“La literatura no me interesa”, dijo en una entrevista el escritor argentino Hernán Casciari, a fines del año pasado, y abrió la polémica. El planteo que hizo fue el siguiente: “La literatura era una cosa de épocas donde no teníamos pestañitas que minimizar. La literatura era buenísima cuando no había otra cosa (para entretenerse). Mi hija tiene seis años y obvio que no va a leer, para qué. Yo necesito que consuma historias. Consumir historias es lo mejor que te puede pasar en la vida. Por eso existen otras cosas (audiolibros, podcast, plataformas, redes) para que podamos seguir consumiendo las historias que necesitamos. No podemos tener tres horas los ojos en un papel”.
Hay en este cuestionamiento a la lectura y a una forma de la narración la visualización de un síntoma de época que confunde dos dimensiones muy distintas. Por un lado, la literatura, y por otro, las diversas maneras de entretener. Más o menos en el mismo tiempo en que Casciari lanzaba estas declaraciones, aparecían publicados dos libros, La crisis de la narración, de Byung-Chul Han, y Formas de habitar, de Nicolás Cabral, que piensan con una claridad y una profundidad notables esta tensión que plantea Casciari en su intervención: la tensión entre narración y storytelling.
El filósofo Byung-Chul Han viene trabajando sobre un camino abierto por la obra de Zygmunt Bauman. De algún modo, Han retoma esa tradición no solo por los temas que aborda (la tensión entre una modernidad sólida desplazada por una modernidad líquida), sino por el estilo de su pensamiento y de su escritura. Es una obra que, como la de Bauman, se vuelve accesible para el gran público, esquemática en su puesta en práctica y la escritura funciona como síntesis de una época. Lo que para Bauman era la modernidad líquida, Byung-Chul Han lo plantea como sociedad de la transparencia o régimen de la información. En el contexto teórico de ese esquema aparece La crisis de la narración.
La crisis de la narración es un libro que se estructura sobre el notable texto de Walter Benjamin, El narrador. Allí, Benjamin plantea el progresivo empobrecimiento de la capacidad de narrar historias en la vida moderna. La narración oral va desapareciendo porque se va cosificando la vida en las metrópolis y porque la relación con la naturaleza y la aventura se enflaquecen ante la vida industrial. En esa línea, la crisis de la narración para Han sería el predominio de la información sobre la narración: “El espíritu de la narración se ahoga en la marea de las informaciones”. Ya no se cuentan historias, la experiencia en el mundo se ha empobrecido. Si Benjamin postula eso a principios del siglo XX, Han trae al presente ese artefacto teórico para analizar cómo se han complejizado esas tendencias en la sociedad de consumo.
El modo en que se libra esa tensión, la forma en que se horada la narración, apunta fundamentalmente a perder una de sus capacidades centrales: la narración, para Han, produce comunidad. Entrelaza vínculos, refuerza una conciencia colectiva que supone un modo de habitar: la contemplación, la mirada larga puesta en el horizonte y una forma de atravesar el tiempo la caracterizan. Byung-Chul Han utiliza el concepto de comunidad narrativa para detallar esos efectos.
Por el contrario, la emergencia y el predominio hegemónico de la información o del dato degradan progresivamente el efecto de la comunidad narrativa para imponer otra lógica. “El espíritu de la narración se pierde entre las informaciones que convierten a los individuos en consumidores”. La información cuando cuenta se organiza con una trama que apunta a vender, no a transmitir una experiencia en el mundo. Así es como irrumpe el modelo del storytelling.
Byung-Chul Han plantea entonces que el storytelling es un modo de volver a contar historias, es un modelo que está en auge, pero es el modelo del marketing y la publicidad. “El storytelling no crea ninguna comunidad narrativa, sino que engendra una sociedad de consumo”. Las historias que cuenta un storytelling son historias que deben ser simples, con un mensaje relevante y que prioritariamente busquen conmover. El formato se organiza con la estructura clásica de la trama: comienzo, conflicto y desenlace. De este modo, el storytelling es la trama de los relatos publicitarios, de las storys en las redes sociales. Breves, simples y contundentes, para que terminen conmoviendo. Han plantea que esta lógica del storytelling es la forma de transmitir la información. Ambas “son incapaces de darle estabilidad a la vida”.
En el comienzo de Formas de habitar, el nuevo libro de Nicolás Cabral, se lee la pregunta por la narración y por lo que distingue la narración del storytelling. Aparecido casi al mismo tiempo que La crisis de la narración, Formas de habitar es un libro que aborda la problemática planteada por Han, ahora particularizando en la literatura, en casos fundamentales de la literatura. Siguiendo una definición de Saer, por ejemplo, Cabral resalta la idea de que la narración es ‘un modo de relación del hombre con el mundo’, en cambio, el storytelling, un recurso de la mercadotecnia contemporánea.
En el comienzo de Formas de habitar, el nuevo libro de Nicolás Cabral, se lee la pregunta por la narración y por lo que distingue la narración del storytelling. Aparecido casi al mismo tiempo que La crisis de la narración, Formas de habitar es un libro que aborda la problemática planteada por Han, ahora particularizando en la literatura, en casos fundamentales de la literatura. Siguiendo una definición de Saer, por ejemplo, Cabral resalta la idea de que la narración es “un modo de relación del hombre con el mundo”, en cambio, el storytelling, un recurso de la mercadotecnia contemporánea.
El arte de la narración para Cabral “disputa al poder, en el núcleo mismo de la lengua, el monopolio de la ficción”. En ese sentido, el oficio del escritor en el mundo contemporáneo debe ser el de “crear formas que no conviertan a las palabras en mercancías”. Formas de habitar va a explorar imaginarios literarios radicales, que serán juzgados no por el tema ni por la lógica comunicativa, sino por la transformación que producen en la lengua.
El planteo teórico que despliega Nicolás Cabral (argentino, hijo de exiliados y residente en México) en este extraordinario ensayo se corresponde casi como un mapeo estético por donde se juega su propia narrativa. Con una novela, Catálogo de formas, y un volumen de relatos, Las moradas, ambos publicados por Periférica, Cabral condensa, en una escritura fragmentada y en una prosa concebida como una arquitectura diseñada para morar, una tradición que es la que analiza de manera exhaustiva en Formas de habitar.
La cantidad de autores que aborda es enorme (Beckett, Herta Müller, Gibson, Bernhard, Sebald, etc.) y muestra claramente el tipo de literatura que le interesa estudiar. Una literatura con una fuerte impronta moderna, que explora la lengua y construye edificios estéticos complejos. Hay una cita de Herta Müller que Cabral toma para dar una definición de literatura: “Escribir siempre es para mí balancearse sobre la cuerda floja entre revelar y guardar un secreto”. La narración es un juego de seducción que, a diferencia del régimen de la información, bordea, insinúa, hecha sombras sobre un vidrio esmerilado, como en el cuento de Saer. Nunca agota lo narrado, más bien lo sobrevuela. “El embozo y el encubrimiento son esenciales para la narración”, sostiene también Han. La información, por el contrario, se constituye y acaba a su vez en la transmisión del dato. No hay velos. En el régimen de la información hay, como dice Han, una exposición pornográfica. Porque lo que se muestra es. En este sentido, ambos autores sostienen que la narración no debe explicar. Narrar es sugerir, indagar, provocar sensaciones, pero no develar ese secreto del que habla Müller.
El ensayo de Cabral pone el foco así en la emergencia de una crisis que puede estar ligada con la crisis de la narración, aunque opera en otro plano. La pregunta que ronda es la pregunta por la posibilidad de habitar el mundo contemporáneo. Para Cabral hay una crisis de habitabilidad que no es otra cosa que una crisis de la intimidad. Por dar un buen ejemplo de los tantos que trabaja Cabral: en la novela Alguien, de Robert Pinget, lo que susurra es una voz, la voz de alguien que ha perdido un papelito y lo busca. Ese susurro se parece a la figura de la compañía que esboza Beckett en su texto Compañía. Una voz anónima habla, busca un texto, resuena. Hay un tono, busca un tono, necesita de la compañía de ese tono para que el texto y la búsqueda del papelito cobre sentido. Por lo tanto, a partir de esta gran novela de Pinget, Cabral sostiene que la narración como una forma de habitar necesita de un tono. “Habitar es encontrar un tono, dice”. El tono como “vibración del ser, nuestro modo de relacionarnos con el mundo”.
Estaríamos, entonces, frente a una tensión entre una sociedad de la transparencia, en donde están en crisis tanto la narración como la intimidad ante el predominio hegemónico del storytelling, y, por otro lado, la literatura, esa experiencia con el lenguaje que no se reduce a ninguna fórmula, que interroga la realidad, que trama complejidades.
Hay una cita de Paul Ricoeur que deja en claro la forma en que funciona el tiempo en la narración. Y cómo, a su vez, la narración constituye al tiempo. “El tiempo —dice Ricoeur— se hace humano cuando se articula de modo narrativo, a su vez, la narración es significativa en la medida en que describe los rasgos de la experiencia temporal”. En el storytelling la temporalidad ya no estaría modelada por la narración, el tiempo se cosifica al tener por objetivo el consumo. “No podemos tener tres horas los ojos en un papel”, dice Casciari. Por lo tanto, emerge en la literatura la importancia de la resistencia política. Como plantea Cabral, el arte de narrar “disputa al poder en el núcleo mismo de la lengua”, en su temporalidad. Allí se libra una batalla. Del otro lado está la postura de Casciari. “La literatura no me interesa”, dice. Lo que le interesa es el formato del storytelling, es decir, no dejar de consumir historias sencillas, que conmuevan, que nos distraigan del paso del tiempo.
Imagen: Ocho figuras de sombras (1842), de Utagawa Hiroshige.
La crisis de la narración, Byung-Chul Han, Herder, 2023, 112 páginas, $14.000.
Formas de habitar, Nicolás Cabral, Sexto Piso, 2023, 266 páginas, $47.050.