prejuicios pujolistas contra andaluces subsidiados. Otro portavoz de Junts retomó la misma senda reaccionaria en su pregunta a Montero. Lo que significa que hay una estrategia. Lo que significa que hay una encuesta. Lo que significa que la gente está muy harta de pagar impuestos para lo poco que le luce el fin de mes. Junts, Sumar, Podemos y el PP están venteando un hartazgo transversal que amenaza con despeinar definitivamente a la ministra de Hacienda.

Míriam Nogueras en su intervención durante la sesión de controlZipiEFE

Anotamos una pregunta absurda de una portavoz pepera a Albares. Mira que es fácil enfrentar al pequeño Napoleonchu con su ridícula vanidad y sus purgas paranoides, pero la roma retórica robotizada de la opositora le permitió salir airoso. Tan ufano que casi se tropieza de puro entusiasmo en el mutis por el foro. Bendodo logró desquiciar a su paisana hasta el punto de acogerse a la cláusula mágica del victimismo por amenaza machista. Pero fue Juan Bravo el único que atinó a esbozar algo parecido a una alternativa fiscal: la de un país donde la gente aspire a cobrar 50.000 euros al año y no a pastar en el presupuesto público o a engrosar las filas fijas discontinuas del salario mínimo.

«Esto a Pablo Iglesias no se lo harían, señora Díaz. ¿Le merece la pena?», hurgó Tellado en el sororicidio vicepresidencial. Pero doña Yolanda fruncía sus rubias cejas cada vez que su vecina afirmaba no haber subido los impuestos nunca a las clases medias y trabajadoras. Este miércoles tocaba esconder el piolet y rescatar: «Merece la pena mejorar la vida de la gente». Comenzando por la gente que a mejorar la vida de la gente, se entiende.

Bildu presumió de declarar zonas tensionadas en Azpeitia y Rentería. Hacen bien: pocos como ellos con tanta autoridad para tensionar territorios, casas, cuarteles, coches o nucas. Rufián enseñó tres dedos a la bancada de Junts, en amigable tributo a la memoria del «tres per cent». Y uno se puso fantasear con la violenta irrupción de don José Luis Ábalos Meco, atravesando solemne y despacioso el hemiciclo con un fardahuevos como Jude Law en la cabecera de The new pope, bajo el riff intimidante de Jimmi Hendrix, entre los rostros boquiabiertos de sus advertidos camaradas de censura: «El caso va a escalar. Si voy a la cárcel, no iré yo solo».