Junts per Catalunya rompió la negociación con el PSOE tras exigir las «competencias integrales» en materia de inmigración y recibir a cambio lo que califican de una «transferencia capada» que queda reducida a la gestión administrativa. Según ha sabido EL MUNDO, el equipo de Carles Puigdemont trasladó a los socialistas el pasado lunes en la reunión de Bruselas que su pretensión pasa por que la Generalitat catalana pase a gestionar «todas las competencias de Extranjería» que corresponden al Estado y que la delegación del PSOE accedió a sentarse a negociar esta cuestión.
Sin embargo, según Junts, durante las conversaciones, el equipo encabezado por el secretario de Organización socialista, Santos Cerdán, expuso que el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, se oponía frontalmente a esta cuestión y que le había trasladado al presidente Pedro Sánchez que era inviable. A cambio, pusieron sobre la mesa la posibilidad de que Cataluña asumiera todos los «trámites formales» en materia de extranjería. «Estamos de acuerdo en un 80% y falta un 20%», intentaron tranquilizar los socialistas a los independentistas, que no sólo reiteraron su exigencia de la transferencia integral sino que emplazaron directamente al PSOE a destituir a Marlaska si era el problema para alcanzar un acuerdo en esta materia.
«Si el problema es él, lo que tenéis que hacer es echarlo y punto», llegó a plantear la cúpula de Junts, ante lo cual el PSOE se mostró inflexible. Fuentes de Ferraz consultadas por este diario insisten en que eso no está sobre la mesa: «Nosotros no ponemos la cabeza de nadie, solo faltaba». Y el entorno de Marlaska se muestra completamente tranquilo ante este nuevo órdago de Puigdemont.
«Cuando habéis tenido interés en un asunto, como el de Telefónica, se ha llegado a destituir a un presidente un sábado», insistieron los secesionistas, que consideran que este apartado constituye un «nuevo engaño» del Gobierno de Sánchez, al que atribuyen haberles dado esperanzas en este apartado en todo momento. «No queremos sólo los trámites formales, queremos hacerlo todo», volvieron a la carga desde Junts, al tiempo que avanzaron ya en la cita de Bruselas que si no se cerraba esta cuestión a su favor, el voto al decreto omnibús iba a ser negativo.
En el ala socialista reconocen que la inmigración ha sido un escollo fundamental para que Junts rompiera la baraja parlamentaria, pero creen que es el único reconducible de los tres. Los otros dos son la cuestión de confianza y la visita de Sánchez a Puigdemont en Waterloo. Lo que ocurre con las negociaciones de inmigración es que Junts «pide demasiado», según las fuentes consultados.
Por ejemplo, la cesión del control de los flujos migratorios y la competencia para la concesión de permisos de regularización. «Y muchas cosas más», se quejan fuentes socialistas. El Ejecutivo insiste en que las competencias en esta materia se pueden «delegar», pero no se pueden transferir en su integridad.
De hecho, dos borradores del Gobierno sobre reformas de la Ley de Extranjería en poder de este diario señalan que «el Tribunal Constitucional ha subrayado la competencia exclusiva del Estado en materia de inmigración y extranjería», con «dos vertientes fundamentales». Por un lado, «la determinación, en cuanto cuestión más primordial del régimen jurídico del extranjero en España, de los derechos que, correspondiendo, en principio, a los españoles, deben ser extendidos a los ciudadanos de otras nacionalidades radicados en nuestro país». O sea, la competencia de fijar las condiciones de igualdad entre extranjeros y españoles es exclusiva del Estado.
Por otro lado, «se atribuye al Estado la capacidad de determinar aquellos derechos que corresponden a los extranjeros en su condición de tales. Es decir, aquellos derechos que les corresponderían como consecuencia de la específica y particular posición en la que se encuentra el ciudadano extranjero de cara a su integración en la sociedad española».
Con estos mimbres, el PSOE llevó una propuesta a las negociaciones de Bruselas, que Junts no aceptó por insuficiente. Ahí encallaron las conversaciones. Pero los negociadores del PSOE son optimistas y creen que pueden rehacer los puentes y llegar a un acuerdo en inmigración si los independentistas ceden en algo. «Es un tema que está abierto y en las negociaciones se ponen muchas cosas encima de la mesa que luego van desapareciendo». Eso sí, «no hay prisa» para volver a reunirse a negociar, en principio. «No tenemos fecha», señalan fuentes del PSOE.
Sea como fuere, lo cierto es que el traspaso de las competencias de inmigración a la Generalitat es un asunto «central» para Junts. En su recientemente actualizada ponencia política propone la creación de una Agencia de Inmigración para gestionar los flujos migratorios en Cataluña y, a inicios de enero, anunció que llevarán al Parlament una propuesta para elaborar una ley catalana de inmigración, con la que aspiran a que el Govern pueda empezar a regular el fenómeno si el Gobierno da el brazo a torcer y cumple con la transferencia.
Los neoconvergentes se apresuraron a tomar la iniciativa en cuanto la formación independentista de sesgo xenófobo, Aliança Catalana, ingresó en el Parlament. Con la pretensión de evitar una mayor fuga de votos hacia ese nuevo espacio político, que ha hecho fortuna especialmente en la Cataluña interior -un feudo de la antigua Convergència-, Junts pretendía que el traspaso de competencias en inmigración estuviera listo antes de iniciar el año. Rebasada esa fecha, la formación liderada por Puigdemont fija la cuestión como «prioritaria» y exige a Sánchez cumplir con su traspaso si pretende que dejen de boicotear su agenda legislativa.
Por eso el equipo de Puigdemont arguye ahora que el PSOE «se puede hacer el sorprendido pero sabía perfectamente desde hace días que no saldría la votación» y que se enfrenta ahora a la estrategia socialista de «echarles a los pensionistas en contra». «Aquí hay un Gobierno que manda para lo suyo, pero para los demás, no», añaden sin esperanza de reconducir la situación, reiterando que el PSOE les ha «jodido siempre que ha podido» y que tras «una relación cordial en las formas» subyace una profunda sensación de desconfianza.