Las primeras declaraciones de Donald Trump sobre España no son tranquilizadoras. En el Despacho Oval, mientras firmaba a los primeros decretos ejecutivos, a la pregunta del corresponsal de COPE, David Alandete, el nuevo presidente de los Estados Unidos ha situado a España dentro de los BRICS, el grupo de países denominados emergentes no alineados que engloba a China, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Al margen de que la referencia fuera un lapsus, dado que evidentemente España no forma parte de ese grupo, y de que el contexto de esa afirmación era el escaso gasto de defensa de España dentro de la OTAN, el inicio de la Administración Trump no parece haber comenzado de la mejor manera para España.
Meter a España en el grupo de los BRICS, que entre otras características comparten su antiamericanismo, significa enmarcar las relaciones económicas con nuestro en la propuesta de política arancelaria del 100% por parte de Estados Unidos, lo que supondría un grave perjuicio a la exportación de productos españoles y a los proyectos de expansión en América de nuestras empresas. Las reiteradas expresiones de Sánchez referidas a la “tecnocasta” y al riesgo de la ultraderecha global no favorecen un clima amigable con la nueva administración. Si las relaciones con Trump de por sí no parecen fáciles, lo peor sería añadir la torpeza política, máxime sabiendo que el nuevo responsable de la política exterior de EE.UU., Marco Rubio, tiene muy claro cómo se sitúa la diplomacia española ante diversos conflictos en América Latina.