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Un archivo con 500 víctimas de ETA contra el olvido: «La memoria corre peligro de ser manipulada»

Un archivo con 500 víctimas de ETA contra el olvido: «La memoria corre peligro de ser manipulada»

Durante la presentación, el pasado martes en Madrid, de su último documental, en el que rinde homenaje al ex diputado vasco y ex concejal del PP Gregorio Ordóñez, asesinado por ETA hace ahora 30 años, Iñaki Arteta recordó el deber moral que la sociedad española tiene con todas las personas que padecieron la dictadura del terror de la organización abertzale y mostraba, en conversación con este periódico, su preocupación por el hecho de que el Gobierno de Pedro Sánchez y Fernando Grande-Marlaska dedique muchos más esfuerzos «al bienestar de los terroristas, a que todos salgan de las cárceles y a su integración en la sociedad que a la atención a sus víctimas».

Y se preguntaba: «¿Qué será de la memoria de todas ellas cuando los herederos de ETA, que no se ha arrepentido y que ya participan en la organización de nuestro país, gobiernen en la comunidad autónoma? ¿Cómo serán las unidades didácticas que estudien entonces los escolares?». La respuesta está implícita en la formulación de la pregunta, pero aun así, Arteta sentencia que la memoria de lo que sufrió la ciudadanía española durante los 50 años de actividad armada de ETA «corre un serio peligro de ser manipulada, de ser blanqueada y de ser disuelta en otros hechos históricos como el franquismo o el GAL, por ejemplo. Es cierto que hubo otras bandas armadas como el Grapo o el Frap, pero el terrorismo de ETA tiene una entidad muy superior al resto por la duración en el tiempo, el número de asesinatos, muchos de ellos de naturaleza etnicista, y el objetivo claro de amedrentar a la sociedad, amenazando y matando a líderes de otros partidos políticos (como ocurrió con Gregorio Ordóñez), a policías locales, guardias civiles, militares o miembros de la judicatura y del ámbito del periodismo».

María San Gil y el director Iñaki Arteta, charlan en el documental.

María San Gil y el director Iñaki Arteta, charlan en el documental.EM.

Por ello, desde el rodaje de Sin libertad, su primera película, hace ahora 25 años, se propuso, como un proyecto permanente y paralelo a su filmografía, recoger la imagen y la voz de todas las víctimas posibles: amenazados, exiliados, secuestrados, heridos, supervivientes, familiares… De momento, ha completado 500 grabaciones y ha creado una página web (archivoau.org), donde si el tiempo y el dinero se lo permiten (para ello realizan periódicas campañas de crowdfunding) irán colgando los testimonios para que todo aquel que quiera pueda consultarlos. Además del esfuerzo que supone, aclara Arteta, «el tiempo juega en nuestra contra, porque las víctimas van desapareciendo y otras muchas que nunca dieron su testimonio por miedo mientras existía ETA, ahora son reacias a hacerlo. Y finalmente, porque año tras año va decayendo el interés de la sociedad por estas historias. Y no digamos ya el interés de los políticos, que tienen una tendencia creciente a preocuparse sólo por el corto plazo. Pero nuestra obligación es recoger el mayor número de experiencias personales para que, cuando ya no estén, y no estemos tampoco nosotros, quede al menos su recuerdo y nadie pueda decir que aquello nunca ocurrió».

Para la creación de este archivo audiovisual de las víctimas del terrorismo, se inspiró Arteta en la ambiciosa empresa que, tras el éxito de La lista de Schindler, puso en marcha Steven Spielberg a través de la Shoah Foundation. Con su capacidad de producción y movilización, y la ayuda de unos 15.000 voluntarios, el director norteamericano recogió por todo el mundo unos 55.000 testimonio de supervivientes del Holocausto, un material de archivo imprescindible para los historiadores y para todos los que quieran conocer en detalle lo ocurrido durante el exterminio de los judíos europeos, cuyo día del recuerdo se celebra mañana, el 80 aniversario de la liberación de Auschwitz por las tropas aliadas. Sobre aquel proyecto hizo su tesis doctoral un joven investigador español, Alejandro Baer, que poco después publicó Holocausto: recuerdo y representación (Losada, 2006). Y a él recurrió Arteta para asesorarse. «Hace más de 20 años -rememora Baer en conversación con EL MUNDO– crear un archivo documental con secuencias de testimonios de las víctimas, es decir, de aquellas personas que no aparecen en los libros de historia, era algo novedoso. Tan importante como los hechos es conocer el impacto que la violencia tiene sobre un individuo, una familia o una comunidad. Como dice Adorno, dejar hablar al sufrimiento es el principio de toda verdad».

Para Baer, que ha sido catedrático de Sociología y director del Center for Holocaust and Genocide Studies de la Universidad de Minnesota y actualmente es investigador en la Universidad Complutense, tras pasar por las de Bayreuth y Múnich, «los proyectos de memorialización del Holocausto han inspirado otras culturas de la memoria del sufrimiento y de la victimización de la violencia política». Y, matiza, aunque la Shoah y el terrorismo de ETA son de naturaleza muy distinta, la importancia de los registros audiovisuales como los que está elaborando Arteta reside en que «el archivo define y atribuye la condición de víctima a personas cuyas realidades son muy distintas. Y al definir creas una realidad» que de otra manera quedaría perdida entre los pliegues de la historia. A contracorriente, Arteta continúa construyendo su archivo. De momento, cuenta con la colaboración de la Fundación Ortega-Marañón, donde están depositando los materiales en bruto de las grabaciones.