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Las píldoras del doctor Sánchez

«Son lentejas» es una expresión muy propia de Sánchez. No porque la verbalice con frecuencia sino porque la aplica con severidad. El uso de «son lentejas» camufla su debilidad. A finales de 2023, Sánchez prescindió de la máxima y negoció por separado con los socios de investidura el mantenimiento y retirada a la vez de los impuestos a los bancos y a las energéticas. El resultado del confuso mercadeo fue la conversión de la comisión del Congreso en un zoco. Los socialistas se dieron de bruces con la realidad y su minoría parlamentaria quedó retratada en una dilatada jornada de idas y venidas, aplazamientos, súplicas y frivolidades. La imagen, el vodevil, los ruegos no gustaron a Sánchez. Los debates y negociaciones forzaron a Sánchez a reelaborar su censo de castas y servidumbres.

Sumar seguiría ocupando el eslabón inferior de la jerarquía de minorías de investidura, junto con el PNV, que sin embargo es digno, al menos, de merecer postre y palacete; Díaz y Ortúzar lideran las fuerzas rehenes, cuyo estatus es una concesión soberana de Sánchez y Bildu respectivamente. Sumar y PNV son sólo lo que se les permite ser porque su supervivencia -en el caso de Díaz- y visibilidad -en el caso del PNV- dependen del mantenimiento del statu quo y equilibro de fuerzas. Bildu constituye la alianza más incondicional. Adopta un perfil bajo porque goza de tratamiento privilegiado. ERC, que ya ha purgado su entrega, se busca confusa a sí misma en el saco de Illa.

Por último, Junts y Podemos le proporcionan los quebraderos de cabeza. Sánchez no ignora que la triada BelarraMonteroIglesias no es tan servil como Sumar. Podemos no va a cargarse la legislatura pero trata de crear el caldo de cultivo que redefina y visibilice los términos de la siguiente. Sánchez evita el choque con Podemos porque esa confrontación perjudica sus expectativas de liderar, de facto, un Frente Amplio. Por último, Sánchez ha dado orden de agasajar a Puigdemont. Es su socio preferente, pero aparentemente más díscolo. La últimas y obsequiosas comitivas socialistas a Ginebra no conmovieron al prófugo.

Así que el recurso táctico «son lentejas» es verdaderamente una necesidad. Si Sánchez trocease el decreto ómnibus correría el riesgo de que las medidas pactadas con Podemos no tuviesen ninguna posibilidad de salir. Cobraría fuerza la consigna siempre a mano de Iglesias y Rufián: «Sánchez ha cambiado de socios». Serían más numerosos los decretos aprobados junto con PP y Junts que junto con sus socios naturales y el resto de los reales. Así que Sánchez mira a Negrín sin saber quién fue. Las «lentejas» le permiten señalar con claridad al adversario: Feijóo.

Negrín, el último presidente del Gobierno de la República durante la Guerra Civil, basó su estrategia de defensa en la resistencia de Madrid y Barcelona [aspiraba ilusamente a que el clima creciente de tensión en Europa facilitara el apoyo de los aliados, pese a los vanos esfuerzos de Álvarez del Vayo]. El PCUS se había metido hasta el corvejón en su Gobierno. La «retaguardia roja» estaba completamente desmoralizada. El pueblo reprochaba a Negrín: «Tú resistes porque comes». La gente apenas tenía lentejas, compradas en el mercado negro: eran las «píldoras» recetadas por «el doctor Negrín». Las lentejas son también las píldoras del doctor Sánchez para apurar su zozobrante resistencia a costa de los demás.