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50 años de ‘Dersu Uzala’, la película de aventuras con la que Akira Kurosawa cruzó Siberia para salvar su cine y su alma

50 años de ‘Dersu Uzala’, la película de aventuras con la que Akira Kurosawa cruzó Siberia para salvar su cine y su alma

La década de los años 70 comenzó de manera traumática para el director japonés Akira Kurosawa. Tras varias décadas rodando todas sus películas únicamente en glorioso blanco y negro, Kurosawa decidió que era el momento de acercarse al cine a color, algo que le permitiría jugar con los pigmentos y las texturas tal y como lo hacía su idolatrado Vincent Van Gogh en sus pinturas. No hay que olvidar que durante su juventud, Kurosawa fue un destacado alumno de Bellas Artes, y que él mismo se ocupó durante toda su filmografía de elaborar personalmente los guiones gráficos de sus películas. Para poder llevar a cabo su colorida película, el director se acercó por primera vez en su carrera a la industria hollywoodiense cuando se le ofreció codirigir junto a David Lean la película ‘Tora! Tora! Tora!’ (1970), basada en los bombardeos de Pearl Harbor, y para la que se había tenido una idea rompedora: Lean se ocuparía de filmar la parte referente al punto de vista americano, mientras Kurosawa rodaría la parte en la que se mostraría el punto de vista japonés. Sin embargo, antes de que la película echase a andar, Lean se descolgó del proyecto, dejando solo a un desilusionado Kurosawa que poco después fue despedido por los estudios debido a una metodología de trabajo que resultaba incomprensible dentro de los cánones de Hollywood, y fue sustituido por los directores Richard Fleischer, Kinji Fukasaku y Toshio Masuda, quienes finalmente se encargaron de la dirección del proyecto.

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Kurosawa regresó abatido a Japón para filmar su primera película a color: ‘Dodeskaden’ (1970), un drama social centrado en una comunidad de vecinos que viven en un barrio pobre de Tokio. Pero tras su estreno, la película no fue entendida en su país natal y su desempeño en taquilla fue un fracaso, lo que hizo que los estudios japoneses le retirasen la financiación para sus siguientes proyectos. El director nipón comenzaba a vislumbrar el ocaso de su carrera, algo que le sumió en una profunda crisis personal. Su estado depresivo le llevó a tomar una decisión drástica: el 22 de noviembre de 1971, Kurosawa intentó suicidarse realizándose profundos cortes en la garganta y en las muñecas, emulando a su hermano mayor y referente, Heigo, un narrador de películas mudas que se había suicidado en 1930, a la edad de 23 años. Al ser descubierto, fue trasladado de inmediato al hospital, donde a pesar de la gravedad de las lesiones se recuperó tras unos cuantos días de reposo. Sin embargo, su ánimo continuaba preocupantemente mermado, pues Kurosawa no imaginaba una vida sin rodajes.

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El viaje que rescató a Kurosawa del abismo

En medio de esta delicada situación, el embajador soviético en Japón se puso en contacto con Kurosawa como representante de los poderosos estudios Mosfilm, responsables de producir algunas de las películas soviéticas más famosas de todos los tiempos, así como de desarrollar las carreras de directores como Serguéi Eisenstein o Andréi Tarkovski. En un intento aperturista por diversificarse, Mosfilm ofreció a Kurosawa la posibilidad de financiar una de sus películas y trasladar el rodaje a territorio soviético, siempre y cuando estuviera basada en una obra literaria rusa de su elección. Desde su juventud, Akira Kurosawa había sido un ávido lector de la literatura rusa, mostrando especial interés por las novelas de Tolstói y Dostoievski. Cuando el director eligió la novela ‘Dersú Uzalá’, publicada en 1921 por el explorador ruso Vladímir Arséniev, los directivos de los estudios se quedaron asombrados del profundo conocimiento de Kurosawa, ya que era un título prácticamente desconocido fuera de las fronteras de la Unión Soviética. Curiosamente, el director ya había intentado iniciar este proyecto varias décadas antes, a finales de los años 30, pero lo desechó al considerar que únicamente podía ser rodado en la estepa siberiana y con actores rusos, algo completamente imposible en aquel momento debido a las restricciones soviéticas y la imposibilidad de transitar libremente su geografía para los ciudadanos extranjeros.

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Para cerrar el acuerdo, el productor Yoichi Matsue y su asistente de dirección, Teruyo Nogami, estrechos colaboradores de Kurosawa, fueron los responsables de las complicadas negociaciones con Mosfilm. No obstante, ambos consiguieron que el acuerdo concediese plenos poderes sobre el control creativo de la cinta a Kurosawa, algo fundamental para el director. La dificultad más grande a la que Nogami y Matsue se enfrentaron a la hora de cerrar el contrato fue la enorme insistencia de los estudios en contar con el actor Toshirô Mifune en el papel de Dersú Uzalá. A lo largo de su carrera, Mifune había protagonizado 17 películas dirigidas por Kurosawa, destacando algunas de las más famosas como ‘Rashomon’ (1950), ‘Los siete samuráis’ (1954), ‘Trono de sangre’ (1957), ‘Yojimbo (El mercenario)’ (1961) o ‘El infierno del odio’ (1963), y se le consideraba el actor asiático más importante del mundo. Sin embargo, Matsue convenció a los directivos de Mosfilm de que Mifune no se comprometería con un rodaje que a priori sería de larga duración, y propuso al actor ruso de etnia tuvana Maksim Munzuk en su lugar, algo que finalmente acabaron aceptando desde los estudios.

De este modo, tras varios años de inactividad sin ponerse detrás de las cámaras, Akira Kurosawa se trasladó hasta la región siberiana de Sijoté-Alín, en el Extremo Oriente soviético, donde habían tenido realmente lugar las expediciones de Arséniev aproximadamente siete década antes. El rodaje dio inicio en la taiga entre unas adversas y duras condiciones climáticas que lo retrasaron, y el celoso gobierno soviético envió a un emisario que lo supervisó en todo momento. El director se decantó por un formato de 70 mm por primera vez en su carrera, algo que se alejaba de la película estándar de 35 mm que había utilizado hasta entonces. El equipo de filmación de la primera película que Kurosawa rodaba lejos de su Japón natal estaba compuesto por cien personas, de las cuales únicamente seis eran japonesas. De este modo, la barrera del idioma se convirtió en otro enorme obstáculo, ya que la producción contaba únicamente con un solo intérprete para todo el equipo. A estos inconvenientes, había que sumar los continuos conflictos sindicales que se producían con los operadores de cámara, que obligaron a cambiar de personal prácticamente una vez por semana, con la consiguiente formación que el nuevo equipo necesitaba para darle una continuidad a la parte visual de la película.

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A Contracorriente Films

‘Dersu Uzala’, cuando Kurosawa pintó su película más humana con el pincel del dolor

Tras varios meses de rodaje, los estudios comenzaron a perder la paciencia con el ritmo de trabajo lento y tedioso de Kurosawa, que se consideraba a sí mismo un artista y cuyo método meticuloso no encajaba con la petición de Mosfilm de entregar una determinada cantidad de película al día. Finalmente, también hubo problemas a la hora de filmar la secuencia del ataque del tigre, ya que el director insistió en que para dotarla del mayor realismo posible, debían utilizar un animal salvaje y no uno domesticado tal y como pretendía la productora, lo que supuso un enorme reto como era de esperar. Sin embargo, el introspectivo Kurosawa volvió a encontrar la luz, y convirtió las dificultades en virtudes. Las inclemencias del tiempo fueron utilizadas por el director nuevamente de manera simbólica, lo que había sido una constante a lo largo de su trayectoria, algo que su ídolo cinematográfico, John Ford, le había elogiado cuando ambos se conocieron durante la 24º edición de los Oscar, donde ‘Rashomon’ se había alzado con la estatuilla a la Mejor película internacional.

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La conmovedora narrativa de la historia nos presenta al capitán Vladímir Arséniev, quien comanda una expedición de soldados para topografiar el inexplorado área de Shkótovo, en Siberia. Durante la marcha, se encuentran con Dersú Uzalá, un viejo nómada cazador de la etnia hezhen, que accede a guiarlos por los implacables y peligrosos paisajes de la región. Esto da pie al nacimiento de una sincera amistad entre el capitán y el guía, pese a que ambos provienen de mundos muy distintos. El trasfondo del filme pone de relieve valores como la sabiduría ancestral, la humildad, la conexión con la naturaleza y el respeto por el equilibrio del mundo natural.

Una vez que la filmación de la película terminó, el asistente de Kurosawa, Teruyo Nogami, quien acompañó al director en su labor a partir de la década de los 50, aseguró que ‘Dersú Uzalá’ había supuesto el rodaje más duro y complejo de toda la trayectoria del director junto a ‘Los siete samuráis’. El filme supuso su primera y única película rodada fuera de las fronteras del país del sol naciente, y también la única rodada en un idioma diferente al japonés. El propio Kurosawa sintió un enorme alivio al poder completar la cinta, ya que prácticamente aseguraba la continuidad de su carrera. Años más tarde, el director escribió en sus memorias una acertada metáfora sobre el momento personal que vivió durante aquellos años: “Cuando el río en el que nació y creció se contamina, el salmón no puede remontarlo para desovar y tiene dificultades para rodar sus películas. El salmón, al no ver otra salida, emprendió un largo viaje para remontar un río soviético y dar a luz caviar. Así surgió mi película de 1975, ‘Dersú Uzalá’. No creo que sea tan malo. Pero lo más natural para un salmón japonés es desovar en un río japonés”.

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Curiosamente, la década de los 70 fue la de la irrupción de la generación del ‘nuevo Hollywood’, en la que una camada de jóvenes directores entre los que se encontraban Steven Spielberg, Francis Ford Coppola, Martin Scorsese o George Lucas, marcaría el rumbo de la industria durante las siguientes décadas. Durante sus comienzos y a lo largo de sus impresionantes trayectorias, todos ellos se dedicaron a reivindicar el cine de Kurosawa de manera incesante. Si algunos años más tarde Coppola le ayudó al director nipón a reunir la financiación necesaria para el rodaje de ‘Kagemusha, la sombra del guerrero’ (1980), y el propio Spielberg negoció con Warner Bros. la distribución de ‘Los sueños de Akira Kurosawa’ (1990), el estreno de ‘Dersú Uzalá’ supuso una nueva inspiración para George Lucas, quien entonces se encontraba desarrollando la primera película de la saga ‘Star Wars’, para la que el director ya había encontrado infinidad de referencias en el cine de su idolatrado Kurosawa. Si para entonces Lucas ya había adaptado la mítica transición en cortinilla del director japonés para su nuevo proyecto, y había transformado a los personajes de Tahei y Matashichi de ‘La fortaleza escondida’ (1958) en los robots R2-D2 y C-3PO, años más tarde confesó haberse inspirado en el propio Dersú Uzalá para construir el mítico personaje del maestro Yoda.

Pese a que el filme gozó de un impresionante recibimiento de la crítica especializada tras su estreno, los beneficios en taquilla quedaron por debajo de las expectativas, teniendo un rendimiento comercial modesto que tan solo proporcionó a Kurosawa unas exiguas ganancias. Sin embargo, habría que tener en cuenta que al tratarse de una producción soviética, su alcance internacional era mucho más limitado que el de las películas de Hollywood. Más allá de las cuestiones comerciales, ‘Dersú Uzalá’ supuso el regreso de uno de los directores más reputados del panorama internacional, quien logró el colofón final cuando vio como su película era premiada en la 48º edición de los Oscar con la estatuilla dorada en la categoría de Mejor película internacional.

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