Las grandes compañías de la Nación del Centro (Zhongguo, China) miran a Xībānyá (España); lo consideran un destino estratégico en Europa y prevén continuar invirtiendo en él en el largo plazo. En un contexto geopolítico de tensión y recelos crecientes, las empresas chinas están utilizando la inversión extranjera directa para ir más allá de la compra de activos estratégicos o de valores refugio e internacionalizar su presencia comercial. En España, la inversión china, que abrió la partida hace apenas una década, consolida posiciones en la automoción y el vehículo eléctrico (Chery, CATL); las energías renovables (China Three Gorges —CTG—, Envision); la minería (Yankuang Energy, Beijing Energy y Singapore Taizhong) o la logística (Zenshi, GLP). El consejero delegado de CTG en Europa, Ignacio Herrero, resume el momento: “España tiene un posicionamiento único para beneficiarse del proceso de reindustrialización en Europa”. Aunque hace falta algo más. “Los incentivos [a la inversión] que se generen y su visibilidad van a ser claves a efectos de anclar ese capital [de empresas chinas en España]”, añade.
Los anuncios de inversiones chinas se suceden pese a una situación internacional cada vez más complicada. La tensión de EE UU con la República Popular aumenta y complica también las relaciones económico-empresariales de los países de la UE con el gigante de Asia. En ese panorama, España intenta ser pragmática. Mario Esteban, investigador principal del Real Instituto Elcano, explica la tradicional estrategia española: “Mantener una buena sintonía política para intentar aprovechar las oportunidades económicas generadas por el vertiginoso crecimiento de la economía china”.
Sobre la posición española se puede decir más. Con los tambores de guerra comercial retumbando, a China le interesa invertir en países europeos para sortear barreras proteccionistas. Y el Gobierno de Pedro Sánchez ofrece a las grandes compañías asiáticas una fórmula atractiva: capital chino, fabricación española y una flamante marca Made in EU para salvar los aranceles de una UE -encaramada al informe Draghi- que quiere reducir su dependencia exterior y apuesta por la reindustrialización. “Nosotros decimos tecnología china y capital mixto con preponderancia de la parte europea para garantizar precisamente el sello Made in Europe”, matiza Herrero.
“China necesita mercados internacionales”, asegura Lisa Wang, fundadora de Link The World Advisers, en el foro de la Fundación Consejo Hispano China. “La creciente tensión geopolítica con EE UU, pero también en parte con la UE, va a obligar a hacer inversiones a las empresas chinas que quieran consolidar su negocio o su operación en el mercado donde operan”, añade. Es posible que las inversiones chinas se ralenticen a corto plazo. Pero la tensión geopolítica forma parte de la “nueva normalidad” y China ocupa una posición difícil de sustituir en las cadenas globales de valor.
En algunos productos, la dependencia es muy alta. Lucía Salinas Conte (Real Instituto Elcano) ha identificado líneas estratégicas que dan a China la capacidad de incidir en la disponibilidad general en España de unos 20 bienes críticos. Vitaminas, antibióticos, imanes, metales y material electrónico (leds) forman parte de la lista, con niveles de dependencia que van del 53% (imanes) al 97% de metales de tierras raras, como el escandio y el itrio. Como el conjuto de países de la UE, España está tomando medidas para reforzar el sector industrial y reducir la dependencia en sectores estratégicos. La nueva Ley de Industria y Autonomía Estratégica aprobada en diciembre pasado va en esa dirección.
China, socio estratégico; China, competidor económico; China, rival sistémico. ¿Puede serlo todo a la vez? El país siempre ha mirado a España más como socio político que económico. Lo dicen las cifras. Hasta 2010 la presencia de empresas chinas en España era casi inexistente y fue solo a partir de 2013 cuando las grandes compañías empezaron a entrar con cautela. La Fundación Consejo España-China, impulsada por el Ministerio de Exteriores, estima que la inversión china acumulada en España hasta 2022 sumaba 11.347 millones de euros. Por enmarcar la cifra, es apenas la octava parte del valor en Bolsa de la eléctrica Iberdrola.
Pese a la borrasca geopolítica, el proceso inversor de China en España se mantiene. Los últimos movimientos se han registrado en el negocio renovable y en la minería. China Three Gorges España ha comprado a Northleaf Capital Partners (Northleaf) y Qualitas Energy (Q-Energy) por más de 400 millones una planta solar fotovoltaica de 494 MW en Mula (Murcia). Es una de las plantas más grandes de Europa, con una vida útil prevista de 35 años. La compañía, socia de referencia de la portuguesa EDP (21,35%), consolida posiciones en España tras la compra de instalaciones a X-Elio y Masaveu (Proyecto Horus) hace cuatro años. Su plan: asentar el negocio en el país y, si es posible, replicarlo en Italia.
En el sector minero, tres grandes firmas asiáticas —Yankuang Energy Group, Beijing Energy International Holding y Singapore Taizhong Global Development— han cerrado un acuerdo para invertir 200 millones en la hispanoaustraliana Highfield para desarrollar una mina de potasio en Navarra, el mayor proyecto minero en marcha en España. El plan es crucial para garantizar el suministro de potasio, un mineral clave en la producción de fertilizantes, escaso por la guerra de Ucrania.
Pero donde el pulso del capital chino late con potencia en España es en las actividades relacionadas con el vehículo eléctrico, un negocio clave porque en él convergen tres arterias esenciales: la transición energética, la transición digital —un coche eléctrico es, en última instancia, un ordenador sobre una batería con cuatro ruedas— y la seguridad económica.
El sector del automóvil no es como los demás. Buque insignia de la industria manufacturera europea (sobre todo alemana), es un gran dinamizador de la economía porque arrastra a la siderurgia, la producción química y textil, las tecnologías de la información, las comunicaciones y los servicios de reparación. En la UE representa más del 7% del PIB. Ahí han tomado posiciones fabricantes chinos de vehículos eléctricos y de baterías: en Barcelona, Chery, de capital estatal (la privada Shanghai Automotive Industry Corporation controla un 20%), se ha aliado con Ebro para fabricar su modelo Omoda en la Zona Franca; en Zaragoza, Stellantis y la principal productora de baterías del mundo, la china Contemporary Amperex Technology (CATL), invertirán 4.100 millones para construir la mayor planta de baterías de España, y en Extremadura, Envision ha recibido ya fondos del PERTE del vehículo eléctrico para avanzar en la construcción de una gigafactoría de baterías en Navalmoral de la Mata (Cáceres).
Mientras levantan infraestructuras, las empresas chinas también ocupan mercado. El fabricante de automóviles BYD (Build Your Dreams), con 17 concesionarios en España, enseñó músculo en agosto cuando trasladó por vía marítima a Santander desde China 1.000 unidades del SUV híbrido enchufable BYD Seal U DM-i. Importación directa de coches y de recambios. Poderío que suma acción a la lista de compañías chinas con presencia en España que crece significativamente: Huawei, Trina Solar, Longi, JA Solar, Yingli Solar —el mayor fabricante fotovoltaico de China—, Chint Energy, Cosco Shipping, Zhenshi Holding Group, GLP, LiuGong… Una lista larga en una estrategia templada en el tiempo: la victoria pertenece a quienes saben adaptarse a los cambios.