Actualizado Martes,
28
enero
2025
–
22:55
Ésta tampoco la vimos venir: todo un presidente del Gobierno anunciando en el atril de La Moncloa el zurcido de un decreto como quien anuncia que va a mandar a un español a la Luna. En vivo, en directo y en el prime time de los carruseles políticos. Después de postergar el Consejo de Ministros hasta que Puigdemont pusiera el huevo desde Waterloo y después de una semana agitando una pancarta que decía «Trocear el decreto, de entrada no». Pues vaya que sí. Menuda charcutería legislativa hemos montado para acabar pactando unas medidas que se aprobaban solas. Literalmente.
Para no querer «filetear» su decreto, Sánchez ha acabado triturando toda su estrategia política reciente y la hemeroteca de sus ministros –Óscar López negó categóricamente lo que luego han hecho- y troceándose hasta a sí mismo, si hacía falta para descongelar las negociaciones con Junts. Y hacía. El escudo humano no eran los pensionistas, era él, pero toda esta gimnasia del bandazo no desgasta tanto al Gobierno por el decreto en sí -acierta al rectificar- como por la sensación de que no es capaz de contener la espiral subastera de sus socios.
¿Qué más queda por ceder? Da igual, el Gobierno durará porque no hay alternativa, pero la legislatura también se ha troceado definitivamente [una idea de título por si están preparando otro documental: Moncloa, cuatro estaciones, ocho porciones]. Por un lado lo que acepte Junts, por otro, el choque de cuernas constante con el PP. Que es un fin en sí mismo. Por eso el nuevo decreto vuelve a reafirmarse, de manera simbólica, en el traspaso del palacete parisino para el PNV. Para quitarse de encima la oferta de pacto de Feijóo. Para forzar que vote en contra, aunque ahora, tras el troceo, sí habría estado de acuerdo.
Hay un plan. El PSOE necesita mantener la tensión altísima y confrontar modelos. No le hace falta legislar mucho, puede dejarse llevar por la corriente económica -los datos de empleo son elocuentes-, pero insiste en el encontronazo constante porque sabe que aglutinará mejor a los suyos desde el contraste con el rival que desde la persuasión política. Por eso esta operación decreto es de largo plazo, porque la cosa no va de convalidar o no una norma. Todo esto va de llegar a 2027 y mantener al PSOE en franjas demoscópicas «competitivas» por la vía de un antagonismo de vocación irredenta contra Feijóo y Ayuso.
Van por aquí los números que sustentan esta estrategia: si te lanzas con todo contra el rival, un tercio de los ciudadanos te defiende a muerte, otro tercio te desprecia y otro tercio pasa olímpicamente de ti. Con tu tercera parte de fieles puedes quedarte tranquilo: les dejarás a tus sucesores un partido más o menos presentable. Éste sí, sin trocear. Pero si quieres gobernar de nuevo, el que importa es ese 33% de electores indiferentes. Ése vale doble.
En todo caso, mientras Podemos y Sumar sigan divorciados, Sánchez no puede ni soñar con reeditar la mayoría. Lo sabe él y lo sabe Yolanda Díaz. Por eso ahora es más caro el cambalache de Miriam Nogueras y sus siete votos, porque Sánchez cada vez tiene más difícil reeditar su mayoría. Si tapa una vía de agua de Junts, le salta otra de Podemos, que ahora puede apretar más. Y así sucesivamente.
Salvando las obvias distancias, podría repetir lo que dijo un procurador cuando una delegación del Parlamento británico visitó las Cortes franquistas y le preguntaron:
— ¿Y aquí dónde se sienta la oposición?
— Está un poco dispersa por todo el salón de sesiones.
Todo el mundo sabía que las pensiones se iban a revalorizar, todo el mundo sabía que había y hay una mayoría aplastante a favor de hacerlo y todo el mundo sabe que el Gobierno lo podría haber aprobado el mismo miércoles por la tarde, cuando el Congreso tumbó el decreto. Pero no quiso. La amenaza de dejar las pensiones sin actualizar no coló porque desprendía el olor indisimulable de los ventajismos.
Si miras con ojos de entomólogo, hay algo como cautivador en toda esta coreografía del disenso por el disenso. Cuando va el PP y acepta al fin una iniciativa del PSOE, se revuelve Sánchez a lo Bartleby. No cede ante Junts para seguir dependiendo de Waterloo, sino para no depender nunca de Génova. No vaya a verse obligado a pactar con su enemigo una medida propia. Es el mundo al revés. Y es un error. El primer mandato de un buen político es seducir. A los tuyos y a cuantos puedas. Liderazgo es convencer a tus amigos de que te pinten la valla de blanco y encima te paguen por ello, como Tom Sawyer.
Tampoco ha sabido el PP aprovechar esta crisis a su favor. Tiene delante de sus ojos la llave para horadar los caladeros templados de la socialdemocracia, pero no termina de atreverse. ¿Cuál es esa llave? Asfixiar al PSOE a base de ofrecerle pactos asumibles en temas de Estado como las pensiones, la vivienda, la conciliación, la dana, los aranceles de Trump… «¡Eureka! ¡Los pactos son la criptonita de Sánchez!», le exclamarían a Feijóo sus spin doctors en la sombra, si los tuviera.
…PERO NO TE OLVIDES DE PODEMOS.
Que Junts haya «descongelado» la relación le da aire a Sánchez, pero ni mucho menos le garantiza la mayoría para todas sus medidas. En Ferraz a quien más temen, después de Puigdemont, es a Irene Montero y a Ione Belarra – en la imagen, acompañando a Serigne Mbayé, citado a declarar por acusar de racismo a la Policía en Lavapiés-, porque el voto de Podemos ahora cotiza más caro en la lonja del Congreso.
Feijóo y las «certezas demoscópicas» del PP
La crisis del decreto ómnibus no inquieta al PP. El diagnóstico de Génova es claro: sus encuestas internas le dan la «certeza demoscópica» de que los ciudadanos culpan mayoritariamente al PSOE de que no se hayan revalorizado aún las pensiones. Comoquiera que los populares habían tendido la mano para aprobarlo, califican de «éxito» su estrategia, aunque haya sido Junts el que ha desbloqueado la convalidación de la norma. Los árabes dicen que si te sientas en la puerta de tu casa, tarde o temprano pasa por delante el cadáver de tu enemigo. Pues eso.
Yolanda Díaz también hace de la necesidad virtud
Aparejar la revalorización de las pensiones a la aprobación de otras medidas ya lo intentó Rajoy en 2018, haciendo depender la actualización con el IPC de la aprobación de los Presupuestos. A Sánchez le parecía un «chantaje en toda regla», pero en 2025 también ha unido las pensiones a otras medidas. Hace sólo unos días en Sumar había voces críticas que no entendían por qué el presidente hacía lo que criticó. Pero Yolanda Díaz cambió el lunes de opinión y, casualmente, ese día Carlos Cuerpo cedió ante ella en la reducción de la jornada laboral. Ah, y luego ella rectificó otra vez.